No pudo más. La voz se le cortaba y las lágrimas peleaban por salir. El meteorólogo John Morales, del canal 6 de Miami, se acababa de dar cuenta de que los vientos del huracán Milton habían superado las 157 millas por hora y ya era categoría 5. John sabía lo que esto significaba; muchas muertes y un verdadero desastre natural.
De hecho, en un solo día, Milton había pasado de categoría 1 a 5, algo inusitado. Y no solo eso, sus vientos superaban las 175 millas por hora. Una fuerza destructiva impresionante. Las terribles imágenes que hemos visto en las últimas horas en Florida demuestran que Morales no estaba exagerando. Los vientos e inundaciones han afectado comunidades enteras.
Durante años los meteorólogos han discutido la posibilidad de crear una nueva clasificación - Categoría 6 - para los potentes huracanes que se están formando en esta era del cambio climático. Milton fácilmente hubiera entrado en esa clasificación. Son los nuevos superhuracanes.
"Mis disculpas", dijo Morales por televisión, mientras daba su letal pronóstico y recuperaba lentamente la voz. "Esto es horrible". Los meteorólogos no suelen llorar por televisión. Pero esto era distinto. "Los mares están increíblemente calientes, con récords de temperatura. Y ustedes saben lo que está causando esto. No se los tengo que decir: el calentamiento global y el cambio climático".
Llevo más de tres décadas viviendo en el sur de la Florida, y he tenido mi buena dosis de huracanes, inundaciones y evacuaciones. No es que uno se acostumbre; más bien, esas tormentas se convierten en una parte normal de tu vida. A cambio de tener un mar que parece tina de baño durante el verano, y tiempo soleado el resto del año, ya sabemos que nos tenemos que preparar para un par de huracanes por temporada. A veces más, otras menos.
Y no es el temor inusitado de los terremotos. Al huracán lo ves venir, lentamente, por días, los noticieros se atascan de información, de pronto escasean los alimentos y crecen las filas para la gasolina, las calles se llenan de rumores y predicciones amarillistas, los políticos piden ayuda de emergencia antes que lleguen los primeros vientos, cierran escuelas y negocios … y a veces no pasa nada. Pero cuando pasa, pasa. Y en grande.
Me ha tocado cubrir (como periodista) y sufrir (como residente) varios huracanes. Algunos se te quedan grabados como un trauma. Y como llevan nombres de personas, es imposible olvidarlos. Todavía recuerdo la parálisis que causó Andrew (1992) en la Florida, las inundaciones catastróficas de Katrina (2005) en Nueva Orleans y la conmoción que dejó por años María (2017) en Puerto Rico. Uno habla de estos huracanes como verdaderos personajes diabólicos. Y Milton viene de esa misma familia de despiadados. Por eso causó tanto miedo.
Mientras les cuento estas historias, resulta increíble pensar que tantos vivimos tan cerca de las costas. A cambio de un pedazo del paraíso nos arriesgamos a perderlo todo. Sí, tarde o temprano un gran huracán nos va a hacer añicos. Esta vez fue Tampa. Pero la próxima puede ser Miami o cualquiera de las poblaciones que, temerariamente, han ido creciendo en el golfo de México y en las costas del Atlántico y el Pacífico. A veces la naturaleza se ensaña, como ha ocurrido en Acapulco. Y nadie está a salvo.
Es nuestra culpa.
El 10 de marzo del 2022, Antonio Guterres, el secretario general de las Naciones Unidas, anunció que ya habíamos "pasado el punto de no retorno" en la crisis climática. Y actualmente llevamos más de 12 meses consecutivos en que las temperaturas del planeta han superado los 1.5 grados centígrados en comparación con el promedio de la era pre-industrial (1940). Ese era el límite que científicos y las Naciones Unidas habían acordado como máximo para controlar el calentamiento global. Y ya lo cruzamos.
Por eso, Milton y otros huracanes cada vez son más poderosos. Por eso, el clima extremo. Por eso, partes de los ríos Amazonas y Mississippi se están quedando sin agua. Por eso, inundaciones sin precedentes en una parte del planeta junto a sequías inimaginables.
"¿Estamos demasiado tarde?", le pregunté recientemente a Albert Martínez, uno de los mejores meteorólogos del Weather Channel. "Cuando uno mira los números, uno se da cuenta de que el punto de no retorno ya lo hemos pasado", me dijo. Ir hacia atrás "en ese famoso grado y medio de temperatura media en el planeta ya es muy difícil. Imagínate: Por mucho que mañana todos los países del mundo se pusieran de acuerdo y dijeran 'vamos a dejar de emitir dióxido de carbono', la tierra tiene una inercia".
Y luego vino lo que ninguno de nosotros quería oír. "Ir hacia atrás, frenar el cambio climático es prácticamente imposible", me dijo Martínez. "Tenemos que adaptarnos a este nuevo futuro que ya lo tenemos aquí".
En este nuevo futuro hay, desde luego, muchas cosas que todavía podemos hacer. Los países más ricos del mundo son los responsables del 80 por ciento de las emisiones de gas. Y es ahí donde debemos de poner la mayor presión.
Mientras tanto, cada uno de nosotros se tiene que adaptar a las crisis de su propia región. Yo sigo dependiendo de dos grandes meteorólogos, John Morales y Albert Martínez, para que me digan, en época de huracanes, cuando me puedo quedar en mi casa de Miami y cuando debo evacuar la zona con toda mi familia. Gracias John. Gracias Albert.
El futuro ya nos llegó.