Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Susiflor le preguntó con traviesa indiscreción a su amiga Dulcibel, linda muchacha: "¿Cómo te fue anoche con tu novio Pitorrango?". Le contó la hermosa Dulcibel: "Al principio se portó como todo un caballero. Pero luego se tomó un par de copas, y entonces se comportó maravillosamente bien". La trabajadora social entrevistó a don Fecundino: "¿Cuántos hijos tiene usted?". "Once" -respondió el buen señor. "¿Once?" -se asombró la muchacha-. "Sí -confirmó apenado el vejancón-.  Ya sé que son pocos, señorita, pero es que mi esposa y yo no congeniamos". Un individuo se disponía a entrar a una cantina a fin de tomarse su copa de todos los días. En la puerta del local lo detuvo una monijta, vestida con los hábitos de su orden. "¡Hermano, hermano! -se dirigió a él con voz llena de alarma-. ¿A dónde va usted?". El tipo, sorprendido, contestó: "Pues ya lo ve usted, madre. Voy a esta cantina a tomarme una copa". "¡No lo haga, hermano! -le dijo la monjita, suplicante-. No entre en ese horrible lugar de perdición. Mire usted: el vino y los licores son un invento demoníaco, una infernal creación de Luzbel, Belial, Lucifer. Satanás y Belcebú. Por causa del alcohol muchos hombres y mujeres han ido a su completa ruina, cuando no a la tumba; familias que eran felices se han desintegrado, pueblos enteros han caído en el atraso y la degeneración. No beba usted vino ni licor, hermano". El sujeto, molesto por aquella irrupción en su vida privada, le preguntó a la religiosa: "Perdone, madre: ¿ha probado usted alguna vez el vino, los licores?". "Por supuesto que no" -contestó la reverenda, atufada. Le dijo el individuo: "Entonces, madre, con el mayor respeto, no hable usted de lo que no conoce. Yo le aseguro que si alguna vez los probara cambiaría de opinión, y no hablaría tan mal de ellos como lo hace. El mismo Libro Sagrado lo dice: Bonum vinum laetificat cor hominis. El buen vino alegra el corazón del hombre. "Es cierto -admitió la monjita-, pero también el clásico postula: Dum vinum intrat exit sapientia. Mientras entra el vino sale la sabiduría". Hizo una pausa la sor, y tras ponderar las cosas le dijo al otro: "Aunque, pensándolo bien hermano, es cierto, tiene usted algo de razón. Estoy hablando de memoria; nunca he probado el vino y el licor". Al escuchar aquella concesión el hombre se animó. Le dijo: "Perdone mi atrevimiento, madre. ¿Por qué no me permite invitarle una copa?". "¡Oiga usted! -se encalabrinó la religiosa-. ¿Cómo osa hacerme semejante invitación? ¿Piensa acaso que voy a entrar en una taberna con los sagrados hábitos que visto? O ha perdido la razón o no tiene conciencia alguna del respeto que se debe a mi persona y a mi condición. Anathema sit!". "Perdone, madre -se apenó el sujeto-. No quise ofenderla. Pero mire: si me acepta usted la invitación no es necesario que entre a la cantina. Yo le traeré algo aquí afuera". "Sí, verdad -prosiguió con enojo la monjita-. Y que todo mundo vea que estoy libando en la vía pública. Pero es cierto, sí; necesito informarme acerca de esos líquidos demoníacos para poder luego execrarlos con conocimiento de causa. Mire: voy a aceptar su invitación. Tráigame acá algo de vino o de licor para probarlo. Sólo una cosa le pido: por favor, lo que me traiga no me lo traiga en una copa. Tráigamelo en una taza. Así la gente no sabrá lo que yo estoy bebiendo, y de ese modo no causaré un escándalo indigno de mi sagrado ministerio". Entró, pues, el sujeto a la cantina y le pidió al tabernero: "Dame un tequila doble. Pero no me lo sirvas en una copa. Sírvemelo por favor en una taza". Exclamó el cantinero, exasperado: "¡Ah, ya está otra vez ahí la monjita ésa borracha!".

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