EDITORIAL Columna Sergio Sarmiento Caricatura Editorial editoriales

¿Por qué debemos proteger, recuperar y conservar el río Nazas?

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Al conversar con personas de anteriores generaciones, cada vez menos, que alcanzaron a ver fluir el río en el cauce natural, nos transmiten recuerdos que rememoran su vivencia, generalmente satisfactoria, en un entorno cotidianamente asociado al agua que escurría y la vegetación que crecía en la ribera, tramos algunas veces continuos y otras interrumpidos, unas abundantes y otros ralos, de árboles, álamos, sauces y algunos sabinos, coexistiendo con los vecinos y colindantes arbustos comunes del desierto, mezquites, huizaches y otros que gradualmente fueron deforestados al ser desplazados para dar pie a edificaciones humanas.

Quienes no alcanzamos a observar y vivir con esos paisajes ribereños, paisajes singulares en medio del desierto que marcaban la vida de los habitantes de las nacientes ciudades laguneras y las comunidades rurales creadas durante el reparto agrario cardenista, a los cuales dotaba de una identidad propia, desearíamos que el tiempo regresara al pasado, un retorno que hoy parece imposible y que quienes aún disfrutan esa convivencia se aferran a no perderla, como ocurre con los residentes en las aún comunidades ribereñas de lo que queda vivo del río.

Hoy en día estos paisajes solo se viven en esas comunidades ribereñas y en el esplendor, castigado por la presencia humana, del Cañón de Fernández, de ahí la valoración que algunos laguneros damos a este reducto singular de vida silvestre, convencidos de que merece ser protegido para frenar el daño que en él están provocando los concesionarios de la franja federal y los visitantes que con sus edificaciones campestres y la siembra de cultivos han fragmentado el hábitat ribereño y están alterando la flora y fauna silvestre, que se aferra a su morada porque en los escenarios vecinos el paisaje se ha transformado, los ecosistemas naturales se han convertido en ecosistemas antropizados, trastocando de manera irreversible las cadenas alimenticias que sustentan su vida.

Hace tres cuartos de siglos el ingenio humano decidió continuar ampliando la infraestructura hidroagrícola para aprovechar mejor el agua en la agricultura del Distrito de Riego 017, se construyó la presa Francisco Zarco o las Tórtolas y se desvió el río de su cauce natural hacia un canal revestido de concreto, el canal Sacramento, se compactaron áreas de cultivo. Pero esta obra de ingeniería destinada a mejorar la producción agrícola y la economía regional ha tenido un costo ambiental y social no apreciado o minimizado.

Desviar el caudal de agua del cauce natural del río lo desecó. Casi cien kilómetros se convirtieron en el hoy conocido por todos los laguneros como "cauce o lecho seco", transformó el singular paisaje ribereño en otro típico de las zonas áridas. Abonamos al proceso de desertificación local aunque casi tres décadas después firmamos el convenio internacional de "Lucha contra la desertificación y la sequía", pero nada hicimos por recuperar nuestro río, acabamos de tajo con el paisaje y la vida ribereña, sepultamos en la memoria colectiva su existencia y con ello perdimos la identidad que habíamos logrado al ocupar estos territorios, identidad que hoy buscamos en otros ámbitos como el futbol, en el equipo al que todos le vamos.

Recuperar el río Nazas debe ser una meta en la vida de los laguneros, con ello recuperamos nuestra identidad, nuestros singulares paisajes, mejoraremos el clima y la calidad del aire atmosférico cada vez más contaminado, ayudaremos a recargar nuestro castigado acuífero principal sobreexplotado de manera irracional para sostener una patrón de crecimiento económico, un modelo de producción insostenible que ya nos cobra factura con el desabasto y la contaminación del agua del subsuelo. No tenemos duda que recuperar el río será más benéfico que perjudicial, que si bien hay problemas por resolver no es imposible hacerlo.

Hay que replantear a fondo la forma en que creemos que desarrollamos la economía y la vida de esta región, por otra más sostenible que no solo nos asegure las condiciones sociales que tenemos sino que busquemos una mayor prosperidad, eso es posible si tomamos las mejores decisiones sobre el uso de los recursos que la naturaleza, de manera bondadosa, nos dispuso, a diferencia de otros sitios de este ambiente árido. Tenemos la inteligencia para hacerlo, solo hay que proponérselo, hay que convertir el ingenio humano en una voluntad colectiva que nos mueva hacia un futuro más alentador, sobre todo para las siguientes generaciones a las que les estamos privando de beneficios que solo pequeñas élites están disfrutando, a las que empujamos a que migren porque no podemos ofrecerles ingresos y oportunidades satisfactorias.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: editorial A la ciudadanía A la Ciudadanía

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2015764

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx