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Candidaturas familiares

ÉDGAR SALINAS URIBE

La lucha por el poder político se ha convertido en un espectáculo lamentable. Atrás parece haber quedado la idea de la democracia electoral en la que aspirantes de diverso cuño ideológico y partidista sometían a consideración, primero de militantes al interior de sus plataformas político-electorales y posteriormente ante la ciudadanía con derecho a voto sus diagnósticos, propuestas y compromisos para ganar las preferencias del sufragio popular. El recorrido hasta el día de las urnas implicaba una campaña electoral y debates entre quienes se postulaban para un mismo cargo en una demarcación específica. Hoy esos pasos se han visto pervertidos por prácticas que para todos los efectos relegan a un segundo término las propuestas y trayectoria de aspirantes.

En este contexto, y aprovechando las ventajas que las tecnologías ofrecen, los equipos de campaña han privilegiado la denostación de quienes se les oponen, a través de la utilización de ejércitos de cuentas falsas y perfiles coordinados en redes sociales, o con la difusión de videos para exhibir vínculos y comportamientos reprobables de contrincantes. Se busca escandalizar y en ningún momento se cuestiona al espionaje o la licitud de los videos. También se ha vuelto común en los procesos electorales recurrir a mimetismos impostados que de noche a la mañana convierten a candidatos y candidatas acostumbrados a espacios y condiciones de privilegio, a comportarse como si a diario usaran transporte público, bailaran por las calles de colonias marginadas o usaran la bicicleta como medio transporte habitual. Todo lo anterior ha dejado en un segundo o hasta en un inútil requisito la presentación y defensa de planteamientos propiamente políticos, es decir, aquellos de interés colectivo para el día a día de las personas.

Como si fuera poca la degradación en la competencia política contemporánea, en las últimas semanas hemos asistido a la emergencia de prácticas sin precedente en el mundo democrático, pero sí normales en regímenes autoritarios deudores de tradiciones monárquicas. Se trata de las candidaturas familiares. Es decir, aquellas en las que quien habría de ostentar la candidatura enfrenta alguna circunstancia legal o de otro tipo que le impide tal ejercicio, y por tanto cede, por la influencia de su propia decisión, la candidatura a una familiar directo con independencia de las normas y el sentir de su partido y, desde luego, al margen de toda consideración de etiqueta política de corte democrático. Dejan la sensación de que la candidatura no implicara la valoración de una trayectoria, un perfil y un tipo de experiencia específica. La falta de respeto que envían como mensaje al electorado y la militancia de un instituto político es aplastante.

Desde luego que ha habido múltiples ejemplos en donde el poder se le entrega como estafeta de competencia atlética a un familiar directo. Están los casos de Corea del Norte y de Cuba, pero sus regímenes políticos así lo permiten. El tema que nos ocupa, sin embargo, tiene otra naturaleza porque no sucede en regímenes autoritarios sino en un país- México- que todavía se presume democrático y en un tramo de la competencia electoral en la que los estatutos internos y el voto de la militancia tienen prioridad en la decisión acerca de quién ha de ser el o la candidata sustituta de quien aparece impedido luego de haber sido electo en primera instancia por su partido. No habría que confundir estos casos con aquellos en donde dinastías familiares, apegados a normas democráticas, han estado en el poder, como el caso de los Bush en Estados Unidos.

Los casos recientes en la actual campaña electoral han suscitado cuestionamientos no solo por la obstinación manifiesta de aferrarse a una posibilidad de poder político pese a las sanciones impuestas por el árbitro electoral y los tribunales competentes, y también porque van en contra de los propios estatutos partidistas. Ante tal aberración queda en el aire la pregunta de si deba considerarse en los reglamentos partidistas reconocer el derecho del aspirante que gane alguna candidatura de que la obtiene para sí y, por extensión, para el familiar directo de su preferencia.

@EdgarSalinasU

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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