Durango

La Rosilla está entre el frío y el olvido

Daniel Estrada y Jorge Pérez Arellano

Al sacerdote de la iglesia ya tienen más de un mes que no lo ven y el doctor se fue hace una semana.

La Rosilla, Guanaceví, es sin duda uno de los lugares más fríos de México y tal vez de Latinoamérica, donde hasta los médicos y sacerdotes le huyen al clima y el poblado donde la semana pasada el termómetro alcanzó los ?21.5 grados centígrados, uno menos del récord histórico de la zona.

A la gente del lugar las temperaturas extremas ya no le sorprenden, incluso algunos dicen estar acostumbrados, mientras otros contradicen esta situación; los niños que se pasean por la única calle que hay apenas portan una chamarra y un gorro para protegerse del aire helado.

Las casas de madera o de adobe no cuentan con electricidad todavía y en cada una de ellas se puede observar una columna de humo que sale de la chimenea, humo producto de una fogata para cocinar o para mantener el hogar cálido.

Cada familia utiliza todos los métodos posibles para aminorar la temperatura extrema: cartones pegados en las paredes, anafres con carbón y leña encendidos en algunos rincones de las habitaciones y montones de cobijas sobre las camas, pues en La Rosilla el frío sí ?cala? y sobre todo causa enfermedades a los habitantes.

ADAPTACIÓN

A la gente de La Rosilla la necesidad la hace adaptarse a las condiciones climáticas; la mayoría preferiría estar en un lugar menos helado, aunque algunos optan por disfrutar de la popularidad que ha cobrado el lugar.

En el lejano pueblito serrano del municipio de Guanaceví, atrás del jardín de niños, Guillermina Chaparro Arroyo lava la ropa alrededor de las tres de la tarde cuando la temperatura es de dos grados centígrados, una de las más clementes de la temporada invernal.

Gullermina talla la ropa a mano, en una tina montada justo a un costado de la pintoresca casa de madera en donde vive con su esposo y tres hijos; en La Rosilla quienes pueden tienen lavadoras de modelo antiguo, pero la mayoría asea la vestimenta a mano.

Al saludar de mano a Guillermina se comprueba lo que comenta mientras seca sus manos, ?soportar el agua helada es un sufrimiento, pero la ropa se tiene que lavar, sobre todo la de los niños, que diariamente se ensucian jugando en el lodo, la nieve y la tierra.

El agua con la que lava la entrevistada está congelada en la parte superior, aunque ella comenta que hay ocasiones en que está totalmente hecha hielo.

Ella, como la mayoría de los habitantes del poblado serrano, afirma que es imposible acostumbrarse al frío, ?no es cierto que ya no sentimos el frío; es más, nuestros hijos se enferman y seguido de la garganta y de la gripa?, sentencia.

Entonces, surge la pregunta: ¿por qué vivir en La Rosilla?, misma que responde la ama de casa sin vacilar: ?porque no tenemos de otra?, ?en varias ocasiones mi esposo Juan Pablo y yo hemos pensado en ir a vivir a un lugar en donde no haga tanto frío y donde nuestros hijos puedan vivir mejor?.Pero la familia sólo tiene su pequeña casita de dos cuartos, que cuenta con luz debido a que el Municipio los apoyó con equipo de celdas fotovoltaicas; sin embargo, no tienen gallinas, cerdos o vacas qué vender, ni siquiera son ejidatarios.

Hay familias que han vendido todo para ir a vivir a la ciudad de Parral, Chihuahua, o a Estados Unidos; no obstante, Guillermina dice que ellos no tienen nada qué vender e irse a la aventura resulta más arriesgado que pasar los fríos inviernos en La Rosilla.

Mientras platica amablemente con El Siglo de Durango, sus inquietos hijos de 12, diez y dos años juegan en la azotea de la casa, corren y se paran a observar las cámaras de los reporteros; no dejan de sonreír, aunque se muestran un poco desconfiados.

Su atuendo a la vista es un pantalón de mezclilla, suéter y chamarra, aunque cuando llegaron de la escuela se quitaron gorros y guantes, que forzosamente tenían que portar, al ser la temperatura de la mañana de 13 grados centígrados bajo cero.Las mejillas de sus hijos, Lupita y ?Chacho?, de 12 y 10 años, respectivamente, muestran la acción del frío; sus pequeñas manos también están ásperas, el pequeño tiene la nariz tapada, mientras que la bebe de dos años recibe tratamiento para las anginas.

No dudan en afirmar que tienen frío; sin embargo, como medida preventiva su madre señala que se meten a la casa a las seis de la tarde y ya no salen si no es necesario hasta otro día.

