LA FUERZA DE LA PALABRA
"Desde pequeño me acostumbré, a nunca preguntar por qué, despreciando los premios tanto como el castigo", reza una de las estrofas de la canción lanzada por Gabinete Calgari en 1987, y que da cuenta del peso que llega a tener la costumbre en la conformación de nuestras vidas. En este caso particular, me quiero referir a la fuerza de la palabra como una de las causas que han propiciado la normalización de la violencia en nuestro país.
Tomemos cualquier edición de cualquier diario de circulación nacional. Para el caso concreto me referiré a la sección nacional del periódico impreso que tengo sobre mi mesa al tiempo cuando esto inicio. La página 7A contiene cinco encabezados que me permito transcribir: Ejecutan a empresario en Reynosa/Buscan con 4 cateos a feminicida en Jalisco/Asesinan a comandante municipal en Culiacán/Roban otra vez góndola de oro en Jalisco/Revela alumna acoso de maestros. Ciertamente son notas relevantes que dan cuenta de las condiciones de inseguridad que se viven en distintos puntos del territorio nacional. Lo que ahora deseo resaltar, es el impacto que tienen estas palabras repetidas una, otra y otra vez en nuestra conciencia. Día tras día, año tras año.
En lo personal soy muy distraída para las modas. Difícilmente voy a recordar qué piezas de ropa portaba alguien a quien saludé el día de ayer. Mucho menos podría señalar la casa diseñadora del vestido, de los zapatos o del bolso de mano que llevaba alguna amiga que acabo de ver. Mi atención no se centra en esos tópicos, de manera que sigo manteniéndolos en la umbra de mi conciencia. En cambio, una palabra mal dicha o escrita, o una falta de ortografía en un texto, encienden todas mis alarmas de inmediato. Tal es el peso que le concedo a la palabra. En lo personal hallo muy acertado afirmar que el lenguaje es la moneda de cambio de los seres humanos; las palabras nos definen y significan, abren un lugar para nosotros en el contexto de la civilización actual, y tienen tanto poder, que tal vez consigan por sí solas colocar a quien las pronunció, en el panteón de los hombres ilustres. Para ejemplos tenemos varios:
Dijo Sócrates: "Yo solo sé que no sé nada", palabras que lo han hecho trascender hasta nuestros tiempos. "Por sus hechos los conoceréis" señala Mateo evangelista sobre la figura de Jesús en el Sermón de la Montaña. "Denme una palanca y moveré al mundo", inmortalizó a Arquímedes, o "Entre los hombres como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz", colocó a Juárez entre los inmortales.
De esa manera vemos el peso que llegan a tener las palabras en nuestra vida. A lo que quiero enfocar este texto es a la forma como la repetición de expresiones que tienen que ver con delitos de diversa índole, en especial de sangre, llegan a provocar un acostumbramiento en nosotros, lectores, aun cuando la lectura sea superficial, sin adentrarnos en el contenido de las notas. El estar martillando nuestra conciencia con palabras que mandan un mensaje de normalización de conductas criminales, llega a tener su efecto en el largo plazo.
Lev Vygotsky fue un destacado estudioso bielorruso de lectoescritura y aprendizaje. Sus estudios indican el potencial que llega a tener la escritura en la conformación de patrones de comportamiento sociales. Algo que, seguramente, ahora retoman expertos actuales que impulsan el retorno a la escritura a mano, en especial la manuscrita. En fin, Vygotsky en su momento hizo hincapié en el peso que llega a tener la palabra escrita sobre la conciencia humana, tanto lo leído propositivamente como lo leído en forma casual. Ambos son captados por las redes neuronales que los llevan a nuestro sistema de registro, donde se van acumulando. A diferencia de otros pensadores contemporáneos a él, como sería Piaget, Vygotsky insiste en el efecto que la palabra escrita llega a tener, primero en el individuo y más delante en una sociedad entera. Señala el papel que representan los contenidos sociales en la interiorización de formas de pensamiento y de conducta en el ser humano, en particular a edades tempranas.
Ahora, cuando se reconoce la importancia de trabajar en forma conjunta y a todos los niveles, en la mediación de conflictos y la procuración de paz, es conveniente no dejar fuera de foco la influencia que llega a tener la palabra escrita en la conformación ciudadana. La exposición repetida de conductas violentas, la impunidad que tantas veces se detecta y la falta de respeto a otros seres humanos, genera normalización.
Yo no podría distinguir una prenda Christian Dior de una Louis Vuitton, así me pique los ojos, en cambio sí alcanzo a percibir la gravedad que representa no modificar ciertos contenidos lingüísticos, que tanto daño están generando en nuestra sociedad.
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