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Cinecrítica / Miami Vice, el vicio de volver al pasado

Max Rivera II

Crítica: 3 estrellas de 5

Hace algunos años reseñaba la cinta Enemigo Público, aquella en que Will Smith era perseguido por una oficina del gobierno que disponía de recursos sofisticadísimos para el espionaje. En aquel momento comenté que esos impresionantes artilugios tecnológicos se volvían extrañamente inútiles a la hora de detectar los cargamentos de droga que cruzaban la frontera.

Ahora que veo Miami Vice, comprendo la razón. Resulta que los grandes narcotraficantes tienen acceso a la misma tecnología. Y no me refiero a los mismos modelos de los aparatos que usa el gobierno, sino a los mismos aparatos, operados por las mismas manos. La veloz liebre tecnológica nada puede hacer para vencer a la eterna tortuga del soborno.

Tomo por cierta la meticulosa descripción de la eficiente logística narcotraficante que hace el director Michael Mann en Miami Vice, por dos poderosas razones: Primera, porque Mann tiene fama de investigar profundamente sus temas y representarlos de manera realista; Y segunda, porque la alternativa es creerle a los gobiernos.

Miami Vice es, como usted sabe, la adaptación de una serie de televisión transmitida durante los años ochenta (producida por el mismo hombre, Mann), que en su momento rompió algunos moldes en cuanto a la violencia explícita y por su uso, muy afortunado, de rolas populares en su soundtrack. También quedaron, para los registros de la moda, los sacos de color pastel arremangados, que sólo en ese momento de la historia y nunca más, fueron compatibles con la imagen de macho.

En la versión cinematográfica Mann ha renunciado a los sacos y las rolas para dedicarse de lleno a la violencia. Aunque las escenas de balaceras y matazones son apenas tres, el director logra imprimir un ambiente de amenaza constante a lo largo de la cinta. De las actuaciones de Colin Farell y Jaime Foxx podría decirles poco. Si la instrucción de Mann fue que lucieran agüitados todo el tiempo, son excelentes.

La historia es esta: dos detectives de la policía de Miami (Farell y Foxx) son reclutados para infiltrarse en una organización de traficantes muy poderosa. La estrategia es ganarse la confianza del capo mayor ofreciendo servicio de transporte de primera categoría. Al iniciar las negociaciones, Farell le echa el ojo a la esposa del capo, y apenas tienen éxito con la primera entrega, ya lo están festejando en la cama (sin el capo, claro).

El romance prohibido desata un juego de sospechas y traiciones que, aunque nada tiene de original, es llevado con gracia. Al final habrá ajustes entre traicionados y traidores, violencia por supuesto, y una resolución mas o menos satisfactoria. Tenía que decirle el final, aunque fuera vagamente, porque el final ha sido muy importante en dos películas recientes de Mann (el final es importante en todas las películas, lo que quiero decir es memorable), Heat y Collateral.

En Heat, después de un duelo actoral de casi tres horas entre Al Pacino y Robert de Niro, el último, que ha sido el antagonista, sucumbe tras recibir un balazo del primero, que es policía. En su agonía, extiende la mano para que el policía se la sostenga mientras muere, a lo que el otro accede, como reconocimiento a su rival. En Colateral, Tom Cruise, asesino y secuestrador, se enfrenta al taxista secuestrado Jamie Foxx, en el tren urbano de los ángeles, para darle nuevo sentido a una historia que contó al principio del la cinta, acerca de la indiferencia de los angelinos ante la muerte. Son finales brillantes, filosóficos, gemas que no encontrará en Miami Vice.

Como ya dije, el logro de la nueva cinta es mantener un ambiente. Mann nos mostró esa habilidad en El Informante, la tremenda historia de un delator de las compañías tabacaleras y el reportero que lucha por llevar su historia a la televisión nacional. En el caso de El Informante, importa poco el final, porque hay montones de puntos altos a los largo de la cinta.

Miami Vice es un trabajo mucho menor del director, pero es intrincado a la buena y tiene suficiente acción y suspenso para ser disfrutable. Además, trata un tema muy cercano. Nos da un recorrido de lujo por toda la escala jerárquica del narcotráfico, y lo que descubrimos, o más bien, hacemos consciente al tener los elementos juntos, son las nuevas realidades del negocio de las drogas.

Como en el resto de la economía mundial, se acabó el narco populista. Atrás quedó el benefactor de los pueblos y comunidades, que se ganaba con su generosidad respeto, cariño y complicidad; ahora el miedo es suficiente. La diferencia de ingreso entre jefes y los subordinados más bajos, se ha hecho abismal, quizá tanto como en Wallmart o México. En las notas periodísticas de hoy leemos que los cárteles empiezan a contratar a Maras Salvatruchas como asesinos, por centavos, muestra de aplicación inteligente del outsorcing.

Cuando salí de ver el documental de Michael Moore, Bowling for Columbine, me sentía indignado por la cantidad de gente que muere asesinada en los Estados Unidos, hasta 4 o cinco veces más que en Inglaterra o Alemania. Luego me entere que en México muere más del triple que en Estados Unidos (nationmaster.com), y mi percepción de la inseguridad gringa se suavizó. En lo que va de este año, han muerto mil ciento setenta y tres personas a manos del crimen organizado. Nuestra realidad no sólo supera a la ficción, supera a muchas otras realidades. [email protected]

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