En el mes de mayo de 1957 tuve el gusto de conocer a don Braulio Fernández Aguirre. En esos días había arribado a Coahuila el general Raúl Madero González, quien estaba a punto de ser el candidato del Partido Revolucionario Institucional para gobernador de Coahuila.
El Cabildo de Saltillo y el presidente municipal, don Manuel Valdés Dávila, me concedieron un permiso temporal como Secretario del Ayuntamiento para que colaborara en la campaña de don Raúl como encargado de prensa y publicidad. En esos trotes yo andaba cuando, un buen día, coincidí con don Braulio en la sala de espera del general Madero, cerca de la cual yo ocupaba un pequeño despacho. Poco después un ayudante de don Raúl nos informó que tardaría en llegar, así que para aligerar la espera invité a don Braulio a beber una taza de café en mi lugar de trabajo.
Simpatizamos de inmediato. Don Braulio tenía, y qué bien lo conserva, un temperamento jovial y amigable, trato accesible y grata conversación, sin vericuetos. Un par de meses más tarde don Braulio sería designado candidato a la Presidencia Municipal de Torreón, y un año después, en 1958, yo llegué a La Laguna para iniciar mi propia campaña para diputado local por Parras. Matamoros, Viesca y Sierra Mojada.
De estos andares hacen ya cincuenta y un años. Don Braulio fue electo Alcalde de Torreón, después sería Diputado federal, en 1963 Gobernador del Estado de Coahuila, en 1970 Director General de la Comisión Nacional de Zonas Áridas y posteriormente Senador de la República. Siempre activo Fernández Aguirre no se sometió a la tiranía de los relojes y pienso que asumiría como Rabelais que “Las horas están hechas para el hombre y no el hombre para las horas”. Bien lo supimos quienes de diversas maneras colaboramos a su lado.
Alguna vez me pregunté, al contemplar cómo era que transcurrían los años y nadie en esta población rememoraba el mayor empeño de don Braulio por Saltillo: dotar de agua potable a una ciudad que siempre la había tenido a medias. ¿Se habría borrado este trascendente esfuerzo de la memoria colectiva?
Sin embargo ahora, con el trofeo IMARC en manos del ex gobernador, se puede constatar que tal olvido no sucedió, simplemente la justicia apareció más tarde.
Con metódica sensatez y orden sistemático actuó don Braulio en la vida pública y privada. Recuerdo sus palabras cuando solía explicar algo, lo que fuera: “Un momento, permítame organizar mi pensamiento”. Luego hacía una pausa y retomaba la presentación del tema con claridad. Hombre de campo, buen político y responsable jefe de familia, don Braulio recibió en plenitud de vida los honores a que se hizo acreedor en la madurez. Quizá sin conocerlas ponía en práctica las palabras de otro pensador: “Envejecer es organizar nuestra juventud para el transcurso de los años”. El Instituto México Norteamericano de Relaciones Culturales hizo justicia a la vida y obras de don Braulio al entregarle la presea IMARC al servicio comunitario.
De muchos modos la disposición de servicio constituye el fin primero y último de la actividad política, si la impulsa una verdadera vocación. En tiempos conflictivos Don Braulio superó el daño de la adversidad cuando fue maltratado por vientos adversos; dio tiempo al tiempo y como ave fénix retornó para perseguir su proyecto personal hasta alcanzar el último escalón.
La presea recibida en Saltillo resulta significativa, y más aún por haberla recibida en un entorno de amigos cordiales y afectuosos. La familia Fernández Aguirre testimonió la ceremonia que, desde el infinito, pudo haber constatado doña Lucía Aguirre de Fernández Aguirre, quien hasta hace poco fue amorosa esposa y apoyo constante de don Braulio en las contingencias de la vida. Felicidades, don Braulio.
