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Consecuencias del estrés crónico

Es un trastorno que se suele pasar por alto hasta que aparece algún signo grave de su presencia, por ejemplo, un ataque de pánico o incluso un infarto.

Foto: Unsplash/ Uday Mittal

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FABIO PÉREZ VÁSQUEZ

El dolor de cabeza aparece con facilidad, conciliar el sueño es complicado, concentrarse en el trabajo resulta imposible. Los indicios apuntan en la misma dirección: la enfermedad. ¿Existe otra opción? Sí, el malestar podría ser causado por esa tensión mental, esa preocupación siempre presente, eso a lo que llamamos estrés. 

Esto implica ir por los días con una sensación de agobio y agotamiento que no sólo afecta a los pensamientos, las emociones o el comportamiento de una persona, sino que también llega a provocar problemas físicos y de salud, como hipertensión, males del corazón, accidentes cerebrovasculares, diabetes y obesidad. 

Por estrés hay que entender toda experiencia emocional que resulta de estar frente a algo que consideramos amenazante o desafiante y que viene acompañada de cambios bioquímicos, fisiológicos y conductuales. Cabe mencionar que un poco de esta sensación desagradable no viene mal de vez en cuando porque puede ayudar a enfrentar con éxito ciertas situaciones, por ejemplo, algún reto en el trabajo. No obstante, su exceso afecta a los sistemas nervioso central, inmunitario y neuroendocrino, así como a la salud cardiovascular.

MAL CRÓNICO 

Si bien es poco menos que inevitable, no es invencible. La gente supera episodios leves de esa tensión emocional con la ayuda de las defensas naturales del organismo. Sin embargo, el estrés crónico excesivo, aquel que es constante y que acompaña a quien lo padece durante un largo tramo de su vida, desgasta tanto en lo físico como en lo psicológico. 

Sus principales productos son ansiedad, insomnio, dolor muscular, hipertensión y el debilitamiento del sistema inmune. Cuando por preocupación se recurre a comidas poco saludables para obtener una gratificación rápida, contribuye a la obesidad. 

Algunos tipos de este trastorno provienen de experiencias traumáticas de la niñez, es decir, de eventos que han marcado profundamente la personalidad de un individuo, generándole una visión del mundo o un sistema de creencias que lo mantienen ansioso. 

El peor aspecto del estrés crónico es que los afectados se acostumbran a él, incluso llegan a olvidar que está allí, porque se trata de algo arraigado. 

La tensión constante produce dolores musculares en cuello, hombros, espalda y brazos. Foto: Unsplash/ Camila Seves
La tensión constante produce dolores musculares en cuello, hombros, espalda y brazos. Foto: Unsplash/ Camila Seves

RESPUESTA PELIGROSA 

El estrés crónico puede ser causado por problemas de dinero, relaciones complicadas, dificultades en el trabajo o cuestiones de salud. Básicamente es la respuesta del cuerpo a situaciones preocupantes que duran mucho tiempo. Por su acción se activa un estado de alerta constante que, poco a poco, deteriora al organismo. 

Sus síntomas incluyen cefaleas tensionales, alteraciones del sueño y digestivas, dolores musculares, fatiga y aumento o pérdida de peso. También produce irritabilidad, depresión, problemas de concentración y dificultad para la toma de decisiones. 

Hay consecuencias más serias cuando se le añade la acumulación de ansiedad y depresión. Acarrea, por ejemplo, ataques al corazón, apoplejías e incluso algunos tipos de cáncer. El desgaste que ocasiona también conduce, a veces, a una crisis nerviosa de índole fatal. 

Dado que el estrés crónico merma los recursos físicos y mentales de la persona, sus síntomas son difíciles de contrarrestar y pueden demandar tratamiento médico y de conducta, así como técnicas de regulación emocional. 

Es recomendable buscar ayuda de emergencia si se siente dolor en el pecho, acompañado de falta de aliento, sudoración, mareos, náuseas o dolor de mandíbula, espalda, hombros o brazos. De entrada parecen simples síntomas de estrés, pero podrían ser signos de un ataque cardiaco.

LOS DESAFÍOS 

Uno de los desafíos que plantea este trastorno es que no suele diagnosticarse. Con más frecuencia de la debida, quienes lo padecen se habitúan a él y no acuden al médico pese a que las señales son muy evidentes. Se llega a identificar como agente causal sólo cuando el cuerpo llega al límite y ocurre un ataque de pánico, un infarto o cualquier otro aviso de tal magnitud. 

En México, el estrés crónico, particularmente en el entorno laboral, es un problema de salud pública considerable. Sus promotores son las largas jornadas de trabajo, la inseguridad laboral, las condiciones precarias en los centros productivos, una cultura que promueve la autoexplotación como una forma de demostrar éxito, la incertidumbre económica y la dificultad para cubrir necesidades básicas con una paga insuficiente. 

Descansar lo suficiente es una de las mejores maneras de evitar las secuelas de la ansiedad. Foto: Unsplash/ Bruce Mars
Descansar lo suficiente es una de las mejores maneras de evitar las secuelas de la ansiedad. Foto: Unsplash/ Bruce Mars

Aunque se trata de un factor que perjudica la salud de forma regular, las personas no suelen hablar con sus médicos de primer contacto sobre cómo manejar bien el estrés. 

Para combatirlo hay que dormir bien. Esto significa ir a la cama a la misma hora todas las noches y dormir entre siete y nueve horas diarias. Con ese fin, conviene retirar del dormitorio distractores como televisores, computadoras y celulares. 

Quienes lo padecen no tienden a hacer los cambios necesarios para bajar el indicador de tensión y evitar que su salud se vea afectada. Una clave es identificar y modificar las conductas que lo causan, aunque esto sea todo un reto.

Hablamos de acciones como salir a caminar todos los días. La actividad física es un aliado eficaz porque genera endorfinas, sustancia que provoca sensación de bienestar y que ayuda en el tratamiento de modalidades leves de depresión y ansiedad. Una dieta saludable también trae beneficios importantes. 

Conviene solicitar la ayuda de un profesional de la salud mental si los niveles elevados de estrés se mantienen por mucho tiempo o si los problemas que ocasiona impactan la cotidianeidad de la persona. El malestar se puede tratar con intervenciones adecuadas como cambios en el estilo de vida, terapia y, en algunos casos, medicamentos. 

La cuestión es aprender a manejarlo de forma eficaz y comprometerse con la salud. Esto implica resolver conductas y situaciones que hacen que diversas preocupaciones desgasten la mente, el cuerpo, la vida.

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