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Ten cuidado con lo que pides

ARTURO SARUKHÁN

Durante mi gestión como embajador en Estados Unidos, me tocó escuchar a políticos, analistas, periodistas y empresarios mexicanos manifestar consternación por el hecho de que México no figurase en campañas, discursos y debates de candidatos presidenciales estadounidenses. Ante la pregunta de si ello demostraba el poco peso de México, les respondía invariablemente que no, que al contrario, era bueno que nuestro país no jugara un papel prominente en los ciclos electorales de EUA. Una perspectiva histórica de narrativas electorales y campañas presidenciales muestra por qué. Desde 1945, han sido naciones rivales o percibidas en ese momento particular por una administración o la opinión pública como enemigas las que han hecho su aparición en ciclos electorales estadounidenses. Por lo tanto era buena cosa -así iba mi línea de argumentación- que México no estuviese en esa compañía y que tampoco fuese usado para anotar puntos políticos-electorales.

Pero como escribió Oscar Wilde, "cuando los dioses desean castigarnos, atienden nuestras plegarias". En el camino a la nominación presidencial, Trump anunció el arranque de su campaña poniendo a México en el centro de tres hilos narrativos centrales para su elección y mandato presidencial: la derogación del TLCAN; el alcahueteo de migrantes mexicanos; y la frontera mexicana como un flanco de vulnerabilidad para la seguridad nacional estadounidense. Por primera vez en la política moderna de EUA, México se usaba como piñata electoral. Y el problema es que a pesar de que Trump ya no está en la Casa Blanca, lo que parecía ser la excepción en 2016 podría convertirse en la regla en las elecciones legislativas y presidenciales.

El que el GOP esté abonando al déficit democrático de EUA es de por sí grave para un país como el nuestro que comparte una frontera de tres mil kilómetros y que cuenta con una densidad de relación bilateral sin paralelo en el mundo. Pero ahora se yergue la posibilidad de que un partido cooptado, matraquero y sicofante del ex mandatario decida extender y explotar la narrativa de la frontera como un frente de amenaza -cultural, racial, de seguridad- permanente. El viaje a la frontera el mes pasado por Trump y su acólito, el gobernador de Texas, y la decisión del GOP de usar la supuesta crisis migratoria que Biden ha desatado como uno de los ejes narrativos de la siguiente elección legislativa, harán que el tema de la vulnerabilidad fronteriza esté en el centro del debate entre ahora y noviembre del próximo año. El hecho de que además los gobernadores de Florida y Dakota del Sur -ambos Republicanos en entidades que no se encuentran situadas en la frontera- se hayan subido al cuadrilátero con el "péguenle a la frontera con México" para anotar puntos con la base nativista y supremacista blanca del GOP, augura que el tema irá in crescendo en los próximos meses. Que la cordura y los cuadros que entendían la importancia estratégica de México estén huyendo del GOP resulta grave. Pero que uno de los dos partidos políticos de nuestro principal socio diplomático y comercial parezca estar encaminado a insertar a nuestro país -y temas bilaterales- a manera de estrategia de movilización y narrativa electoral en sus campañas es funesto. El que el pasado sea presente y que las campañas intermedia de 2022 y presidencial de 2024 puedan llegar a ser un déjà vu son un lujo que no nos podemos dar en la relación bilateral.

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Escrito en: Editorial Arturo Sarukhan

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