90 años de Antonio Gamoneda

La poesía es una búsqueda constante por alcanzar la libertad, un ejercicio infinito, pues el objetivo nunca es logrado. Para el poeta sólo queda andar descalzo por el camino empedrado de los versos y extraviarse más allá del lenguaje sin perderse a sí mismo.

Antonio Gamoneda es un hombre que atiende a este oficio. Sus nueve décadas de vida confirman la existencia de quien percibió en carne propia la Guerra Civil española, de quien se mantuvo en silencio durante la represión franquista y de quien considera que la explicación de la poesía puede ocasionar su propia destrucción.

Gamoneda nació el 30 de mayo de 1931 en la ciudad de Oviedo, en España. Su padre murió un año después de su llegada, así que su madre tuvo que encargarse sola del infante. Pronto la familia emigró a León, donde el poeta pasó una infancia llena de pobreza y limitantes. En 1936 estalló la guerra frente a sus pequeños ojos. Antonio tenía tan sólo cinco años. Con las escuelas cerradas, Antonio aprendió a leer con el poemario Otra más alta vida, la única obra que alcanzo a publicar su padre.

Hay rastro de esa guerra en toda su poesía y en su voz registrada tras una entrevista que El Siglo de Torreón le realizó hace algunos meses. El motivo del enlace telefónico fue su reconocimiento con el VIII Premio Internacional Manuel Acuña de Poesía en Lengua Española (certamen organizado por la Secretaría de Cultura de Coahuila), en la categoría por Trayectoria.

El autor habita en la soledad de su estudio, en León, confinado en una normalidad que la anormalidad de la pandemia ha implementado. En ese aislamiento nunca deja de trabajar: tras germinar en la oscuridad de la palabra, los versos brotan de sus manos como si se tratase de tierra fértil.

"En lo que concierne a mi vida y de mi lugar, a mi esposa, mi familia y mis amistades, se trata de adoptar todas las precauciones posibles, en mi caso por razones de edad y de excitación del aparato respiratorio".

Gamoneda manifiesta que su respuesta y actitud personal ante la pandemia, es pensar con amargura e indignación que la estructuración actual de la sociedad dirige sus preocupaciones hacia la economía y la territorialidad.

"Pero dése usted cuenta que en el mundo entero este virus haya sido una sorpresa, una imprevisión mundial entera… no al virus concreto, sino en cómo hay que tratar una pandemia".

El Premio Cervantes 2006 ve necesaria una cultura sanitaria a favor de los seres humanos, así como la implementación de medidas de solidaridad y empatía. Esa es su manera de entender el fenómeno.

TIERRA DIFÍCIL

"La voz es el componente humano de la palabra y la palabra es el fundamento del pensamiento, por no decir de la humanidad". Reflexiona el poeta mientras acepta su pasión por la palabra y describe esa búsqueda para encontrar el instante que corresponda a un núcleo poético.

"La palabra, la comunicación entre los individuos de la especie. ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos la palabra", se sabe apasionado, no puede ser de otra manera.

En ese tenor, Gamoneda dirige su pensamiento hacia México. Dice que le parece una tierra difícil, pero muy querida. Enfatiza en la riqueza humana, antropológica y cultural del país.

Él mismo es coleccionista de máscaras, pues las considera testigo antropológico de gran magnitud. Por supuesto que en su colección se acentúan máscaras mexicanas, por lo que lamenta la desaparición paulatina del oficio artesano.

"Yo tengo una colección, pero cuánto he tenido que andar, no sólo por México sino por toda la América de habla hispana. La capacidad de estar creando está desapareciendo (…) Es una riqueza inmensa la de México. Esto que yo le estoy hablando es muy importante. La máscara está cargada de símbolos y de significaciones. Eran elementos sagrados, relacionados con la muerte, con la festividad, las relaciones jerárquicas, con la familia, es un tesoro".

En diciembre de 2010, Antonio Gamoneda visitó la ciudad de Monterrey, donde se develó una placa en su honor por la aproximación de sus entonces 80 años de vida. El reconocimiento se puede contemplar en un encino del Espacio Vaso Roto, dentro del Parque Fundidora.

Con motivo de esa visita, la editorial Vaso Roto compiló el libro Un árbol de otro mundo. En homenaje a Antonio Gamoneda (2011), donde se reunió a 52 poetas nacionales e internacionales como Luis Armenta Malpica, Raúl Zurita, Jeannett L. Clariond, entre otros. El 52 es el número representativo de los años que duraba cada Era o Sol en la mitología del México antiguo.

SERENIDAD

"El olvido está en mí", dice Gamoneda de vuelta en el teléfono, tras tratar de echar a andar la memoria. El olvido es otra constante en sus poemas, lo considera el recipiente de sus más difíciles recuerdos pero no reniega de él. Aceptar el olvido es involucrarse en una búsqueda terrible hacia el pasado, de invertir el sentido de la adivinación y de la poesía, de virar hacia atrás.

En ese sentido, es consciente de sus años. Las nueve décadas también asoman en sus folios, en una perspectiva mortal que le resulta desolada. Sin embargo, afirma que desde hace 10 años comenzó a ejercer aceptación ante el inevitable destino, pues un escritor no hace otra cosa que narrar cómo camina hacia la muerte.

"Sin perder conciencia de que eso está ahí y que va a suceder muy pronto, creo que mi percepción es mucho más serena que hace años".

• Sublevación inmóvil. Madrid (1960)
• Descripción de la mentira (1977)
• León de la mirada (1979)
• Tauromaquia y destino (1980)
• Blues castellano (1961-1966) (1982)
• Lápidas (1986)
• Libro del frío (1992)
• El vigilante de la nieve (199)
• Libro de los venenos (1995)
• Arden las pérdidas (2003)
• Cecilia (2004)
• Reescritura (2004)
• Esta luz. Poesía reunida (1947-2004) (2004)
• Extravío en la luz (2009)
• Un armario lleno de sombra (2009)
• Canción errónea, poemas escritos después de 2004 (2012)
• La prisión transparente (2016)
• La pobreza (2020).

Obra

Antonio Gamoneda