Durante la plática el viento helado comienza a soplar, meciendo la ropa, misma que dura hasta más de una semana en secar y tres días cuando el clima es favorable, pero lavar una cobija en invierno ?sería un error?, comenta Gullermina mientras frota sus congeladas y moradas manos.

El frío, con la necesidad, es un par de aliados desgastantes y en el caso de esta familia, el sostén, Juan Pablo, jornalero de toda la vida, no siempre tiene trabajo y es cuando no la pasan nada bien, sobre todo con la falta de alimento, aunque a veces los parientes los ayudan.

La ayuda del Municipio y el Fondo de Desastres Naturales llega, sobre todo ahora que la Sierra de Guanaceví ha cobrado popularidad en el ámbito nacional; sin embargo, nunca el apoyo será suficiente para soportar temperaturas de hasta ?22.5 grados centígrados, cifra histórica según el Servicio Metereológico Nacional.

EDUCACIÓN

Andrés Vázquez Santillán es uno de los maestros de la escuela primaria a donde acuden aproximadamente 50 alumnos de entre seis y 12 años de edad. La institución cuenta con dos salones solamente y está acondicionada con dos calentones y una chimenea.?A pesar de que los niños ya están acostumbrados al frío, en ocasiones cuando baja mucho la temperatura por estar cerca de los calentones ya no le ponen atención a la clase; sólo tenemos una chimenea y la verdad sí nos hace falta otra para el otro salón?, comenta.

El profesor supervisa a la escolta de niñas que se prepara para participar en el próximo concurso de regional, ya que se ganaron ese derecho al ganar la eliminatoria de zona. Las pequeñas están contentas y no les importan las ráfagas de viento helado que se sienten, pues prefieren seguir ensayando en el patio para mejorar su rutina?.Agustín Molina es el director de la escuela, camina por el pueblo con una cubeta de agua para llenar el depósito del baño para que no esté sucio y los niños puedan utilizarlo.

Él asegura que las bajas temperaturas sí afectan en el rendimiento de los pequeños, sobre todo en la época invernal, pues se enferman de gripa y tos y ya no asisten. ? Con los dos calentones que tenemos pues estamos bien, pero la verdad sí nos hacen falta más para que los niños puedan estar a gusto y pongan toda la atención a la clase?, puntualiza.

Tanto el Director como el maestro se entusiasman al hablar sobre la obra de electrificación que se está desarrollando en la zona Sierra de Guanaceví, pues aseguran que cuando la luz llegue podrá mejorar en infraestructura y rendimiento escolar.

Al terminar las clases los pequeños toman sus cosas y se marchan a sus casas para seguir ayudando a sus familias, hogares que se dedican a la agricultura o al aprovechamiento de la madera, pues en La Rosilla no hay nada más qué hacer.

Mientras caminan en pequeños grupos a sus casas voltean a ver los ?sofisticados? aparatos que portan los reporteros y posan alegres para las fotos que les toman con dichas cámaras. ¿Dónde viven ustedes?, se le pregunta a un pequeño con las mejillas rojas que mira hacia abajo para evitar que el aire helado le dé directo en la cara; ?allá abajo?, señala con el dedo hacia una pequeña casa mientras le grita a su hermanita: ?Ándale Rosa, que mi mamá nos está esperando?, y se marcha con la mirada abajo.

METEORÓLOGO

Ismael Velázquez Lazos es la persona encargada de ?monitorear? el clima; en su hogar se encuentra el termómetro donde cada mañana, a las 08:00 AM en punto, da su reporte a la Comisión Nacional del Agua; ?el reporte que yo doy seguramente es el más esperado, pues aquí las temperaturas son extremas y sorprenden a los de allá?, afirma, refiriéndose al personal de Conagua.

Don Ismael, como se le conoce en el lugar, comenta que al sacerdote de la iglesia ya tienen más de un mes que no lo ven, ?antes lo veíamos aunque sea cada ocho días, pero ahora ya ni eso, yo creo que ya le huyó al frío?.¿Y al doctor cuándo se le encuentra?, se le cuestiona después de que El Siglo de Durango lo buscó para conocer más detalles de las enfermedades que ahí se presentan, sin éxito alguno. ?No, po?s a él se fue hace como una semana, porque ya acabó su tiempo aquí, también le corría al frío?, responde. No sabemos para cuándo nos van a mandar otro pero la verdad sí nos urge porque aquí se necesitan las medicinas, ya que cuando uno se enferma po?s no hay quién nos las dé, afirma don Ismael.

El ?Meteorólogo? del lugar pide con una sonrisa a los reporteros que por favor anoten su nombre en su hoja de recuerdos, ya que ahí hay nombres ?célebres? de aquellos osados reporteros de diferentes medios de comunicación de todo el país que han acudido a sentir en carne propia lo que se habla de La Rosilla.

