Pasadas ya las publicitadas y las merecidas felicitaciones al INE por las elecciones de principios de este mes la vida nacional se pregunta ahora hacia dónde ha de encauzar sus energías cívicas.
Acosado el ciudadano por un despiadado cruce de noticias negativas las perspectivas para el mediano plazo son borrosas con pocos visos positivos.
Los crímenes diarios, efecto de una política gubernamental tolerante de “abrazos, no balazos”, se tapan e ignoran con explicaciones poco convincentes que los funcionarios repiten cada vez con menor convicción. A la incertidumbre que todo lo anterior genera se suma un grado de corrupción descontrolada que ha venido creciendo en todos los niveles del gobierno. El saldo neto es un tono de inquietud general.
Otra faceta de incertidumbre que asalta es no tener una idea clara respecto al rumbo que lleva el país y el poco respeto que el gobierno tiene hacia las estructuras institucionales que sostienen y norman la vida del país. Mucho daña la desconcertante ambivalencia de las políticas económicas..
De tiempo en tiempo México ha experimentado coyunturas semejantes de incertidumbres y de rompimiento de la ley. La más profunda del siglo XX, la de la Revolución de 1910, fue de intensa revoltura social y de ideas contrastadas sobre la dirección que llevaría el país. Hoy en día la 4 T rescata una diversidad desordenada de temas.
Lo que es de interés es observar cómo la vida interna de nuestro país se conecta, a veces pasajeramente como durante la primera guerra mundial en el caso del telegrama Zimmermann de 1917, o permanentemente, como es la realidad que hoy vivimos en el marco del TLCA/T MEC.
En efecto, la presencia de Estados Unidos, más que nunca reforzada por este Tratado, , es el ingrediente que nos lleva por una innegable ruta a incorporarnos al proyecto de Norte América, muy lejos del “nacionalismo revolucionario” de los anteriores gobiernos “adversarios” como diría el presidente.
Son naturales las confusiones en cuanto al rumbo que debamos adoptar para las siguientes generaciones de México y nuestra relación con el exterior. Dejar atrás el concepto de un país totalmente independiente e integrarnos a un gran proyecto hegemónico, a menos de hacerlo propio, representa un proyecto lejano a nuestros antecedentes. Nuestra situación se asemeja a las de los países que forman la actual Unión Europea, heredera de la Comunidad del Hierro y Carbón. Esta fue la respuesta a las inquietudes internas y al fraccionamiento geopolítico en que se hallaban los países después de la II Guerra. La inserción de México al proyecto Norte América solo tendría sentido si se asegurara un sólido desarrollo propio. La manera de realizarlo es de vital trascendencia y requiere todo el respaldo nacional.
Los cambios que presenciamos en México ya venían requiriéndose a la vista de las brechas entre ricos y pobres y la quiebra financiera que se disfraza con improvisaciones presupuestales para sostener programas sociales o proyectos icónicos, mientras el poder de las mafias asegura triunfos a sus sumisos candidatos.
Pero la incertidumbre y la corrupción todo lo frustra. La industria pequeña y mediana que es la ´vertebra de la economía nacional, carece de apoyo.
Este articulo comienza señalando el clima de desconcierto e incertidumbre que envuelve a toda la sociedad. La Consulta que ya se prepara para el primero de agosto, no es más que un nebuloso enjuiciamiento de pasadas “decisiones políticas” por “autores políticos” muchas de ellas ya prescritas, es un crudo juego intencionado para distraer a la ciudadanía de asuntos que requieren de la mayor y urgente atención como son el desabasto de medicinas, la carencia de guarderías, la expedita atención a los feminicidios, y la impunidad que impera. Después de más de dos años de gestión todavía se espera la acción clara y decidida del presidente.
En realidad la autoridad no ha querido o no ha podido enfrentar con decisión el mayor problema de México que es la corrupción.
¿Dejará pasar su sexenio en blanco al igual que sus antecesores?
