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Denominación de origen, la visa económica de México

Este sello es la máxima expresión del Hecho en México, validada por una conciencia local que protege a los productores de la imitación y asegura que el valor generado de un producto regrese a las comunidades que le dieron vida.

Denominación de origen, la visa económica de México

Denominación de origen, la visa económica de México

DANIEL GONZÁLEZ

En un escenario de incertidumbre no hay nada más seguro que lo hecho en casa. Hoy vivimos tiempos aciagos que nos invitan a realizar una introspección, una búsqueda interna de lo que tenemos y lo que debemos proteger: nuestras tradiciones, la cultura y, en términos económicos, los empleos y a quienes los generan. ¿Hay alguna estrategia? 

Tras las medidas arancelarias de Estados Unidos y las crecientes tensiones comerciales vinculadas al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el gobierno de nuestro país decidió relanzar la marca Hecho en México para fortalecer el sector productivo nacional. 

La propuesta tiene su origen en 1978, cuando el presidente Luis Echeverría decía que “lo hecho en México está bien hecho” para integrar al país a la competencia global. Sin embargo, fue hasta el año 2004, en el sexenio de Vicente Fox, que se publicó en el Diario Oficial de la Federación una actualización de la Norma Oficial Mexicana (NOM) para relanzar la iniciativa. Luego, en 2009, el presidente Felipe Calderón retomó el proyecto para enfrentar los estragos de la crisis subprime de esos años y, en 2017, se reemprendieron los esfuerzos con el fin de contrarrestar los aranceles de la primera administración de Donald Trump. 

El 18 de febrero de 2025, el gobierno federal relanzó la campaña, donde cualquier producto manufacturado o fabricado en territorio nacional y que cuente con ciertos estándares de calidad puede acceder al sello Hecho en México, el cual tiene una vigencia de cinco años. 

De acuerdo con el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, la medida se puso en marcha como parte del Plan México que impulsa la presidenta Claudia Sheinbaum y que pretende posicionar al país entre las 10 mejores economías del mundo, colocarlo dentro de los cinco mejores destinos turísticos del planeta, producir en él hasta el 50 por ciento de los bienes que se consumen internamente y crear un centenar de parques industriales. 

DENOMINACIONES DE ORIGEN 

Vivimos en un territorio rico en cultura, tradiciones y diversidad, lo que se refleja todos los días en los artículos que se elaboran en cada región. Por ello, para distinguir la calidad y el valor de los productos nacionales no existe exclusivamente el sello Hecho en México, sino también su máxima expresión: las denominaciones de origen (DO). Ambos distintivos protegen y promueven la autenticidad, calidad y origen de lo que se fabrica en el país, tanto en el mercado interno como en el extranjero. 

Bebidas como el sotol, la charanda, el mezcal y el tequila cuentan con DO. Foto: Unsplash/ Hitoshi Namura
Bebidas como el sotol, la charanda, el mezcal y el tequila cuentan con DO. Foto: Unsplash/ Hitoshi Namura

Una DO es un reconocimiento legal que se otorga a productos cuyas características y calidad se deben al medio geográfico en el que se elaboran, porque influyen factores naturales como el clima o el suelo, así como el factor humano especializado a través de técnicas tradicionales. Este sello es una herramienta de protección para impedir la creación y distribución de imitaciones, y garantizar que únicamente quien cuente con una autorización regional pueda usar el nombre de la mercancía en cuestión.

Actualmente el país cuenta con 18 denominaciones de origen, entre las que destacan el tequila (Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Nayarit y Tamaulipas), el sotol (Chihuahua, Coahuila, Durango), el mezcal (Oaxaca, Durango y Guerrero, principalmente), la vainilla de Papantla, el arroz de Morelos, el café de Veracruz, la charanda michoacana o la talavera poblana. 

México es una economía que lleva muchos años cultivando saberes y sabores únicos, por lo que sus DO no son sólo un reconocimiento de la identidad nacional, sino un activo estratégico que hace la diferencia al enfrentar las problemáticas comerciales globales. 

En un mundo integrado económicamente pero fracturado comercialmente, donde lo industrializado y lo genérico dominan los mercados, la DO reconoce lo único, salvaguardando empleos, ecosistemas y comunidades enteras. 

Por ejemplo, el sector tequilero no sería una industria de más de tres mil millones de dólares anuales, con exportaciones de más de 374 millones de litros, 70 mil empleos directos y más de 200 mil indirectos (según datos de la Casa Don Ramón), si no estuviera protegido de las imitaciones. 

Lo mismo pasa con el mezcal, que se exporta a 81 países y genera 230 mil empleos con ingresos superiores a los 15 mil 600 millones de pesos cada año, de acuerdo con cifras presentadas por el especialista Artemio Velasco Velasco. 

