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Redescubrir o reinventar a México

EDGAR SALINAS URIBE

"I am mexican", respondió Guillermo del Toro a aquella periodista china que le preguntó cómo hacía para que su personalidad alegre y amorosa no se dejara avasallar por el lado oscuro y terrible de lo humano presente en parte de su obra y, en consecuencia, mantener el balance personal. El público presente en la conferencia soltó una carcajada al escuchar la respuesta como si fuera de dominio universal el significado de ser mexicano. ¿Tal vez ocurra que en el extranjero nos comprenden mejor de lo que aquí nos entendemos? No lo sé, pero otra vez se ha suscitado recientemente el debate que, como olas, va y regresa de cuando en cuando a propósito de lo mexicano, esta vez a raíz de la decisión de la Jefa de gobierno de la ciudad de México de retirar la estatua de Cristóbal Colón de su glorieta en la avenida Reforma y en su lugar colocar una cabeza que su supone homenaje a la mujer indígena mexicana (como si de las decenas de pueblos indígenas fuera posible lograr una síntesis así como se ha planteado).

Aunque el retiro del Colón lo justificaron a partir de la interpretación del navegante como símbolo de una invasión que derivó en múltiples males para los pueblos que entonces habitaban estos territorios, es burda la omisión a otros componentes de aquel suceso que con los años se convirtieron en los orígenes de lo que ahora es México como país y nación multicultural y mestiza. No deja de ser paradójico que la respuesta del cineasta orgullo mexicano haya sido dada en inglés, lengua que además de europea simboliza ahora la palabra del capitalismo norteamericano tan ajeno a ese otro nacionalismo proclive a identificarse con todo, incluido imperios, que se contraponga al vecino del norte.

Septiembre es un mes típicamente dedicado a la expedición nacional hacia el redescubrimiento de México y lo mexicano. Por ejemplo, en los restaurantes se promueven platillos mexicanos, como si en los otros meses nos dedicáramos a saborear lo mejor de la cocina francesa o los sabores rústicos de la comida italiana. Pero más allá de esa temeridad, al menos hay que reconocer el reposicionamiento que con esa ocasión se hace del Chile en Nogada, el tequila y los mariachis como quintaesencia de lo mexicano. Aunque ya para el 17 de septiembre haya más pan de muerto en los mercados que otra cosa. Me pregunto qué sería del tequila, el charro y la china poblana sin la decisión de la industria del cine de la época de oro para hacer de esa triada, junto al mariachi, los identificadores de una nación.

Sin esa influencia probablemente el tequila competiría con el mezcal, el sotol, la charanda o el pulque por la bebida nacional. Lo mismo ocurriría con el charro de los altos jaliscienses ante la gran cantidad de vestimentas tradicionales de otras regiones como la guayabera de la península yucateca o la del golfo o la ropa del rarámuri. Igualmente, el chile en nogada competiría por la esencia de la cocina nacional con el taco, las gorditas, la carne en su jugo, el tamal o las corundas. Para nuestra fortuna, la diversidad que entre el río Bravo y el Usumacinta tenemos nos permite conocer y disfrutar múltiples expresiones gastronómicas, lingüísticas, religiosas, de vestido y otras formas que en resumen definimos como mexicanas, aunque un puñado de ellas gocen, por las razones que sea, del escaparate principal de lo mexicano.

De manera que redescubrir cada septiembre a México y lo mexicano es un ejercicio de ocio (en el mejor sentido del término) que llevado sin solemnidad ni ideología facilita que nos salga del alma gritar a todo pulmón ¡Viva México! además de comprender intuitivamente lo que significa eso del "I am mexican" aludido por Del Toro.

Algo que despierta curiosidad es que haya quien, además de navegar hacia atrás en la ruta del redescubrimiento, decida desde la posición en que estuvo en su momento la industria del cine mexicano de oro (el poder) reinventar lo mexicano a partir de la anulación de símbolos y la colocación de nuevos ajenos a la realidad contemporánea o a una aspiración genuinamente compartida. La pretensión de la narrativa oficial en turno de constituirse en narrativa de la nación es un espejismo comprensible y tolerable desde la seriedad de la risa dado que "we are mexicans".

@EdgarSalinasU

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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