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Los malos contra los peores

Adela Celorio

Siendo legítimos herederos de una ancestral cultura precolombina y del austero sentido de la estética con que la Colonia contribuyó a la edificación de esta capital, firmes columnas ambas en las que hemos sustentado identidad y orgullo, bien podría esperarse de nosotros un mínimo de dignidad y decoro.

¡Pues no señor! marchamos a paso redoblado hacia la vulgaridad y la estridencia. Esta pobre ciudad, capital de todos los mexicanos, no gana para humillaciones. Sin proyecto urbano y sin respeto interciudadano, hemos hecho de nuestros parques excusados de perros, de las calles mercados de pulgas y del tránsito una verdadera ignominia.

Desgraciadamente -como afirma la Ley de Murphy- cuando las cosas van mal todavía pueden empeorar bastante como lo estamos constatando ante las campañas políticas que peor que todas las plagas de Egipto juntas, han caído sobre la ciudadanía. Cada partido político se abroga el derecho de ensuciarse en la ciudad. Todos cuelgan, pintan, rayan, anuncian y cada uno contribuye con su granito de caca para desgraciar -o sea quitarles la gracia- a las calles de esta agonizante capital.

Sin una ley que nos proteja de la delincuencia publicitaria, ahora nos vemos obligados a convivir también con el desfiguro de las fotos que aprovechando cualquier milímetro disponible cuelgan en puentes, bardas, postes y alambrados y desde donde los candidatos exhiben sonrientes su inopia neuronal. Cualquier hijo desobediente sin acreditación ni proyecto político que lo respalde, se permite convertir los dineros públicos en contaminación visual.

Y conste que me niego a referirme a la auditiva porque ésa ya de plano resulta vomitiva. Por cuenta de las campañas políticas, nos hartan con toda clase de ordinarieces, aunque lo más socorrido siguen siendo por supuesto las promesas. Nada nuevo por cierto: abatir la delincuencia, la corrupción, la contaminación y cositas así que ya venían ofreciendo nuestros más ilustres priistas desde hace setenta años sin que hayamos visto el menor asomo de compromiso y responsabilidad por cumplir con lo ofrecido.

Nomás les digo que lo más novedoso en promesas -una verdadera joya- pulida por los ideólogos del PRI del Estado de México, consiste en ¡oigan esto! proponer la implantación de la pena de muerte para ciertos casos de delincuencia, oferta que además de ser anticonstitucional está fuera de sus atribuciones, pero ya sabemos cómo se las gastan estos señores. Lo dicho, nada nuevo bajo el Sol. Excepto talento y deseo de servir a México, el espectáculo que están dando los partidos políticos es de pena ajena, aunque también hay que reconocer que nosotros no somos los ciudadanos maduros y responsables que requiere nuestro proceso democrático para consolidarse; por ejemplo: ¿Sabe usted el nombre del diputado que lo representa? ¿Sabe cuáles han sido sus propuestas ante la Cámara y si éstas son congruentes con lo que le han encomendado sus representados? ¿Está usted al corriente de la asistencia y participación de su representante en las sesiones? Pues lo felicito, está usted mejor informado que la mayoría. Desgraciadamente no todos podemos decir lo mismo y pues ya se sabe; según el ciudadano es la campaña.

Y para no seguir contaminando también con esta nota, los conmino a ignorar las campañas y a brindar por la vida antes de que la guerra nos alcance. [email protected].

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