Un tipo llegó al bar y pidió una cerveza. La bebió y se dispuso a pagarla. "¿No quieres otra?" -le pregunta el cantinero, que lo conocía, pues era del barrio. "No -declina el hombre-. Quiero llegar temprano a casa. Cuando me tardo mi mujer se pone hecha una furia". Salió el sujeto, pues, pero a poco regresó de nuevo. Inquiere el de la taberna: "¿Por qué volviste?". Explica el otro: "Llegué a mi casa, entré en la recámara, y vi a mi esposa en brazos de un desconocido". "¡Qué barbaridad! -se consterna el cantinero-. Y ¿qué hiciste?". Responde el individuo: "Cerré la puerta muy despacio y salí de la casa de puntitas. Cuando llegué apenas estaban comenzando, de modo que ahora sí tengo tiempo de echarme la otra cheve"... El cuento cuyo relato me propongo hacer el próximo domingo tiene nombre latino: se llama "Nosce te ipsum". Esa frase de origen griego significa "Conócete a ti mismo". Conocimiento es ése el más difícil de todos cuantos hay. Yo, por ejemplo, no sé quién soy, lo cual me ayuda a estar en paz, pues si lo supiera quizá no podría convivir conmigo. Lean mis cuatro lectores ese cuento cuya salacidad es tan desmesurada que su lectura ha sido prohibida lo mismo por la Liga de la Decencia que por la Pía Sociedad de Sociedades Pías... Quienes vivimos en el noreste mexicano -Coahuila, Tamaulipas, Nuevo León- usamos un curioso localismo: el verbo "macalear". Con él expresamos la acción de ir de compras a McAllen, bella ciudad texana que, río Bravo de por medio, colinda con Reynosa. Pues bien: envío un aplauso -y lo doy con las dos manos, para énfasis mayor- a Richard F. Cortez, alcalde de esa hospitalaria población. Se opone él a la construcción del malhadado muro fronterizo. Afirma que no es la solución ni al terrorismo ni al cruce de indocumentados. "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen", dice refiriéndose a quienes promueven la construcción de esa pared infame, y anuncia que iniciará acciones legales tendientes a frenar la obra. Todos los alcaldes del Valle de Texas, añade, se oponen al muro, pues perjudica la relación con México. Debe permitirse, propone Cortez, el ingreso legal de los trabajadores mexicanos, pues los Estados Unidos necesitan de ellos. Está en lo cierto el alcalde de McAllen. Su posición se finca no sólo en la razón y la ética, sino también en la realidad de los hechos. Ese muro será considerado en los años por venir una de las mayores aberraciones cometidas en el país del Norte, pues es una obra que a su injusticia añadirá su absoluta inutilidad. Ojalá el punto de vista de Cortez sea atendido por la administración federal de la nación vecina. Por nuestra parte, mientras McAllen tenga alcaldes así más ganas nos darán de ir a macalear... Babalucas tomó un curso de piloto de avión. Cuando hizo su primer vuelo solo se perdió en las nubes. "No sé cómo volver al aeropuerto" -clamó con angustia por radio a la torre de control. Le pregunta una voz: "¿Cuál es su altura y posición?". Responde el badulaque: "Mido 1.75. Y no seas idiota: soy el piloto; claro que estoy sentado en la parte delantera del avión"... Aquel señor tenía estatura procerosa, y era ventripotente. Fue a Veracruz -algo bueno debe haber hecho, que mereció tan gran ventura-, y ahí se compró una guayabera blanca, un pantalón igualmente blanco y unos zapatos, blancos también. Vistió el tradicional atuendo jarocho y se miró al espejo. "¡Caramba" -le dice desolado a su mujer-. Vas a decir que parezco el refrigerador de la casa". "Claro que no -niega con enfático tono la señora-. El refrigerador funciona"... FIN.
