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La admirable tiranía

JESÚS SILVA-HERZOG

El mundo no ha sido interés del presidente López Obrador. Hace algún tiempo presumía no tener pasaporte. Si era descubierto haciendo turismo fuera del país, respondía que quería ver las obras de artistas mexicanos que había en los museos extranjeros. Por eso fue sorprendente su discurso reciente. Se trata del primer manifiesto de política exterior de su Gobierno, de la primera convocatoria que rebasa el territorio nacional.

La política lopezobradorista ancla en la historia y no puede desprenderse de ella. Es necesario invocar a un muerto para justificar cualquier decisión relevante. La fecha que se usó para el mensaje no tenía la redondez acostumbrada, pero el presidente quiso usar un aniversario del nacimiento de Simón Bolívar para decir lo que tenía que decir sobre el mundo, el lugar de México y los desafíos de la región.

Imposible hablar sin efeméride. A pesar de su invocación histórica, el mensaje del presidente buscó sitio en el presente. Habló del crecimiento chino y del declive económico de los Estados Unidos. Echó también un vistazo a lo que viene para anticipar un conflicto entre regiones. Quiso, de esta manera, articular una visión realista sobre el futuro geopolítico de América Latina y ofreció a México como ejemplo de una "integración económica con dimensión soberana." No fue un llamado al aislamiento nacionalista. No fue tampoco una invitación a una integración latinoamericana que dé la espalda a Estados Unidos.

Por el contrario, es una confusa convocatoria al entendimiento con el norte. Defendió la joya del neoliberalismo, la gran herencia del Gobierno de Carlos Salinas que fue el Tratado de Libre Comercio. En su discurso, el presidente reconoce que la interdependencia existe y que, por ello, la fuerza económica de Estados Unidos no es perjudicial, sino, por el contrario, necesaria para la prosperidad latinoamericana. No podemos cerrar nuestras economías, dijo el presidente.

Al mismo tiempo, el súbito latinoamericanismo estuvo acompañado de las propuestas más vagas y los resortes más arcaicos. El realismo no se libera del rencor. Se llama a la unidad latinoamericana bajo el ejemplo de la Unión Europea; se sugiere el entierro de la OEA, esa institución que llama "lacaya." Vaguedades de la oratoria que no sobreviven la ocasión. Pero, más allá de estos lugares comunes del bolivarismo viejo y nuevo, el discurso del presidente mexicano destaca por su franca defensa de la tiranía cubana. El antimperialismo de López Obrador esperó su tiempo. Hace unos meses, con el señor Trump durmiendo en la Casa Blanca, el presidente de México mantenía un disciplinado silencio ante el menor riesgo de tensión diplomática. Lo que se escuchaba de su boca eran elogios al patán y acuerdos de subordinación. Ahora que no hay amenaza de desplantes, funda su apuesta latinoamericanista en una alabanza de la dictadura cubana.

De su fascinación con el dictador más carismático del siglo XX había ya algunas muestras, pero nada como el homenaje al totalitarismo antillano que rindió en el Castillo de Chapultepec.

La dictadura es una forma del heroísmo. Cuando el régimen se cierra frente a la movilización de los ciudadanos sin pan y sin voz, el presidente de México se pone abiertamente del lado del régimen, repitiendo las justificaciones de quienes creen que el grito de "Patria y vida," es una conducta delictiva. La persistencia de tiranía cubana le parece al presidente de México, una hazaña admirable. Una dictadura que durante décadas ha negado el derecho a la crítica, que ha cancelado las libertades más elementales recibe el respaldo del presidente de México. Ahí donde la oposición está prohibida, donde es, no solamente una traición, sino un crimen el presidente encuentra motivos de entusiasmo. "Por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad," dijo López Obrador. Se trata, a su juicio, de un ejemplo de resistencia. Por eso, insiste, "¡debiera ser declarada Patrimonio de la Humanidad." A su juicio, la cárcel más grande de América Latina le ofrece al mundo una lección de dignidad. No importa la postración, el acoso, la estrechez, la censura, la represión. Lo que cuenta es que Cuba "ha hecho valer su independencia enfrentando políticamente a los Estados Unidos." Una tiranía admirable.

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