Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

San Virila salió por el camino que llevaba al pueblo. Iba a buscar el pan para sus pobres.

En eso vio a un hombre que apaleaba a su asno, el cual había caído bajo el peso del enorme fardo con que lo había cargado el individuo.

San Virila es humilde y bondadoso, pero le indignó ver la forma en que el sujeto maltrataba al infeliz borrico. Y sucedió que una gran hormiga roja subió por la pierna del dueño del burro y lo picó repetidas veces en la parte más recóndita y sensible de su trasero.

Al sentir aquellas dolorosas picaduras el hombre salió corriendo al tiempo que profería fuertes gritos y gemebundos ululatos. San Virila, entonces, alivió al jumento caído. Le quitó su carga y lo ayudó a ponerse en pie. Hecho eso se dirigió al Señor.

-Perdóname, Padre -le dijo avergonzado-. Sé que a veces no te gustan los milagros que hago, pero es que pienso que nadie debe maltratar a tus criaturas.

-Perdóname tú, hijo -le respondió el Señor-. En esta ocasión te me adelanté. El milagro de la hormiga no lo hiciste tú. Lo hice yo.

¡Hasta mañana!...

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