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Pequeñas especies

Carta a mis hijos

Pequeñas especies

MVZ FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Gratamente guardo el recuerdo de aquel día domingo que regresaba de General Cepeda, Coahuila, venía de disfrutar un fin de semana en unas montañas bañadas de pinos, cedros, encinos, y oyameles, con una mágica fauna silvestre, venados, osos, zorros, pumas, mapaches, acompañado de buenos amigos deleitando con sus afables charlas, sentados alrededor de una enorme y humeante fogata, degustando exquisitos guisos campiranos sin faltar el aromático café de olla. Tenía un año de matrimonio, aún sin hijos, tal vez por eso me daba esos lujos, cuando su madre me dio la noticia que cambiaría la vida para siempre, contaba con veintisiete años de edad. El hijo que Dios me enviaba sin conocerle, se convertiría en el milagro más grande de la vida, sentí una inmensa alegría y a la vez cierto temor, jamás había sido padre, el tener a un hijo no me convertiría en padre de la noche a la mañana, los hijos son amor, dedicación, paciencia, orgullo, lágrimas, sacrificio, felicidad, con cuanta certeza dicen que es la única profesión donde se recibe el diploma antes de iniciar la carrera. Pasaron los primeros años cuando empezaba a comprender la paternidad, pero la vida pasa tan rápido que aún no alcanzaba a entender a nuestro primer hijo, cuando llega su primer cambio y abandona la infancia, fueron extenuantes sus cuidados, luego pensamos, ser padre de un adolescente con mayor raciocinio resultará más sencillo, y nos equivocamos, las preocupaciones aumentan con su libertad de pensamiento y de acciones, en la siguiente etapa de su vida donde persiste la ecuanimidad, deducimos, ahora reinará la tranquilidad, y llegan problemas más serios con nuestros hijos adultos, sobre todo porque están fuera de nuestro alcance resolverlos. Para entonces ya no contamos con las facultades de antaño, y aun así, jamás abandonamos la paternidad. La vida es tan fugaz, que la juventud pronto se diluye, llega el invierno sin darnos cuenta, entonces los movimientos se tornan lentos, enfermamos, reiteramos las pláticas, nos hacemos dependientes y quedamos solos. Es cuando se dan cuenta de que aquel hombre invencible, también tenía sentimientos y derramó lágrimas, que solo "Su viejo" fue capaz de ocultar enfermedades, sentimientos, problemas, y limitaciones económicas para no preocuparlos, trabajó toda la vida para que nunca faltara lo necesario en casa, y otorgarles la mejor herencia que un padre pueda legar a sus hijos... "El Estudio".

Durante la infancia vemos en nuestro padre a un héroe, defensor de la familia, nos consiente, es el proveedor, resuelve los problemas, siempre a nuestra disposición, nunca enferma, jamás se rinde, y hasta llegamos a pensar que no faltará. Hasta cuando somos adultos, nos damos cuenta de su gran corazón y sabiduría cuando necesitamos de sus consejos, y en ocasiones lo valoramos cuando ya es demasiado tarde, y después de haber permanecido bajo el eclipse, de una brillante y amorosa madre consentidora. A través de los años los padres llegamos a cometer muchos errores con nuestros hijos, recuerdas cuando llegaba del trabajo, y me esperabas con temor al recibir tus quejas, que para mí eran inofensivas, pero tenía que actuar. Espero que algún día comprendan que actuamos por su bien, que siempre los amamos más que a nuestra propia vida. Cómo olvidar el remordimiento que sentía cuando negaba el permiso que me pedías a causa de tus calificaciones, cuando te reprendía por llegar tarde a casa, cuando te negaba las cosas que tanto anhelabas. Sabes hijo, medía tu comportamiento a través de mis años viejos, comparándolo con el mío cuando tenía tu edad, eras un Santo, aun así te llegué a castigar, me partía el corazón hacerte sufrir, tal vez fui estricto, pero siempre pretendí encauzarte por el camino del bien. Aún no terminamos de comprender la paternidad, cuando el Señor nos otorga la recompensa más grande que un padre pueda recibir, y es entonces cuando encontramos la paz y la felicidad a pesar de nuestra edad, cuando llegamos a tener en nuestros brazos... A los hijos de nuestros hijos.

¡Dios bendiga a nuestros hijos, pues a nosotros ya nos bendijo con ellos!.

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