El café de Veracruz, por su parte, genera ingresos que superan los tres mil millones de pesos anuales y mantiene alrededor de 400 mil empleos directos en la entidad, mientras que la vainilla de Papantla o el café de Chiapas compiten en mercados gourmet por todo el orbe. 

Estos ejemplos dejan de manifiesto la importancia económica de la denominación de origen y su impacto en el desarrollo de las regiones, pero tampoco podemos olvidar una cuestión: ¿Qué pasa cuando un productor de charanda en Michoacán no puede exportar porque no cumple con normas burocráticas? ¿O cuando el ámbar de Chiapas es pirateado en el extranjero sin consecuencias? No hay que olvidar que México tiene tratados comerciales con 50 países, por lo que se podría pensar que el problema no es la falta de mercados, sino la falta de acceso a ellos, de financiamiento y de apoyo gubernamental. 

La talavera poblana certificada destaca por su calidad. Foto: México Ruta Mágica
La talavera poblana certificada destaca por su calidad. Foto: México Ruta Mágica

FÍJATE EN LA LAGUNA 

El sello Hecho en México es un buen comienzo para impulsar la economía nacional, pero quedarnos ahí es como dar sólo un primer paso. El verdadero cambio no reside en esa frase general, sino en conceptos mucho más poderosos como la conciencia colectiva. 

Recordemos el intenso despertar que vivió la Comarca Lagunera, a principios de los 2000, con su iniciativa ciudadana y empresarial Fíjate en la Laguna, que logró algo extraordinario al invitar a toda una comunidad a dar prioridad a los productos de su propia región. No era una orden gubernamental, sino un pacto social. 

El objetivo de esta campaña era fortalecer la identidad lagunera y promover el consumo local para mantener un flujo de dinero en la región y, de este modo, proteger los empleos, generar desarrollo económico y elevar la competitividad de las empresas. 

A través de un icónico ojo azul, los consumidores podían distinguir los productos certificados. Empresas como Lala, Peñoles, Soriana y Chilchota se sumaron a la propuesta, ampliando su alcance. 

Las personas comprendieron que cada peso gastado en un producto local era una inversión en los empleos de sus vecinos, en la fortaleza de sus empresas y en el futuro de su comunidad. Fíjate en la Laguna se convirtió en un modelo nacional, demostrando que el orgullo regional, cuando se organiza, tiene un gran poder.

Este ejemplo nos enseña el valor de mirar hacia adentro para convertir la economía local en un legado cultural de alcance internacional. Cuando se sostiene un caballito de Tequila o un coctel a base de mezcal, se tiene la certeza de que es algo único que no se puede replicar, por el clima, tipo de suelo y las manos que lo crearon. La denominación de origen es el ADN de un territorio. 

CONSUMO IDENTITARIO 

Un producto con DO es el embajador más elocuente de México. No necesita campañas de marketing estridentes; su calidad y su historia hablan por sí solas en los mercados más exigentes del planeta. Además, protege a los productores de la piratería y la imitación barata, asegurando que el valor generado regrese a las comunidades que son las verdaderas guardianas de las tradiciones nacionales. 

Quienes más deben verse beneficiados con las DO son los productores locales que preservan procesos tradicionales ante los embates de la producción en masa. Foto: Unsplash/ Anyela Malaga
Quienes más deben verse beneficiados con las DO son los productores locales que preservan procesos tradicionales ante los embates de la producción en masa. Foto: Unsplash/ Anyela Malaga

Esta protección no es un asunto menor; es un acto de justicia económica y de preservación cultural. Apoyar una DO es invertir directamente en el campo, en las familias artesanas y en la salvaguarda de procesos que de otro modo se perderían en la vorágine de la producción en masa. Es fomentar un turismo con propósito, como el que promueve la Ruta del Tequila, y generar riqueza en las regiones que son el corazón palpitante de nuestra identidad. 

Por supuesto, el camino no está exento de desafíos. La vigilancia contra la falsificación debe ser constante y la promesa de que los beneficios lleguen a los pequeños productores debe ser una prioridad absoluta. Pero el primer paso, y el más importante, nos corresponde a nosotros como consumidores. 

La próxima vez que elijamos qué comprar, hagámoslo con memoria y con conciencia. Miremos más allá de la bandera en la etiqueta y busquemos el sello que cuenta una historia. Elegir un producto con DO es una declaración. Es decir en voz alta que valoramos lo auténtico sobre lo genérico, la tradición sobre la tendencia y la calidad profunda sobre la apariencia superficial. Es la forma más honesta y potente de celebrar lo que verdaderamente significa estar, y ser, Hecho en México.

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