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Lalo Salazar es testigo del horror de la guerra

SUN-AEE

MÉXICO, DF.- Ser el único contacto con los mexicanos, a través de la televisión, en un conflicto armado como el de Iraq es la responsabilidad más alta que Lalo Salazar ha tenido en sus manos.

Su deseo de bajar del helicóptero de Televisa, desde donde busca habitualmente las noticias más importantes de la ciudad de México, para "alistarse" en la guerra, fue concedido a principio de año por la vicepresidencia de información de Televisa.

La suerte estuvo de su lado, pero nunca imaginó que conocería en carne propia los horrores del mismo "infierno".

Para algunos, Lalo puede ser un héroe, para otros sólo un reportero más que realiza su labor como cualquiera.

Las dudas lo asaltan noche a noche sobre su destino final, no obstante, está seguro de que "vivirá para contarlo".

Confiesa sin pudor que ha llorado de desesperación e impotencia, ante las cruentas imágenes y olores de la destrucción y muerte.

"Dormir es prácticamente imposible", dice, "sólo dos horas al día y de comida, a lo mucho enlatada, galletas y un poco de queso".

Son las 20 horas, tiempo de Bagdad (11 de la mañana en México), y con voz entrecortada por el cansancio y sentado en una habitación del hotel Palestina, que cuesta cerca de 90 dólares la noche, el periodista narra vía telefónica cómo se vive una guerra, alejado de lo que más ama: su familia.

Mientras la charla continúa, a veces con algunas fallas de comunicación, Salazar se muestra optimista y seguro de que su decisión de quedarse a cubrir el conflicto fue la acción más correcta para él y Televisa.

Dicen que las penas con pan son menos, y aunque la comida no es mucha, lo que sí le sobra son amigos y la solidaridad de los otros 13 enviados con los que comparte la habitación, entre ellos los camarógrafos mexicanos Jorge Pliego y Alejandro Valerio. Con sus colegas de España, Italia, Inglaterra, Argentina y Chile comparte sus miedos y depresiones.

"Nos ayudamos mutuamente en todo. En los momentos de los bombardeos nos juntamos en el cuarto y nos gritamos de un lado a otro y tratamos de averiguar qué pasó. Varios días hemos dormido en la misma habitación y eso te ayuda a sacar la chamba adelante. En una situación tan difícil, hasta la comida compartimos."

¿Se dan terapia? Claro, porque la verdad la guerra es horrible. No sabía realmente lo que era. Ves a los muertos y el dolor de sus familiares. Observas cómo todo un pueblo ha ido cambiando con el tiempo y con ello ha ido sufriendo. Todo eso se debe ir asimilando y contando; lo debes sacar.

¿Te arrepientes de haberte quedado? “A veces sí, es un sentimiento humano, da muchísimo miedo. Es una guerra que nunca se había visto, donde las explosiones te sacuden en lo más profundo de tu ser. Pero hay que cumplir con esto. Para los que nos dedicamos al periodismo, el estar en una guerra lo consideramos un premio, no un castigo”.

¿Qué tan objetivo eres ante el riesgo de morir? “Hasta cierto punto agradeces que al día siguiente despiertes; claro que entran todos esos miedos. Pero creo que no nos pasará nada, es una guerra y aquí no debe importarnos el reportero que cuenta la historia, sino la gente que la está sufriendo”.

¿Has acudido al refugio? “Creo que eso deberá suceder cuando comience el ataque, el asalto a Bagdad, la batalla casa por casa y calle por calle. Necesitamos el espacio y la altura del hotel para tener nuestras imágenes, porque en un refugio no podríamos contar lo que está pasando; para eso mejor me regreso a México”.

Su “hogar” en medio de la guerra

Antes de la guerra, el hotel ofrecía toda clase de comodidades.

Nombre: Palestina

Categoría: cinco estrellas

Pisos: 16

Ubicación: costado del río Tigris, centro de Bagdad

Habitaciones: 408 dobles y 31 suites

Costo: sencilla, 29 dólares; doble 36 y suite 90 dólares

Servicios: restaurante bar con "room service", cuartos para no fumadores, estética, aire acondicionado, televisión y teléfono

Cuenta con cancha de tenis, alberca, sauna, salón de masaje y gimnasio.

