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Crónica del Ojo / DEJAR LA VIDA EN UN PAPEL

Miguel Canseco

Torreón es un arañazo en medio del desierto donde la gente aferra raíces profundas, como las plantas del monte. Aquí alunicé hace seis años. Y digo alunizar como quien dice alucinar porque uno se lleva sorpresas variadas en este rincón del norte. Al principio creí que las cucarachas gigantes eran extraterrestres (uno acostumbrado al cucaracherío pigmeo de los departamentos chilangos) y en la primera tolvanera sentí que se acababa el mundo. Llegué como buen artista capitalino, pelón y vestido de negro. Pero aquí las pulgas le hacen circo a uno cuando anda de oscuro y la pelona se me quemó con el solazo. Ahí de a poco uno se va adaptando a las inclemencias. Ahora pasé las vacaciones en el DF y le calculé mal al termostato, me fui con camisas ligeras (para el calor) pero poco recomendables para los fríos de Tenochtitlan. Por supuesto me dio una gripa de perro. La misión de las vacaciones fue juntar el mugrero que tenía en casa de mis padres porque mi hermana entró a la universidad y necesita mi ex habitación para poner su estudio. Yo feliz pero consternado porque de a tiro no somos nada: vine a la comarca cuando mi hermana tenía doce años y luego regreso y sopas, ya tiene dieciocho y es una chava de la UNAM, con el corazón trashumante y la frente llena de luz. Juventud, divino tesoro dijo Rubén Darío que era bien azotado. La onda es que hice limpieza y recopilé los escritos, dibujos y chunches varios desde mi niñez hasta nuestros días. Podríamos decir que trabajé en un período histórico A.C. y D.C. es decir, antes de Chespirito y después de Chespirito, brincando entre papeles setenteros hasta llegar a los ochentas y mis rockeros noventas. Dicen que polvo somos pero lo cierto es que polvo acumulamos porque en el reborujadero (verbo orgullosamente lagunero) salió una polvareda espesa, así que vine aspirando partículas de los últimos treinta años. Eso se me mezcló con la gripa y terminé con los pulmones hechos garras. Ketih Richards, el guitarrista de los Rolling Stones, alguna vez declaró que aspiró las cenizas de su padre como si fueran cocaína, para ver si le hacían efecto (nomás con eso le faltaba drogarse). Por mi parte aspiré mi pasado y pasé los bochornos propios de quienes ven sus pecados de juventud. Como a todo niño, en la escuela me dijeron que Diego Rivera era lo máximo y ahí va el menso de Canseco a pintar Zapatas y Villas. Luego vinieron los zombies y los rockeros. Por ahí se cuela un king kong y unos dibujos que hice para ligarme una chava que por supuesto nunca me peló. También salieron fotos comprometedoras de primera comunión que bien vistas son arte conceptual y en plan de friega pueden ser mortíferas. Todo quedó en siete cajas que ocupan un rincón en una bodega. Cada quien arropa su memoria. En lo colectivo compartimos recuerdos que son mitos y nos enseñan cómo vivir (ya lo dijo Jung). Al final veo que mi vida se acumula en un alterón de metro y medio de papeles escritos o dibujados. Papel y más papel, es decir (y citando vilmente a wikipedia) “una lámina delgada de fibras aglutinadas mediante enlaces por puente de hidrógeno. Normalmente elaborado con pulpa de celulosa”. De pulpa y enlaces atómicos está hecha la memoria. Chale. Cómo duele lo invisible.

PARPADEO FINAL

Ahora sí ando meditativo y circunspecto. Eso me pasa por ponerme en plan pluscuamperfecto (buscad en el diccionario, amigos). En fin. Ángel me escribió diciendo que supo de las exposiciones que recomendé pero no fue a ninguna. A tá güeno, diría mi abuelo. Bueno, al final no creo que haya ido mucha gente, pero uno hace su lucha, la onda es no desanimarse. Va pues. Un abrazo para todos. Hasta el siguiente jueves.

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