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Eros y Thanatos

diálogo

Yamil Darwich

Los publicistas han llamado a febrero “el mes del amor y la amistad”, como si el resto del tiempo estuviéramos alejados del sentimiento, caso que nos llevaría al opuesto: el odio.

Los seres humanos vivimos en un constante desliz entre sentir amor, reflejando la vida o tener odio, manifestándose como la muerte y los sentimientos negativos. Lo bueno y lo malo dirán algunos pensadores; blanco y negro; verdad y mentira; tristeza y alegría; contraste de sentimientos sublimes contra malas intenciones.

Uno, Eros –griego–, el amor, representado por un niño alado, Cupido para los romanos, quien con arco y flechas amaga a los humanos, disparando y haciendo blanco en algunos, despertándoles sentimientos de enamoramiento. El otro, Thanatos, –romano– se muestra como la muerte envuelta en manto negro, cadavérica, amenazando con quitarnos lo más preciado: la vida.

Desde el punto de vista mitológico, ambos sentimientos: odio o amor, son influencias externas que nos llevan a manifestarnos; a veces con bien desear y otras en mal querer.

La psicología nos enseña que es resultado de la propia composición humana. Ser buenos o malos tiene que ver con la constitución psicológica; la personalidad, suma del carácter y del temperamento, con influencia de la herencia genética recibida de nuestros padres.

Para ser bueno o malo incluyamos otros ingredientes, entre ellos: la influencia familiar, social y hasta el entorno cultural en que nos desenvolvemos; así, podremos enamorarnos de la mujer o el hombre de “nuestra vida”, al que los románticos simplones llegan a denominar “media naranja”, e igualmente desenamorarnos de ella o él, hasta el rompimiento y sentimientos encontrados: “te odio y te quiero” o “quisiera olvidarte en vez de odiarte” frases dulzonas exitosas, de compositores de melodías populares.

Por si lo anterior no fuera suficientemente complicado, intervienen en el diálogo algunos científicos, quienes han elegido la bioquímica para investigar durante el resto de sus vidas. Ellos afirman haber encontrado elementos neuroestimulantes, “precursores hormonales” o “feromonas”, que nos provocan el enamoramiento de la pareja. En los años ochenta se habló de la difeniletilamina, sustancia extraída del cerebro medio y supuestamente “escurrida” desde los tubérculos cuadrigéminos para estimular en la parte posterior de la hipófisis –neurohipófisis–, despertando sentimientos de atracción entre las personas. Decían que al untarla en alguna silla, en la que se encontraba sentado un joven mancebo, observaban a las mujeres ser atraídas, provocándoles animación positiva para establecer comunicación. El revuelo con bromas varias no se hicieron esperar; y …¿cómo no?

Las situaciones de casos extremos en que peligra la vida provocan la liberación de otras sustancias –epinefrina y norepinefrina– y ambas ayudan a preparar la mejor defensa de los amenazados. –“No sé cómo lo logré, pero pude saltar la barda y poner mi vida a salvo”, dicen algunos quienes han tenido esa experiencia. Y ni qué contar de los celos irracionales cegadores de los enamorados, hasta llevarles al crimen pasional o atentar contra la propia vida. “Serotonina” “sustancia P”, “histamina” y otras como las inmunoglobulinas intervienen en procesos diversos, despertando dolor, alergia o estados alterados de la conciencia. Ésos son conocimientos médicos descubiertos y útiles para aplicaciones prácticas ofreciendo otros indicios sobre las reacciones humanas.

Agregue que otros aseguran que el chocolate es afrodisiaco.

Lo sabido: vivimos en un estado de continuo deslizamiento entre los sentimientos positivos (Eros) y negativos (Thanatos), que nos hacen actuar de una u otra manera, para nosotros mismos o los demás.

Hablar del amor, como usted puede comprender, es más complejo que definirlo con simple poesía. Por cierto: yo no conozco una definición universalmente aceptada de la palabra.

En la antigua Atenas, se festejaba el matrimonio de Zeus con Hera y los romanos tenían sus fiestas “Lupercales” en honor a la fertilidad. Quizá de ahí vino la idea de la cultura judeo-cristiana de inventar el Día de San Valentín, personaje que algunos dudan haya existido y que tal vez proviene de la inspiración dejada con el sacrificio de los mártires de la Iglesia, cuando el Papa Gelasio I –498 d.C., trataba de combatir la tradición idólatra de la Roma Antigua.

En contrario, otros afirman que en la Vía Flaminia, –Porta del Popolo– de Roma, durante el siglo XII, estuvo enterrado el afamado religioso San Valentín, cuyo cuerpo fue trasladado a Madrid en el siglo XIX.

Los comerciantes reconocen en el festejo la gran oportunidad para reactivar las compras suspendidas con el fin del período navideño y vaya que la aprovechan.

Algo deja de positivo: la posibilidad de reconsiderar nuestras relaciones humanas para poder mejorar las buenas y reconstruir las dañadas por las situaciones de la vida misma. No sólo es día del amor romántico, también incluye al filial y amistoso, así nadie queda excluido de la posibilidad de festejar. ¿Qué podemos alcanzar de bueno y positivo con ello?

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