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Crónica de una guerra ganada a pulso de los EU

(A LOS AMANTES DE LA VIDA Y SUS RECUERDOS)

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

En heroica respuesta a la provocación del enemigo, mal comidos y mal armados -descompuesta la única ametralladora disponible, una Colt 7 milímetros- los soldados mexicanos de la brigada Canales, se impusieron en una fiera lucha a los altaneros dragones del Ejército de EU que habían invadido nuestro territorio en persecución del general Francisco Villa, y los obligaron a rendirse, abandonando en el campo de batalla a sus muertos y heridos, caballos, armas y municiones, la mañana del 21 de junio de 1916 en "El Carrizal", Chihuahua.

Con un elevado sentimiento de lealtad a la patria, impulsados por un valor excepcional y una sólida dignidad, los guerreros nacionales al mando del joven general brigadier coahuilense Félix Uresti Gómez (29 años) contuvieron exitosamente - a costa de sus vidas- una expedición militar intervencionista cuyo general en jefe -John S. Pershing- ignoró con arrogancia las órdenes del presidente Venustiano Carranza para que frenara su avance y abandonara de inmediato tierras mexicanas.

El capitán Charles T. Boyd, al mando de un escuadrón de caballería e infantería integrado por soldados negros fogueados en la guerra de Las Filipinas, recibió órdenes imperiosas del general Pershing para que continuara su marcha hacia Villa Ahumada, Chihuahua, lugar donde según los invasores norteamericanos se ocultaba Francisco Villa, a quien intentaban capturar luego de su arrasador y sorpresivo ataque a Columbus, EU.

En "El Carrizal", un polvoriento poblado con casas de adobe colindante con Villa Ahumada y la hacienda Santo Domingo, propiedad de un ciudadano estadunidense, se encontraban ya dos regimientos del Ejército mexicano con instrucciones de no permitir el paso de los intrusos, quienes se aproximaron a paso veloz envueltos en nubes de tierra cuando apenas clareaba el día. El teniente coronel Genovevo Rivas Guillén, al frente del segundo regimiento, salió pacíficamente al encuentro de la tropa invasora y con palabras firmes y directas trató de convencer al capitán Boyd para que retrocediera y respetara la soberanía nacional.

Altanero y provocativo, el militar gringo rechazó la petición y advirtió que se abriría paso entre balas y cadáveres, sin importarle que murieran sus hombres "pues para eso eran hombres". El teniente Rivas Guillén le pidió entonces que esperara un tiempo prudente mientras recibía instrucciones del general Gómez, quien a su vez esperaba órdenes por la vía telegráfica del general Francisco González, jefe de la línea militar fronteriza y de la brigada Canales, con asiento en Ciudad Juárez, Chihuahua. Ante la tozuda negativa de Boyd, el general Gómez, quien se hallaba en la guarnición de Villa Ahumada, a caballo se apersonó con el subalterno de Pershing con el propósito de evitar malos entendidos y un conflicto armado, y lo invitó comedidamente a que se retirara sin buscar la confrontación, pues ése no era el deseo del gobierno mexicano y le aclaró que tampoco estaba dispuesto a tolerar una expedición punitiva que amenazaba la integridad territorial mexicana.

Boyd desatendió nuevamente el llamado para que se aquietara y con una actitud soberbia ordenó a sus tropas que se replegaran a unos 200 metros de distancia. Con los caballos encadenados para que no se escaparan, los infantes afro americanos formaron una línea de tiradores armados con rifles máuser y revólveres. Los regimientos mexicanos, a su vez, se prepararon para la contienda inevitable y apuntaron sus armas hacia el adversario, colocando en el centro de la guarnición defensiva la única ametralladora con que contaban, una Colt 7 milímetros que desafortunadamente se "torció" a causa de un sobrecalentamiento provocado por los cientos o miles de disparos hechos sin tregua por espacio de una hora aproximadamente.

De acuerdo con el testimonio de Rivas Guillén avalado por los historiadores y cronistas de la época, los llamados dragones (soldados que peleaban lo mismo a pie que a caballo), fueron los primeros en abrir fuego a una distancia de 80 a 100 metros del emplazamiento mexicano instalado en "El Carrizal", obteniendo una réplica instantánea por parte de los valientes defensores del espacio nacional. Los dos bandos entraron en un violento combate que duró alrededor de tres horas, con un intenso fuego cruzado que alcanzó a hombres y bestias en medio de una gran polvareda y el estruendo de las balas que parecía interminable.

El profesor Francisco Loya Martínez, en un relato publicado en un diario de Chihuahua el 22 de junio de 1977, refiere que ante el vano esfuerzo del general Félix U. Gómez para que Boyd se desistiera de sus aviesos propósitos, ordenó el toque de fuego. "Los soldados mexicanos -escribió el maestro Loya- avanzaron a pecho descubierto gritando "¡Viva México!", "¡Viva Carranza!", "¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe!".

