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Crianza colectiva: redes de apoyo para el bienestar de madres e hijos

Este modelo sugiere redistribuir el trabajo de la maternidad a través de la participación de múltiples cuidadores en el desarrollo del niño, ampliando el círculo de vínculos afectivos en la infancia.

Foto: Freepik

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PRISCILA CASTAÑEDA

En un contexto de crisis de cuidados y debilitamiento de las redes familiares tradicionales, la crianza colectiva emerge como una respuesta comunitaria que busca poner la vida de los menores en el foco. Esta práctica se basa en la corresponsabilidad, la solidaridad y la descentralización del rol materno, promoviendo el bienestar infantil y el fortalecimiento del tejido social. En lugar de colocar todo el peso de la formación de los hijos en los padres, particularmente en la madre, propone una red de apoyo que comparte responsabilidades y emocionalidad en torno a esta actividad. 

Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) no define directamente el término “crianza” como tal, sí promueve un enfoque integral conocido como “cuidado cariñoso y sensible” para la etapa infantil temprana. Este concepto hace referencia a la provisión de un entorno afectivo, seguro y estimulante que favorezca el desarrollo físico, mental, emocional y cognitivo de niñas y niños desde sus primeros años de vida. 

Según este marco, la crianza debe cumplir con componentes esenciales, tales como procurar una buena salud, nutrición adecuada, seguridad y protección al menor, así como oportunidades para el aprendizaje temprano y un cuidado receptivo y afectuoso. 

Es importante mencionar que este modelo reconoce que el desarrollo infantil no depende solamente de los cuidadores primarios, sino también de políticas públicas, servicios comunitarios y condiciones sociales que permitan a madres, padres y demás integrantes de la red de apoyo ejercer una crianza positiva.  

ALOPARENTALIDAD 

El término se refiere al cuidado de la descendencia por individuos distintos a los padres biológicos. Es un comportamiento presente en muchas especies, incluidos los humanos, donde otros integrantes de la comunidad o la familia, además de los padres, ayudan en la crianza y protección de los menores. En este formato, los participantes pueden ser diversos parientes (abuelos, tíos, hermanos mayores, etcétera), amigos o miembros de la comunidad. 

La crianza colectiva toma en cuenta las políticas públicas y servicios comunitarios necesarios para el desarrollo adecuado de los menores. Foto: Freepik
La crianza colectiva toma en cuenta las políticas públicas y servicios comunitarios necesarios para el desarrollo adecuado de los menores. Foto: Freepik

Investigaciones transculturales muestran que dicho modelo es frecuente en muchas sociedades. Se han documentado, por ejemplo, experiencias de grupos de este tipo en Barcelona, España, donde familias organizadas gestionan colectivamente el cuidado de los infantes. En estas iniciativas se promueve mayor bienestar para mujeres y niños, al reducir la carga mental y física tan común en la maternidad tradicional moderna, donde se espera que la madre se haga cargo al cien por ciento de sus hijos e incluso se le llega a juzgar cuando pide ayuda, orillándola a un aislamiento tanto físico como emocional. El fortalecimiento de vínculos compartidos y redes de apoyo disminuye significativamente las experiencias negativas asociadas al rol materno. 

La crianza colectiva se sustenta en tres pilares conceptuales: 

Economía del cuidado. Reconoce el valor de la mujer ejerciendo el trabajo reproductivo y propone su redistribución entre gobierno, economía, familia y comunidad. 

Apego intercultural. Cuestiona la universalidad del vínculo exclusivo madre-hijo y destaca la figura de los alopadres como cuidadores significativos. 

Ecología del desarrollo humano. Enfatiza la influencia del entorno cultural y social, así como las prácticas de crianza, en el desarrollo infantil. 

DESAFÍOS 

En contraste con sus beneficios, la crianza colectiva se enfrenta con tensiones estructurales, culturales y relacionales que dificultan su sostenibilidad. Entre ellas se encuentra el choque entre una diversidad de estilos y valores de crianza, es decir, la convivencia de diferentes concepciones sobre la infancia, la disciplina y el afecto. Las familias o cuidadores que participan en una red de este tipo pueden tener ideas divergentes sobre lo que es “bueno” o “adecuado” para los niños, lo que podría generar conflictos si no se establecen acuerdos explícitos y mecanismos de resolución. En este caso es esencial abordar las diferencias con respeto y buscar un terreno común. 

Es importante que la crianza colectiva no se lleve a cabo solamente por mujeres, pues eso podría ir en detrimento de la equidad de género. Foto: Freepik
Es importante que la crianza colectiva no se lleve a cabo solamente por mujeres, pues eso podría ir en detrimento de la equidad de género. Foto: Freepik

Otra dificultad es que las mujeres suelen seguir asumiendo la mayor parte del trabajo emocional y logístico, incluso dentro de espacios comunitarios. Reproducir estas dinámicas tradicionales, aunque sea de forma colectiva, pepetúa desigualdades de género, lo que impactaría incluso en la gestión de conflictos y la toma de decisiones, pues lo que se busca es lograr la horizontalidad, es decir, que cada integrante de la red de apoyo tenga el mismo nivel de responsabilidad y autoridad. Si en ella no existen protocolos claros, las diferencias de opinión, la falta de liderazgo rotativo o la ausencia de espacios de diálogo pueden producir tensiones internas.

Adicionalmente, existe una estigmatización social en torno a la crianza colectiva. En un contexto donde predomina el modelo de familia nuclear, estas alternativas suelen ser vistas con sospecha o desconfianza, lo que también impacta en una falta de reconocimiento institucional, de apoyo gubernamental y de marcos legales que la respalden, lo que limita su expansión. Esto también podría generar inseguridad logística en la toma de decisiones o corresponsabilidad legal. 

Sin embargo, la difusión de conocimiento en torno a esta práctica podría hacerla más sostenible a largo plazo, permitiendo, a su vez, dar cuenta de los beneficios de redistribuir el trabajo de cuidados más allá de la esfera femenina, dando como resultado una organización equitativa y comunitaria. La crianza colectiva constituye una alternativa profundamente transformadora frente al modelo hegemónico de crianza individualizada, al articular dimensiones teóricas provenientes de la economía equitativa del cuidado, una perspectiva intercultural y los hitos del desarrollo humano.

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Escrito en: Priscila Castañeda crianza colectiva aloparentalidad desarrollo infantil redes de apoyo

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