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Urbe y Orbe

90 segundos

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

En 2023, el Reloj el Fin del Mundo del Boletín de Científicos Atómicos marca 90 segundos para la medianoche, lo más cerca que hemos estado de una catástrofe global desde 1945. ¿Por qué? ¿Qué quiere decir esto? Frente al ajuste más reciente del reloj podemos asumir varias posturas. Podríamos comportarnos como los apocalípticos de Umberto Eco y tomar de forma casi literal la advertencia, pensar que el cataclismo mundial está a la vuelta de la esquina y que no hay nada que hacer salvo esperar el fin. Podríamos caer en el optimismo irreflexivo y pensar que todo esto es una enorme exageración, que no vale la pena prestarle atención alguna y que es mejor seguir con nuestra vida como si nada ocurriera. O podríamos intentar ser racionales, críticos y propositivos para analizar en su justa dimensión lo que los científicos agrupados en el boletín quieren comunicarnos. Eso es lo que pretendo hacer hoy.

El Boletín de Científicos Atómicos se define como una organización sin fines de lucro y una publicación académica para el público en general que esté interesado en conocer los riesgos existenciales que enfrenta la humanidad en su conjunto. Fue creado en 1945, tras las explosiones de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, y entre sus fundadores destacan Albert Einstein, premio Nobel de Física, y Robert Oppenheimer, Rudolph Peierls, John Simpson, Cyril Smith, Viktor Weisskopf y Robert Wilson, integrantes del Proyecto Manhattan, bajo el cual se desarrolló la primera arma nuclear de la historia. El impacto causado por la destrucción sin precedentes del "Little Boy" y el "Fat Man" movió a estos científicos a pasar del lado de los creadores de la bomba al lado de los detractores del uso de la misma. Por el Boletín ha desfilado una pléyade de científicos y personalidades como el astrofísico Stephen Hawking, el escritor Arthur C. Clarke, la premio Nobel de Química Dorothy Hodgkin y el pionero de la investigación operativa, Philip M. Morse, entre muchos otros.

El Reloj del Fin del Mundo apareció por primera vez en 1947 como una advertencia simbólica respecto a las amenazas que se posan como sombras sobre la humanidad. En un principio estaba enfocado a medir el riesgo de una conflagración nuclear, pero ha evolucionado hasta incorporar otros peligros existenciales. En aquel lejano 1947, el reloj marcó 7 minutos para la medianoche. Desde 2015 se publica año con año el ajuste a las manecillas que, de acuerdo al análisis de los científicos, la Junta de Ciencia y Seguridad del Boletín propone a la Junta de Patrocinadores que hoy incluye a 10 premios Nobel. El objetivo es generar conciencia entre sociedades y gobiernos respecto a las consecuencias de las acciones y tecnologías humanas en el ecosistema planetario. Es, quizás, el análisis de riesgos globales más importante en el horizonte mediático. Hoy, la Junta del Boletín ha decidido que las manecillas estén a un minuto y medio del desastre, y para argumentar su decisión ha descrito cuatro amenazas existenciales.

La primera de ellas es el riesgo nuclear, por dos razones principalmente: 1) la guerra en Ucrania, que involucra a una potencia nuclear, Rusia, la cual ha hecho alarde en varias ocasiones de la capacidad destructiva de su arsenal para tratar de amedrentar a quienes apoyan hoy al gobierno ucraniano, y 2) la expansión y modernización de los armamentos nucleares de Rusia, Estados Unidos, China, India y Corea del Norte, y la eventual capacidad de Irán de desarrollar bombas atómicas. La segunda amenaza es el cambio climático, sobre todo porque las tensiones geopolíticas han mermado la voluntad de cooperación para hacer frente al calentamiento global, además de la persistencia de varios países desarrollados y emergentes de seguir haciendo uso de energías sucias como las generadas con gas, petróleo y carbón.

El tercer bloque de amenazas son las biológicas, que abarcan tres vertientes: 1) el aumento acelerado de los brotes epidémicos infecciosos desde la década de 1980 con la posibilidad de desatar otras pandemias como la de COVID-19 en el futuro cercano; 2) la incapacidad de la comunidad internacional de hacer frente a las consecuencias de la globalización y la urbanización que incrementan los riesgos de contagios masivos de nuevas enfermedades, y 3) el aumento de la posibilidad del uso de armas biológicas por parte de estados o agentes involucrados en guerras. Por último, están las amenazas por tecnologías disruptivas, que van desde la propagación masiva de noticias falsas hasta el bloqueo o inhabilitación de los sistemas satelitales de telecomunicaciones, pasando por los ciberataques generalizados y la fragmentación del ciberespacio en sistemas nacionales o regionales cerrados e inconexos.

Con todo y la contundencia de estos argumentos, hay quienes subestiman, descalifican y hasta se burlan del ejercicio del Boletín de Científicos Atómicos. Pero hay realidades innegables que deben hacernos pensar dos veces antes de minimizar la advertencia. Las posturas radicales de la OTAN y Rusia en la guerra de Ucrania abren la puerta al uso de armas de destrucción masiva por cualquiera de los bandos en caso de sospechar una posible derrota. Ya sólo queda un tratado antinuclear vigente entre EEUU y Rusia, e Irán está cada vez más cerca de desarrollar sus propias armas nucleares. El mundo gasta 63 veces más en armas que en acciones contra el calentamiento global. La mayoría de los tratados comerciales internacionales son vinculantes, mientras que los acuerdos de las cumbres climáticas, no. La guerra en Ucrania y el fin de la pandemia han repuntado los consumos de carbón e hidrocarburos. En vez de unir a las potencias en un frente común por la salud global, la pandemia ha dividido y polarizado al mundo. Y, por si fuera poco, la creciente desconfianza entre potencias está creando un ecosistema digital fragmentado, vulnerable y susceptible de ser usado como arma.

Pero es importante recalcar que el Reloj del Fin del Mundo es un símbolo, no un parámetro literal, y que su objetivo es crear conciencia sobre los riesgos globales actuales; movilizar a la opinión pública para que avance en la exigencia de soluciones conjuntas a las crisis que enfrentamos como humanidad. Debemos entender que la advertencia no es que el mundo "se va acabar". Plantearlo de esta manera nos puede llevar a trivializar las amenazas y a verlas como un espectáculo ante el cual nada podemos hacer. Lo que está en juego en realidad es la viabilidad de la vida humana en este planeta. La Tierra seguirá con o sin nosotros. Lo que depende de nosotros es si seguirá con o sin la humanidad y, en caso de subsistir ésta, en qué condiciones. El llamado del Boletín de Científicos Atómicos es a la acción y a la demanda que debemos hacer hacia los tomadores de decisiones para que disminuyan o, en su defecto, frenen las amenazas que nos tienen a 90 segundos de la medianoche.

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