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El buen pastor

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La visita del Nuncio del Vaticano, Franco Coppola, a la comunidad de Aguililla en el Estado de Michoacán, debe ser objeto de análisis a la luz de la fe religiosa del pueblo mexicano, y desde una perspectiva política, por ocurrir en pleno desarrollo del proceso electoral en el que estamos inmersos. El poblado está sustraído al estado de derecho en virtud de la presencia de bandas del crimen organizado que controlan el territorio y mantienen como rehenes a los habitantes, de tal suerte que ni el imperio de las leyes puede ser considerado vigente, ni autoridades civiles ni militares, operan en la práctica.

La presencia del dignatario no es casualidad y por el contrario, se trata de un enviado que va en cumplimiento de una Misión Pastoral, que le encarga el máximo jerarca de la Iglesia Católica, el Papa Francisco. Tampoco es casualidad que la vista ocurra en víspera de la fiesta de El Buen Pastor, que la Iglesia celebró el domingo pasado, con la lectura del Evangelio de San Juan (10,11-18), que presenta a Jesucristo como el Buen Pastor que cuida de las ovejas de su rebaño y se preocupa por otras ovejas que están al margen o alejadas de su redil y desea atraerlas. Este deseo es un mandato para los cristianos, puesto que Jesús espera que las ovejas que le son fieles, sean su instrumento para atender a las marginadas

La misión en comento está inspirada en la Exhortación Apostólica La Alegría del Evangelio (Evangelii Gaudium), publicada en noviembre de 2013, en la temática de El Anuncio del Evangelio en el Mundo Actual. En el documento Francisco aborda la parábola del Buen Pastor en una faceta diversa a la de la oveja descarriada, y nos manda buscar a las ovejas que están marginadas del redil, como consecuencia de nuestros pecados de indiferencia y omisión. El Papa nos dice que además de los sacerdotes, los laicos hombres y mujeres debemos salir de nuestro ego a la periferia de la sociedad a traer y apacentar a las ovejas que están en el abandono y la exclusión, como ocurre en el caso extremo de la comunidad de Aguililla y en muchos otros que plantean distintos grados de dificultad, que existen en nuestras propias ciudades y a la puerta de nuestras casas.

En la Exhortación papal, Jorge Bergoglio hace una dura crítica al individualismo que impera en nuestro mundo, en el que el hombre en aras de una equivocada afirmación de sí mismo, niega la existencia de Dios, y acaba por ignorar hasta llegar a la negación, la existencia de sus semejantes es decir, de su prójimo. Lo anterior es un reclamo en el rostro de quienes vivimos ajenos e indiferentes a las necesidades espirituales y materiales de los demás, cuya atención no solo depende de los gobiernos sino de la sociedad en su conjunto, y en términos de responsabilidad personal, de todos y cada uno de nosotros que nos decimos hombres de buena voluntad, cristianos y no cristianos.

Francisco denuncia las teorías económicas que posponen el reparto de la riqueza, hasta que la producción crezca y haya de sobra para todos; enseguida el Papa argumenta en contrario que mientras más riqueza se produce en el mundo, las diferencias sociales son mayores, existen cada vez más pobres en el planeta y la pobreza es más lacerante. En el caso de Michoacán, la presencia de la Iglesia durante quinientos años ha dado frutos portentosos de entrega, desde Vasco De Quiroga (1470-1565), primer obispo que evangelizó y enseñó a leer y escribir a los Tarascos, hasta el día de hoy, en que a pesar de la tragedia en la que viven, los pobladores de Aguililla tienen su Cura Párroco y por lo visto, su Nuncio y su Papa.

El mensaje político es evidente. Aunque la visita del Nuncio fue de carácter pastoral, estuvo orientada al bien común de una sociedad plural; no se puede pasar por alto que el Vaticano es un Estado reconocido por la comunidad internacional y Franco Coppola hace las veces de embajador acreditado ante el gobierno de México. En la tormenta de odio bajo la cual se desarrolla el proceso electoral en curso en nuestro país, el Papa Francisco interpela a todos los mexicanos Sociedad y Gobierno, y nos pide que dejemos de estarnos viendo el ombligo, y atendamos a nuestros hermanos más pobres, quienes por nuestra indiferencia y nuestros pecados de omisión, permanecen marginados del estado de derecho y de una vida digna.

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