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Carmen no es el tema

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"Ser periodista es tener el privilegio de cambiar algo todos los días".— Gabriel García Márquez
 

No es lo mismo ser borracho que cantinero. Durante su larga gesta como opositor al régimen en turno, Andrés Manuel López Obrador se pronunció con gran facilidad sobre un número importante de asuntos. Debemos admitir que siempre ha sido un férreo defensor de las causas justas y la voz de grupos históricamente olvidados. Ahí gran parte de su éxito, en la habilidad de aglutinar el descontento colectivo y hacerlo propio.

En distintas ocasiones el tabasqueño prometió, a menudo con planteamientos simples y escasamente documentados, que de llegar al poder haría las cosas de manera diferente.

Sin embargo, y aunque no quiera admitirlo, ejercer la primera magistratura del país e ir resolviendo exitosamente los imponderables no es tan fácil como parece. La llamada Cuarta Transformación, anunciada con bombo y platillo cual gesta heroica, ha ido topándose con fuertes dosis de realidad y la inercia de asuntos irresueltos desde tiempos inmemoriales.

Todos los gobernantes, sin importar el espectro ideológico o político al que pertenecen, experimentan un natural desgaste conforme avanza el tiempo. Presiento que López Obrador disfruta estar metido en la piel de opositor, pero batalla siendo presidente de todos los mexicanos. Al no entender para lo que fue votado, divide y aglutina a la república en dos grupos, irreconciliables entre sí, y parece gobernar únicamente para sus simpatizantes.

A tres años de iniciada la administración, el presidente mantiene altos índices de popularidad, pues ha sabido estar presente en la conversación pública todas las mañanas y a todas horas. Como pocos, López Obrador domina el ánimo nacional y va dosificando los asuntos que son de interés para las grandes mayorías silenciosas. Empero, dichos índices de popularidad contrastan con los escasos logros que arroja el Gobierno.

Hoy, en tiempos donde todo queda registrado y a merced de la historia, es inevitable caer en cuenta de lo mucho que han cambiado las posturas de López Obrador a lo largo del tiempo. En distintas ocasiones el político de Macuspana opinó sin miramientos sobre los excesos cometidos desde las esferas de poder en detrimento de la libertad de expresión y de quienes ejercen el oficio periodístico. Históricamente, el presidente se erigió como un defensor de la libertad de expresión y con insistencia señaló a determinados medios de comunicación como integrantes de lo que él llama "la mafia del poder". Curiosamente, muchos de esos medios fueron absueltos y redimidos cuando convenientemente comenzaron a apoyar la causa del actual Gobierno.

Durante varios sexenios, la periodista Carmen Aristegui y su equipo han publicado espléndidos reportajes que evidencian el amasiato entre los poderes político y económico y muestran cuán normalizada está la corrupción a todos los niveles. Derivado de dichas investigaciones, Aristegui ha enfrentado desencuentros y despidos tanto con sus empleadores como con distintos Gobiernos. Puede o no gustarnos su estilo, pero Carmen Aristegui siempre ha sido consecuente en su búsqueda de la verdad.

Hace algunos años, Aristegui fue despedida por la publicación del reportaje sobre la Casa Blanca de Peña Nieto. En aquel entonces, Andrés Manuel López Obrador defendió sin reservas a la periodista. A fines del sexenio pasado cuando Carmen regresó al aire después de años de ostracismo, López Obrador llamó a su noticiero y se deshizo en felicitaciones tanto a ella como a su equipo.

En días recientes, Aristegui y la revista Proceso publicaron un reportaje titulado "Sembrando vida y la fábrica de chocolates" en el que afirman que los tres hijos mayores del mandatario habrían obtenido beneficios del programa "Sembrando Vida" a través de su finca "El Rocío".

En conferencia desde Oaxaca, el presidente de la república se pronunció sobre dicho reportaje. "Es una investigación mentirosa para buscar mancharnos con la máxima del hampa del periodismo. Proceso y Carmen Aristegui nunca han estado a favor de nuestro movimiento; yo sostengo que son independientes, pero independientes del pueblo, que nunca se han involucrado, nunca han hecho un periodismo a favor del pueblo", sostuvo.

A su vez, Aristegui opinó que, aunque existe el derecho de réplica y la posibilidad de disentir, resulta preocupante que el presidente ejerza un criterio de denostación institucionalizada. "Me parece absolutamente fuera de lugar, fuera de todos los estándares de gobierno de una institución como la presidencia de la república".

El tema no es Carmen Aristegui, quien con preocupante facilidad dejó de ser una consentida del régimen al rehusarse a ejercer de porrista. El tema es que el presidente considere que el periodismo deba estar obligado a aplaudirle y a merced de los intereses tanto del Gobierno como del movimiento que dice representar. Ello, además de implicar un flaco favor para la libertad de expresión, pone en evidencia qué equivocado está López Obrador y lo poco que entiende la labor y el propósito de los medios de comunicación. En el fondo, dichas posturas lo hacen parecerse mucho a Enrique Peña Nieto, cuando lamentó que los reporteros no aplaudieran al término de una de sus conferencias de prensa.

No se puede festinar al periodismo libre solo cuando publique información conveniente para los intereses de unos cuantos.

Twitter @patoloquasto

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