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Crisis estructural del agua en La Laguna

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

La crisis del agua que enfrenta la población de La Laguna tiene como causa profunda, principal, además de la sobreexplotación de acuíferos subterráneos y del robo masivo, saqueo, del líquido superficial -llamado en su conjunto huachicoleo del agua-, así como la sequía y el cambio climático, el impacto de las presas Lázaro Cárdenas y Francisco Zarco sobre la cuenca del río Nazas y su acuífero Principal. Es decir, que si queremos saber la historia del mal manejo del agua en esta región del centro norte de México, ahí la podemos encontrar. El resto corresponde a la corrupción e ineficiencia a que se someten los organismos operadores municipales y estatales del agua, el Distrito de Riego 017 y la propia Comisión Nacional del Agua.

Por lo mismo, la crisis del agua en La Laguna no se puede medir por trienios o sexenios, por municipios, estados o federación, por pozos o llaves domiciliarias.

Quiere decir que por más pozos de agua que se perforen y que por más que la población tenga por el momento agua en su llave, la crisis estructural sigue, latente, presente, irresuelta, profunda.

No se pierda de vista que el impacto de las presas sobre La Laguna no tiene precedente.

En pocos años, desaparecieron tres enormes lagunas naturales -de Mayrán, Viesca y Tlahualilo-, se eliminaron los esteros y extensas arboledas en las orillas del río Nazas, aparecieron grandes grietas de profundidad considerable, se abate progresivamente el acuífero y se pierde la calidad de su agua.

Por si fuera poco, proliferan las faltas administrativas en el manejo del agua, aumentan las pérdidas por evaporación y filtración en los vasos de las presas y desaparecen los microclimas por el revestimiento de canales y la eliminación de los árboles que crecían en las acequias.

En resumen: la promisoria región de La Laguna se convirtió en un páramo amenazante y peligroso.

Desde su construcción en 1946, la presa Lázaro Cárdenas impidió que el acuífero Principal de La Laguna recibiera en promedio anual 128 millones 75 mil metros cúbicos de agua del río Nazas para su recarga.

Y después de la construcción de la presa Francisco Zarco, de 1968 al 2005, el déficit en volumen se incrementó a 475 millones 69 mil metros cúbicos anuales.

El impacto que tuvieron las llanuras laguneras luego de la construcción de la presa Lázaro Cárdenas fue inmediato, letal.

Un año había transcurrido apenas de la ostentosa inauguración de la presa Lázaro Cárdenas, en 1947, cuando disminuyó trágicamente el caudal que emanaba de los manantiales que existían en la zona de Viesca, Coahuila, en la parte nororiental del acuífero Principal de La Laguna, a grado tan grande que se estableció como la primera llamada de alerta sobre la región.

La zona de Viesca es uno de los lugares que más fuerte ha sufrido los embates del abatimiento acuífero de La Laguna.

De aquellos días viene el destino que se transfiguró en funesto para la llanura comarcana. Ancianos laguneros lo saben; ahora está científicamente demostrado.

Más, para ser justos, hay que decir que la extinción total, definitiva, de los ojos de agua o manantiales en Viesca, registrada en el año 1953, se debe, además, a la presa Leobardo Reynoso, que se edificó sobre el río Aguanaval en 1940.

Hasta antes de la construcción del sistema de presas de La Laguna, el régimen natural de descarga permitía que los escurrimientos superficiales de los ríos Nazas y Aguanaval realizaran aportaciones importantes de recarga al acuífero Principal y formaran manantiales y lagunas como las de Tlahualilo, Mayrán y Viesca.

Cuatro años después de que el río Aguanaval empezó a ser regulado en la parte alta de la cuenca y se incrementó la perforación de pozos profundos en el área que ocupa el macizo de Jimulco, en 1947, empezaron a disminuir los manantiales que -según aparece en las crónicas del capitán Nicolás de Lafora en 1767 y del fraile franciscano Juan Agustín de Morfi en 1777- antiguamente emanaban y se desperdiciaban en una gran ciénaga.

En 1934 un estudio sobre manantiales de la hacienda de Hornos, en Viesca, concluía que el agua que los alimentaba correspondía a la fracción de aguas subterráneas que circulaban por el macizo de la sierra de Jimulco, que tiene una longitud aproximada de 80 kilómetros y un ancho de 20 a 30 kilómetros, y por lo tanto, una superficie de 2 mil kilómetros cuadrados.

Al extinguirse los manantiales en 1953, el Estado perforó 8 pozos profundos en la Sierra de Santa Ana para abastecer de agua potable y fines agrícolas a los ejidos de Saucillo, Margaritas, Emiliano Zapata, Villa Bilbao y Venustiano Carranza. Pero en 2002 cinco de los pozos perforados se agotaron debido a la creciente profundidad --más de 130 metros- que presentaba el nivel estático del agua subterránea.

Recomendable es leer la tesis doctoral de Carlos Cháirez Araiza "El impacto de la regulación de los ríos en la recarga a los acuíferos. El caso del acuífero Principal de la comarca de La Laguna".

@kardenche

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