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Tramposa encrucijada

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Como se había anticipado, el domingo pasado se contó con la visita del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien estuvo en la Comarca Lagunera, específicamente en Lerdo, Durango, con la finalidad de reunirse en las instalaciones de la Comisión Nacional del Agua, ubicadas a un costado de la represa de San Fernando (justo donde el río Nazas se encanalla apenas a unos metros aguas abajo del parque Raymundo), con los gobernadores de Coahuila y Durango, ingeniero Miguel Ángel Riquelme Solís y José Rosas Aispuro Torres respectivamente; los alcaldes de los 9 municipios que se verían beneficiados por la obra denominada Agua Saludable, en la que destacan por el índice poblacional Jorge Zermeño, de Torreón, Marina Vitela, de Gómez Palacio, y Homero Martínez, de Lerdo; además de los presidentes municipales de Mapimí, Tlahualilo (ambos del estado de Durango), así como los ediles de Francisco I. Madero, San Pedro de las Colonias, Matamoros y Viesca. También se contó con la presencia del director general de Conagua, Germán Arturo Martínez Santoyo, empresarios, ambientalistas, líderes campesinos y ejidatarios, así como miembros de la sociedad civil.

Cuando el presidente anunció su viaje a La Laguna dijo que lo hacía para tratar de convencer a todos aquellos que se opusieran a lo que él llama Agua Saludable, que consiste en un desarrollo que pretende tomar agua del río Nazas a la altura del cañón de Fernández para potabilizarla y conducirla vía tubería a 9 municipios de la región: 4 de Durango y 5 de Coahuila.

Desde el inicio de su mandato, Andrés Manuel López Obrador había declarado que tenía conocimiento pleno del desequilibrio ambiental en cuanto a la explotación de los mantos freáticos de La Laguna, ocasionados fundamentalmente por el exceso de gasto de agua en el cultivo de forrajes, particularmente para alimentar al ganado vacuno de leche.

El presidente, que desde que tomó el poder demostró que no iba a condescender con los poderes fácticos establecidos, envió un claro mensaje: que tampoco fingiría demencia ante el lento, pero persistente ecocidio que en la Comarca Lagunera se ha padecido simplemente porque Conagua y las autoridades competentes se han hecho de la vista gorda ante la sobreexplotación de los acuíferos de la zona.

Con la palabra presidencial empeñada y con precedentes de que no le temblaría la mano, los productores locales y muchos de los tenedores de los derechos de agua rodada que vienen de las presas se mostraron asequibles a que Agua Saludable dispusiera de parte del volumen del vital líquido del cual son derechohabientes.

Con este buen inicio, parecía entonces que bastaba la mera voluntad presidencial para que destinara los recursos públicos para edificar el proyecto, el cual se estima tiene un costo de 11 mil millones de pesos, pero por desgracia la Conagua planteó que la obra de toma se hiciera en el cañón de Fernández, área que tiene estatus de zona protegida y que en teoría nada puede ser construido ahí.

La asociación Prodefensa del Nazas pensó que más valía defender 3.5 hectáreas de las 17 mil que se estima tenga la región del Cañón que garantizar la disponibilidad de agua sin el venenoso arsénico para más de 1 millón quinientos mil laguneros, así que se lanzaron a promover un amparo para impedir la obra. Por ahora la tienen al menos suspendida por la orden que ya ha dado el juez de la causa.

Con estas circunstancias, la esperanza es que el poder presidencial allanara las cosas para seguir adelante. Sin embargo, fiel a su polarizante estilo, Andrés Manuel vino y sentenció a los gobernadores y alcaldes: "o hacen que los ambientalistas desistan y quiten el amparo o me llevo el dinero y no hay obra y a ver cómo toman agua los laguneros; el 3 de octubre regreso para resolver en definitiva". Palabras más, palabras menos.

Lamentable también la postura del presidente, que suele siempre dividir. Fijar esa postura es darles el poder a unos cuantos para que decidan la suerte de toda una región en cuanto a dejar de tomar agua con arsénico ¿Qué le pasa, presidente? El dejar a la capital del país sin aeropuerto por un capricho es una cosa, pero condenar a decenas de miles de personas de la clase popular a beber agua envenenada es otra.

Ojalá y los gobernadores y alcaldes arreglen el asunto con los ambientalistas de la mejor manera y que Agua Saludable se construya, pero qué tramposa encrucijada les ha dejado el presidente a las autoridades locales. Hay que hacer votos para que todo salga bien.

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