Buenos aires conserva su característico alboroto. Lo percibo mientras tomo café y entre palabras floto.
Es que principios generales no me considero devoto. De emociones somos, mareas y terremotos.
Las inmediaciones al corredor del palacio de los patos los convierten en gustoso, por su gastronomía y olfato.
Pero convive en simultáneo la distinguida pausa del observador innato, insinuante del abreviado tracto.
Expectante a las miradas, de todo tipo y arrebato consuma la osadía de pasar el rato.
Referidos los encuadres confluyen en correlato, con una mixtura de sujetos integrando el mismo literato.
Mientras doy acomodo y alimento el relato, me presumo cláusula de un mismo contrato.
Las condiciones describen con tono ingrato, lo que palabras reflejan un claro retrato.
Producto de la desigualdad y algo de maltrato, también Forma parte la petición del ñato.
Por las sobras que dejaron en el plato. En un tono invasivo un tanto ingrato.
Creo en los beneficios, de la ciudad, su anonimato. Pero también en la crudeza del errado candidato.
Evidencia de que un eslabón no tuvo bachillerato. Y la audacia de lidiar con ello, no la brinda ningún bibliorato.
Frente a la pantalla donde anoto. Escapo de la tarea por la que aboco.
Y elaboro teorías, que luego revoco. De pensamiento inmerso procurando hacer foco.
Ostenta de perverso, el Buda al que invoco. Y entre movimientos choco, de contemporáneo a barroco.
Se han escrito ríos de tinta, y el resultado en unívoco. Pues en cada suponer, hay sentidos políglotos.
Sin mas en la coreografía que concluye en tenaz partida un final sin bienvenida carente de autoría.
Apuro el recién molido afirmando lo advertido. Pero un tanto más convencido, por agudizados los sentidos:
Cada quien continúa, en su dinámica sumergido pese a lo que a su alrededor puede haber ocurrido.
Con la certeza viva carente de albedrío, escasea el interrogante sin dirección va el navío.
De suponer que por algo, a este mundo ha venido. Mas no todos, se preguntan cuál ha sido el motivo.
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