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Pudo irse a Jordania como tantos otros, pero Eduardo Salazar se supo corresponsal de guerra, de esos seres incomprendidos y para muchos "lunáticos" que cubren un conflicto que no es suyo.

Pero que en medio del escozor y la andanada del brutal bombardeo masivo sobre Iraq, una de las tantas jornadas de terror, de las mil y una bombas sobre Bagdad, el jadeo y la respiración entrecortada contrastaban cuando el reportero de Televisa, otrora destacado para transmitir desde las alturas, en el informóptero, y después de 57 días alejado de casa, se emocionaba un par de horas antes en la emisión de En contraste, escuchando la voz familiar y entrañable de su esposa Oana.

“Eddie, lo estás haciendo muy bien. No te preocupes, estamos bien, le decía Oana al único corresponsal de guerra de la televisión mexicana. ¡Cuídate mucho! Qué gusto oírte bonita. Es una gran sorpresa. Todo va bien”.

Un par de horas después, hacia las 11:10 tiempo de México, sin soltar el teléfono su único enlace con el mundo exterior desde su cuarto en las alturas del piso 16 en el Hotel Palestina, en pleno corazón de Bagdad, la crónica de una guerra anunciada hacía mella en un Salazar en medio de la nada, compartiendo miedo y adrenalina con sus otros dos mosqueteros televisivos: Jorge Pliego, en la cámara, y Gerardo Valerio, como asistente.

Demasiado tarde para irse de esta guerra que no es suya, Salazar y sus mosqueteros salían horas después a las calles de la bombardeada Bagdad, resultado del primer ataque masivo para comprobar el grave recuento de daños que por desgracia, continuará y se intensificará conforme los planes de la inteligencia militar así lo decidan. Es el oficio reporteril ante el peligro, sin medir que está en juego la propia vida.

Sufren esposas de los enviados

Oana Díaz, cónyuge de Lalo Salazar, y Betty Villicaña, esposa de Jorge Pliego, el camarógrafo que acompaña al periodista en Iraq, saben que "no hay vuelta de hoja" y que deberán esperar a que las ofensivas de la Casa Blanca terminen, ya que en este momento sería más peligroso sacarlos del país.

-La cónyuge del Reportero del aire, como cariñosamente lo llaman algunos de sus compañeros en Televisa, dijo que debido a la intensidad de las imágenes, tomó la decisión de que sus hijos no escucharan a su padre y mucho menos vieran los estragos de la guerra.

-Betty Villicaña, todavía nerviosa por las imágenes que su marido acababa de transmitir desde la urbe iraquí, dijo que no ha hablado con ejecutivos de la televisora, ya que está convencida de que su esposo desea ser testigo de "cómo se escribe un nuevo capítulo de la historia en aquella región".

-Sin embargo, a Villicaña le reconforta que su marido, cada que puede, está en contacto con ella y sus dos hijos, Jorge, de 6 años, y Mariana, de año y medio.

-Aunque Oana Díaz y Betty Villicaña no saben cuándo tendrán de regreso a sus cónyuges, están tranquilas porque Eduardo y Jorge están cumpliendo el sueño de su vida profesional.

-Pese a que los bombardeos en Bagdad se han intensificado en las últimas horas, Televisa no puede sacar de Iraq a Eduardo Salazar y su equipo, ya que "sería más peligroso para ellos", aseguró Jorge Berry, vicepresidente de información internacional de la televisora.

-El ejecutivo señaló que antes de arrancar la guerra, él y otros directivos de Televisa hablaron con Salazar para decirle que debía abandonar la ciudad; sin embargo, logró convencerlo de la importancia que tenía continuar con la cobertura.

-Respecto al precio que Televisa podría pagar con su teleaudiencia por mantener a su enviado en Bagdad, Berry dijo que Salazar fue quien decidió continuar ahí y no la empresa de Emilio Azcárraga.

FUENTE: Agencias

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