Los primeros disparos alcanzaron en la frente al general Gómez, nacido en 1887 en Gómez Farías, Coahuila, cayendo fulminado de su caballo rosillo. El teniente coronel Genovevo Rivas Guillén asumió el mando y la pelea se tornó más sangrienta. Del lado contrario murieron igualmente en forma prematura el capitán Boyd y su segundo en el mando, teniente Adair Henry Rodney (los únicos blancos del grupo atacante). Estas sensibles pérdidas -las de sus jefes principales- desalentaron a los usurpadores y optaron por la rendición. Otros huyeron. Los soldados del Ejército Constitucionalista creado por el presidente Venustiano Carranza, le causaron al enemigo 50 bajas y apresaron a 27 agresores; requisaron 31 fusiles máuser, 3 mil cartuchos de 80 milímetros, 31 caballos ensillados y un aparejo. Del lado mexicano -según el parte informativo rendido por el teniente Rivas Guillén a su superior el general Francisco González el 23 de junio de 1916- murieron 31 hombres y 41 resultaron heridos.

En "El Carrizal" y muy cerca de las primeras casas de adobe, había acampado con anticipación el primer regimiento al mando del mayor Leobardo Velarde Portes y posteriormente se le unió el segundo regimiento a cargo del teniente coronel Rivas Guillén. Los dos grupos integraron una primera línea de batalla que frenó a los norteamericanos, a quienes atacaron indistintamente por los flancos derecho e izquierdo hasta aniquilarlos.

Los pertrechos asegurados a los vencidos, fueron devueltos al gobierno de los Estados Unidos, en un gesto de acercamiento del gobierno mexicano para evitar un enfrentamiento mayor.

Los militares mexicanos caídos en aquel combate y los sobrevivientes, fueron proclamados héroes de México y un decreto legislativo del gobierno de Chihuahua dispuso que cada 21 de junio, la bandera nacional sea izada en su memoria en todos los edificios públicos del país. El general brigadier Félix Uresti Gómez año con año es venerado en su tierra natal; lo mismo pasa con el coronel Leobardo Velarde Portes y el teniente coronel Genovevo Rivas Guillén. Lamentablemente, la ignorancia y el olvido por parte de la mayoría de los mexicanos, empaña la valiente defensa de México que hicieron hace más de cien años los paladines de la brigada Canales.

El teniente Velarde Portes, ascendido a coronel, fue asignado al destacamento militar de la capital de Chihuahua y falleció años después por causas naturales. Su familia radica en Gómez Palacio, Durango.

El maestro Loya Martínez rinde un fervoroso homenaje al general Félix U. Gómez "y a todos los oficiales y soldados que con un alto sentido del honor y del deber, ofrendaron sus vidas como dignos militares y buenos mexicanos, y porque en los momentos supremos de angustioso dramatismo que pusieron en peligro nuestras libertades, nuestras instituciones y la integridad misma de la patria, es cuando adquieren plena validez las hermosas palabras de nuestro glorioso Himno Nacional: Piensa, ¡Oh Patria Querida/que el cielo, un soldado/en cada hijo te dio…"

(En esta guerra, destacan las similitudes heroicas con la Batalla de Puebla librada exitosamente por las tropas mexicanas ante los invasores franceses el 5 de mayo de 1862, pues los soldados mexicanos al mando del general Ignacio Zaragoza, defendieron a sangre y fuego la soberanía y la dignidad del pueblo de México y también, como sucedió con los defensores de El Carrizal, Chihuahua, se convirtieron en símbolo de soberanía e independencia, fortaleciendo la nacionalidad de la población mexicana con la derrota y el rechazo de los invasores franceses, épica que dio origen a la famosa frase del general Zaragoza: "Las armas del supremo gobierno se han cubierto de gloria". Lamentablemente, en México aquella hazaña bélica ha pasado desapercibida, no así el 5 de mayo, si bien en los Estados Unidos se conmemora esta fecha con un mayor fervor patriótico por parte de los migrantes mexicanos que buscan reivindicar y refrendar el vínculo con sus raíces y el reconocimiento del gobierno estadunidense a la comunidad latina. Esa ha sido la interpretación que se le ha dado a las fiestas conmemorativas en EU, no así en México, donde la pandemia y el desapego han fundido nuestras tradiciones.

(En El Carrizal, también, los soldados mexicanos ofrendaron sus vidas "como dignos militares y buenos mexicanos defensores de la integridad de México". Esta sería una frase apropiada para integrarla al archivo nacional como ocurre con el pronunciamiento del general Ignacio Zaragoza, un héroe mexicano de la misma altura o más, si se quiere, del general Félix Uresti Gómez, un joven militar nacido en Gómez Farías, Coahuila, cuyo valor, audacia y estrategia militar le valieron el sobrenombre de "Héroe del Carrizal". Sin embargo, sólo en Monterrey lo recuerdan poniendo su nombre a una avenida y al metro de la capital de Nuevo León).

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Escrito en: editorial HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ editoriales

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