Algunos analistas sugieren que luego de las elecciones intermedias el gobierno de López Obrador ha concluido y será muy poco lo que podrá realizar en lo que resta de su sexenio.
No opinamos igual sencillamente porque será en esta segunda parte cuando el tabasqueño intentará concretar todos sus planes y ocurrencias al costo que sea y sin importarle entregar al país hecho un desastre.
Así sucedió en las administraciones populistas de Luis Echeverría y José López Portillo, ambos soñaban con un país igualitario y sin miseria pero terminaron empobreciendo terriblemente a los mexicanos.
Echeverría repartía dinero a diestra y siniestra lo que a la postre generó una anarquía en las finanzas públicas.
Pocos meses antes de entregar el poder, Echeverría se vio obligado a devaluar el peso luego de veinte años de una estabilidad monetaria impresionante. El dólar pasó de 12.50 a poco más de veinte pesos, una devaluación del 76 por ciento.
El final del sexenio de López Portillo fue todavía peor tras varios años de un aparente auge apoyado en la bonanza petrolera.
El gasto público excesivo junto con la corrupción llevó a México a una crisis económica que se acentuó con la fuga masiva de dólares provocada por la desconfianza en el sector productivo.
A tres meses de su salida, López Portillo tomó la extrema decisión de nacionalizar la banca e imponer un control de cambios que empeoró todavía más la situación. El peso cayó en un tobogán y en pocos meses el valor del dólar alcanzó los 70 pesos.
López Obrador recibió en el 2018 una economía sólida y diversificada, nada que ver con el siglo pasado cuando México dependía del petróleo y de unas cuantas industrias.
La pandemia sacudió al país y a sus finanzas, pero gracias a su fortaleza la economía no se derrumbó, tanto los sectores exportadores como las remesas de Estados Unidos y la austeridad oficial fueron factores claves para una recuperación lenta pero sostenida.
Lo que no sabemos ahora es si López Obrador mantendrá disciplina en el gasto público o seguirá gastando millonadas en sus proyectos faraónicos del Tren Maya, el aeropuerto Santa Lucía y la refinería Dos Bocas, además de otras inversiones costosas que anuncia a cada momento.
El martes en Sonora el Presidente dio a conocer una inversión de 11,600 millones de pesos para la tribu Yaqui: se creará un nuevo distrito de riego, se entregarán cerca de 3 mil hectáreas y se construirá un acueducto, entre otras obras.
Muy loable apoyar a un sector marginado como los yaquis, el problema es que ellos poseen un enorme territorio de casi 500 mil hectáreas que no han sabido administrar y que ha sido explotado por políticos y oportunistas.
La tribu Yaqui atraviesa además por una profunda división interna y por conflictos ancestrales que impiden su desarrollo, no será pues regalando dinero y propiedades como se volverá productiva y exitosa.
Mejor haría López Obrador en promover empresas en el territorio Yaqui que brinden empleos y riqueza para una comunidad que al paso del tiempo se ha reducido a unos 35,000 habitantes.
El riesgo entonces de la administración morenista será cuando las necesidades financieras se agolpen en los dos últimos años del sexenio y el presupuesto no alcance siquiera para poner a operar las magnas obras.
Vendrá entonces la frustración y el desaliento para de ahí pasar a las acciones arrebatadas como sucedió en pasados regímenes populistas y como ha ocurrido en países latinoamericanos con presidentes de izquierda, por ejemplo Venezuela y Nicaragua.
No ha concluido, pues, el gobierno de López Obrador, por el contrario las peores acciones están por venir si los mexicanos las permitimos.
NOTICIAS, NOTICIAS…
Bien llevada la defensa de Ricardo Anaya a través de las redes sociales en torno a las acusaciones de haber sido sobornado por Odebrecht para apoyar la reforma energética del sexenio pasado. Hay que estar pendientes de la respuesta de AMLO… ¿Alguien entiende porque un grupo de mujeres promueve un supuesto aborto legal y seguro con agresiones y violencia? ¿Por qué tanta tolerancia y credibilidad a estos sectores fanáticos y anárquicos? El gobierno de Joe Biden insiste en hacer obligatoria la vacuna contra el Covid entre los empleados federales y los militares al tiempo que algunos gobiernos locales quieren obligar a los estudiantes mayores de 16 años a ser inoculados para tener derecho a asistir a clases. ¿Será necesario llegar tan lejos cuando los índices de contagios y muertes por Covid van a la baja en Estados Unidos?
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