(ESPECIAL)
"Will you still need me, will you still feed me. When I'm sixty-four" - When I'm 64, The Beatles
No importa cuánto dinero o poder tengas, ni el estrato social al que pertenezcas, la juventud, en mera cuestión de edad, es algo que no se puede comprar. Cada minuto que pasa es un minuto restante de vida y cada segundo envejecemos más pero al menos, la percepción de juventud, varía mucho de persona a persona. Cada año ganamos más experiencias y más aprendizaje y se podría decir que a algunas personas les sienta mejor el paso del tiempo, sin embargo, ser más viejo que alguien más es una condena que no se puede romper.
Un estudio realizado por el Pew Research Center a 3 mil personas en Estados Unidos reveló que la mayoría de los encuestados afirmaron que la vejez comenzaba en promedio a los 68 años y también consideraron que "ser viejo" es una cifra mayor a la que en ese momento tenían.
Hace más de medio siglo, un adolescente inglés llamado Paul McCartney escribió la canción "When I'm 64", en la que se imagina cómo sería enfrentar su vejez, perder el pelo y esperar que su chica le siga mandando botellas de vino en San Valentín. El tema fue lanzado en 1967, hace 55 años, en el Sgt. Peppers and the Lonely Heart Club Band, poco después de que su padre, James McCartney, llegara a esa marca de edad.
La semana pasada Paul cumplió 80 años, superando por mucho la edad en la que su versión más joven pensaba cómo sería el amor y su plan de retiro. Hoy sigue siendo uno de los artistas vivos más importantes y lo celebra en medio de una gira pospandémica en la que recorre el mundo junto a su banda, tocando casi 40 canciones durante tres horas, y el retiro no se ve en un futuro cercano.
En 2012 y 2017 tuve la oportunidad de ver a Paul en el estadio Azteca. En el primero de ellos, el señor que estaba a mi lado disfrutó de las canciones de manera muy discreta, emocionado pero atento, sin perder la calma. Después del encore y mientras sonaba Golden Slumbers, el hombre no se contuvo más y las lágrimas rodaron por su rostro. Empatizamos y lloramos un poco mientras veíamos a Sir Paul con una energía que a muchos, empezando por mí, nos gustaría tener. Al terminar de tocar Live and let die, se disparan fuegos pirotécnicos iluminando toda la arena y en el último estruendo, Paul recarga su mano en la barbilla, encima del piano, y hace un ademán de impavidez, sobriedad y de que estar frente a 80 mil personas es un martes cualquiera para un tipo como él.
Muchas de las personas que estuvieron cuando The Beatles estuvo en su apogeo ahora no existen más o, al igual que Paul, rebasan los 80 años. Sin embargo, década tras década y generación tras generación, su música y canciones siempre encuentran la forma de filtrarse y de transformar la vida de millones. Así pasó con la mía.
Con el pasar de los años y de la juventud, cambian las percepciones y uno deja de casarse con ciertos conceptos o ideas sobre sus cosas preferidas.
Cada vez disfruto más la música sin tanto prejuicio pero cuando llega la pregunta de cuál es mi artista/banda favorita, lo primero que se me viene a la mente son los Beatles. Por ahí de los 12 años descubrí el poder curativo de sus canciones y el efecto mágico y terapéutico que tienen sobre mi cuerpo cuando me lleno de ansiedad. Siempre que escucho a los Beatles no me puedo imaginar la vida más bonita.
No sé dónde estaré yo cuando tenga 64 y espero poder vivir para contarlo, lo que sí sé es que a esa edad estaré en un mundo sin Paul McCartney. No me imagino tampoco qué música dominará el mundo ni a qué líderes seguiremos, pero también sé que sus canciones seguirán resonando en los hogares de las nuevas generaciones. Espero que para entonces sea igual de importante contar que dos veces en la vida, yo compartí el mismo espacio geográfico que uno de mis héroes y tuve la fortuna de escuchar los temas que marcaron mi existencia de la viva voz de uno de los cuatro Beatles. Lo que te quiero, Paul. Here, there and everywhere.
