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Ecos del 68

SERGIO AGUAYO

Absurdo y preocupante ver replicados en el conflicto del CIDE, los enconos y las negativas al diálogo que caracterizaron al Movimiento del 68. Para evitarlo, se requiere el diálogo.

Antes del Movimiento del 68 el presidente Gustavo Díaz Ordaz ya desconfiaba de los estudiantes. Los veía como los "tontos útiles" del comunismo internacional que buscaría aprovecharse de las olimpiadas de aquel año para lastimar a su gobierno. La fijación del presidente actual es con los neoliberales.

Durante su larga campaña por la presidencia, Andrés Manuel López Obrador recibió el respaldo de un buen número de periodistas, activistas y académicos, muchos de los cuales esperábamos que, como presidente, hiciera lo posible por erradicar las perversiones y corrupciones al interior de esos gremios. Nadie anticipaba la inquina que les tenía. En lugar de recurrir al bisturí para extirpar los tejidos enfermos, al poco tiempo de llegar a la presidencia sacó un machete sin filo y los expulsó públicamente de sus afectos sin dar razones ni escuchar la versión de los satanizados.

El 14 de enero de 2019 lanzó el primer ataque contra la "prensa fifí" y el 14 de febrero envió la circular número uno que prohibía transferir recursos federales a organizaciones sociales, sindicales, civiles y ciudadanas. Terminó su peculiar celebración del Día del Amor y la Amistad lanzándose contra los académicos ("hay mafias en todo, hasta en la ciencia"). A partir de ese momento han sido tan incesantes los ataques que una pregunta común en el medio es "¿a quién le tocó hoy?".

En el tercer año de su gobierno puede decirse que la acometida fracasó. Los tres gremios han sobrevivido los embates porque la ofensiva no fue compartida por todas las corrientes de la 4T y porque el trío cuenta con bases de soporte independientes de la voluntad presidencial. Supongo que eso les provocó, al presidente y a la directora de Conacyt, el encono profundo que han mostrado hacia el CIDE, una institución pequeña y vulnerable porque carece de autonomía y depende directamente de Conacyt y de la presidencia.

Ha sido notable la pobreza intelectual y propositiva del ataque oficial. Es incomprensible que señalen al CIDE como neoliberal dado el gran número de cideítas ocupando cargos relevantes en el actual gobierno y que el presidente nombrara la semana pasada a un egresado del CIDE, Juan Pablo De Botton, subsecretario de Egresos en Hacienda. Tampoco ayuda acusar a los estudiantes de estar manipulados y a los académicos de defensores de corruptelas. La comunidad del CIDE ha respondido con unidad, argumentos bien fundamentados y con la toma de las instalaciones.

Es profunda la ruptura de la comunidad del CIDE con el Conacyt y el nuevo director. El conflicto ha ido escalando porque los insumisos se sienten agraviados y empoderados por las simpatías que van cosechando de otros claustros, de editorialistas y del México más educado; y porque las autoridades se rehúsan a dialogar (tal y como lo hiciera el régimen en 1968).

La historia sirve para evitar la repetición de errores. En el 68 el presidente se negó al diálogo con los líderes del movimiento invocando, como ahora, el principio de autoridad, la legalidad y la institucionalidad. El desenlace pospuso la transición varias décadas y costó miles de vidas. No repliquemos ese camino.

Es el momento de resolver el conflicto del CIDE. Es la hora de los buenos oficios de los moderados de la 4T. Al nuevo secretario de Gobernación, Augusto López, se le ha visto mano izquierda al igual que al subsecretario Alejandro Encinas. El entrañable Enrique Semo también puede ser clave porque, según me dicen fuentes altamente confiables, fue él quien promovió al interior de la 4T la candidatura de José Romero y no Lorenzo Meyer como erróneamente se ha difundido. Algo podrían hacer los tres precandidatos de Morena para convencer a la directora de Conacyt de flexibilizar su postura. También serviría conocer qué piensan los partidos (solo el PRD lo ha dicho).

El actual gobierno está queriendo reducir la violencia con "abrazos, no balazos". Lo mínimo que podemos solicitarles es que escuchen los motivos y razones de la comunidad del CIDE. Negarse a dialogar es hacerle eco a las peores lecciones dejadas por el 68.

PD. Después de enviar la columna las partes dialogaron. No hubo acuerdo. El paro sigue.

@sergioaguayo

Colaboraron Anuar Israel Ortega Galindo y Sergio Huesca Villeda

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Escrito en: Editorial Sergio Aguayo

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