¡Es el más distraído!
En la escuela tiene muy bajas calificaciones y, desde chico, le cuesta mucho trabajo hacer amigos. Lety me platica acerca de su hijo de diez años. Hasta que un día, alguien me recomendó un tratamiento del cual nunca antes había escuchado: conectarnos, tanto él como yo, a una máquina llamada "oído electrónico". Durante un mes y medio, dos horas diarias, tres veces por semana, escucharíamos música de Mozart. El resultado es increíble, no sabes cómo mejoró su atención, y se volvió un niño más abierto. Este 27 de enero se cumplen 250 años del nacimiento de Wolfang Amadeus Mozart. Su popularidad, a través del tiempo, no sólo ha crecido por lo grandioso de sus composiciones; en las últimas décadas, la música de este compositor ha sido utilizada como terapia para diversos padecimientos: desde problemas como tartamudeo, epilepsia, desórdenes de conducta, déficit de atención, depresión y hasta Alzheimer. Uno de los pioneros en usar con mucho éxito la música de Mozart como terapia es el doctor francés Alfred Tomatis quien, desde los años 60, asegura que el oído es el sentido por medio del cual el cerebro recibe más estímulos. Y aunque el éxito obtenido con miles de pacientes en sus 240 clínicas alrededor del mundo es indiscutible, algunos científicos puristas cuestionan dichas terapias. Esta teoría también fue avalada en 1993 por la profesora Frances Rauscher, de la Universidad de Wisconsin, cuando antes de aplicar a un grupo de universitarios un examen de destreza mental, los expuso al primer movimiento de la Sonata en R Mayor para dos pianos de Mozart. Resultó que este grupo lo resolvió mucho mejor que otros alumnos que no la escucharon. Esto, a su vez, llamó la atención de Don Campbell, creador de la corriente "Efecto Mozart", una serie de CDs y libros que inundaron el mercado americano, seguido por creaciones como Mozart Para Bebés, Mozart Para Mamás Embarazadas y un sinfín de productos más. Todos sabemos el gran efecto que provoca la música sobre nosotros, pero ¿quién puede expresarlo con palabras? De una manera misteriosa, nos llena de energía, de nostalgia, de paz; evoca épocas y momentos. La música es la puerta que se abre hacia terrenos interiores; toca lugares fuera de nuestro alcance. Pero, ¿por qué Mozart? Al observar los efectos de diversos tipos de música, Tomatis encuentra que las composiciones de Mozart logran un perfecto equilibrio entre los sonidos graves y agudos, especialmente los conciertos de violín y flauta. Él considera a los tonos agudos como sonidos de "carga", ya que transmiten una carga de energía muy intensa al cerebro. Los graves, como los producidos por el rock pesado, el tráfico, o el motor de un avión, por el contrario, no dan energía suficiente a la corteza cerebral, agotando incluso a la persona. Virginia Chenillo, directora del Centro Tomatis México del Sur, explica: "hay tipos de música muy corporales. Si escuchas a Strauss, quieres bailar; una belicosa con tambores y ritmos cortantes, te invita a pelear; los cantos gregorianos nos relajan, al lograr que nuestro ritmo cardiaco y respiratorio empaten con ellos. Así, la música de Mozart estimula la concentración, aumenta la capacidad mental y favorece el aprendizaje". Al ver los avances de mi hijo, yo también decidí tomar el tratamiento de Tomatis, concluye Lety. Terapéutica o no, la música de Mozart, a 250 años de su nacimiento, sigue siendo una especie de discurso inarticulado, insondable, que nos conduce a la orilla de lo infinito y nos permite, por momentos, asomarnos a él. Gocémosla.