?Ándenle, pasen a su casa a comer aunque sea una carnita y frijoles?, dice el anfitrión mientras voltea con su esposa a decirle que prepare más porciones pues hay invitados a la mesa. ?No, gracias, es que no queremos molestar?, le responde uno de los foráneos. ?Cuál molestia, hombre, si no es nada. ¿O qué acaso no les gustan los frijoles?, pregunta don Ismael con una sonrisa y con la amabilidad que caracteriza a los lugareños de la Sierra.

Y así, sin más ni mas, la gente del pueblo ve marcharse a los ?extranjeros? así como llegaron, a bordo de una patrulla de la Policía Municipal pues ellos, al igual que todos los que visitan La Rosilla, no aguantan por mucho tiempo el frío, un frío que, contrario a lo que muchos dicen, sí ?cala?, y mucho.

Gajes del oficio

Llegar a las localidades de la región serrana cuando nieva es prácticamente imposible; los caminos se cierran al igual que la visibilidad, inclusive algunos árboles llegan a caer en las rúas cerrando totalmente el paso.

La nieve llega a subir hasta más de 30 centímetros de altura, lo que ha provocado que quienes se aventuran a transitar por los caminos se queden varados hasta que el sol comienza a derretirla.

Jerónimo Solís, experimentado agente de Seguridad Pública de Guanaceví, manifestó que circular por las brechas que comunican a la cabecera municipal con las localidades serranas conlleva muchos riesgos, ya sea por la nieve o por el hielo. Jerónimo, quien viajó con El Siglo de Durango a La Rosilla, localidad ubicada a tres horas de camino de la cabecera municipal de Guanaceví, comentó que hay ocasiones en que la tierra parece estar congelada, inclusive hasta resbalosa, aunque aparentemente no tenga hielo y sólo parezca estar húmeda.Hay conductores de vehículos particulares o transportes de carga que por confiarse, al querer frenar para tomar las curvas, se deslizan y se van de frente hasta topar con los árboles, mientras otros incluso caen al precipicio.

Cuando la nieve se descongela se forma el lodazal, encharcamientos, los arroyos crecen, dificultando también la circulación por los caminos que de por sí en algunos tramos están destruidos y que son imposibles de transitar a menos de que sea con un vehículo de doble tracción.

Jerónimo muestra su habilidad para conducir en un camino ampliamente conocido para él y aún así dice que no se confía, toma sus precauciones cada vez que sale a hacer recorridos por la Sierra.?Cuando las nevadas son fuertes hemos tenido que acudir a auxiliar a vehículos que se quedan atascados a medio camino, hay veces que los jalamos hasta de subida, y hasta ahora las dos patrullas que tenemos no nos han hecho quedar mal?, comentó.

El agente conoce muy bien toda la zona serrana, caminos y brechas, atajos y vías ?seguras?; la gente lo saluda y recibe en cada lugar a donde llega y, a decir de él, su labor en cuanto a la prevención del delito no es muy riesgosa, pues los ciudadanos de la región generalmente son tranquilos, aunque como en todos lados se presentan contratiempos.

Restaurante

De camino a La Rosilla, hay un pequeño restaurante al que acuden generalmente repartidores de refrescos y comida, choferes de los camiones troceros y algunos rancheros que viajan por negocios.

El lugar es una sencilla cabaña, en donde adaptaron una pieza para servir a la gente de comer y en donde atienden tres mujeres que cargan a dos bebés recién nacidos y a los que sólo se les ven los ojos de la cantidad de ropa y cobijas que los cubren.

Preguntar ¿qué hay de comer? da una respuesta sencilla: ?pollo y quesadillas?, por lo que tampoco es difícil escoger en un lugar donde las tortillas son hechas a mano y no saben de las alzas o bajas de precios en las tortillerías más que por lo que ven en televisión.

Incluso, preguntan a El Siglo de Durango si es cierto que la tortilla ha subido a más de 20 pesos en otros municipios del estado, tal y como lo han visto en los noticiarios nacionales.

Preguntar la hora en esta zona de la Sierra es recibir como respuesta el tiempo de Chihuahua y de Durango, pues este lugar se encuentra a escasa hora y media por terracería del municipio de Balleza del vecino estado y a cuatro horas de la ciudad de Parral, en donde compran sus víveres la mayoría.

La vida es cara, debido a lo que cuesta llevar el alimento a la Sierra; sin embargo, nunca faltan los refrescos, la cerveza y botanas, que son parte esencial de la dieta de los pobladores del medio rural y urbano.

El acento es peculiar en esta región de Durango y al mismo tiempo es evidente la amabilidad de la gente, en donde incluso los pequeños no niegan un ?buenos días?, acompañado de una sonrisa, pues les gusta ser visitados.

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