Apenas si hay el tiempo necesario para detener y mitigar, juntos, el calentamiento global. Se trata, sin duda, del mayor de riesgo para la humanidad. Ha llegado la hora de actuar, porque el mundo no puede esperar más tiempo y seguir discutiendo en sucesivas conferencias internacionales. Debemos enfrentar la emergencia climática y cambiar la ruta catastrófica en la que el planeta tierra está embarcado a causa de las actividades humanas. La crisis sanitaria ha venido a demostrar la gravedad de la crisis ambiental, que es, también, multidimensional: social, económica y política. Este es el llamado urgente y el propósito fundamental que explican la cumbre virtual convocada por el gobierno de los Estados Unidos para esta semana. Luego de reasumir las obligaciones del Acuerdo de París, horas después de iniciar su mandato, el presidente Joe Biden, ha buscado en los primeros cien días hacer efectivo el liderazgo estadounidense, tan necesario, como difícil e indispensable. Nuestro vecino y socio comercial busca que, en los hechos, no en las declaraciones, la comunidad internacional asuma, de manera global, el compromiso de reducir a cero las emisiones netas de gases de efecto invernadero, a más tardar en 2050. Se trata de imprimirle la máxima urgencia al cumplimiento de este compromiso, como exigen las múltiples evidencias científicas, sin esperar a discutirlo en noviembre, en la próxima conferencia de las partes, la llamada COP26, a celebrarse en Glasgow. Hay que comenzar a actuar de inmediato para cumplir juntos con las metas fijadas de reducción de emisiones, respondiendo a las demandas populares en el mundo.
No hay pues cabida para que los líderes invitados pretendan volver sobre las negociaciones concluidas, introducir nuevas propuestas o celebrar rondas de discursos, sino realizar anuncios precisos, serios y trascendentes, conteniendo compromisos específicos de reducción y financiación o bien compartir visiones, posiciones, decisiones difíciles y metas ambiciosas realizables, a fin de llevar a cabo programas nacionales auténticos, para poner al día las contribuciones voluntarias determinadas a nivel nacional, acordadas hace seis años.
La única agenda que puede cambiar el curso del mundo es la pronta descarbonización de la atmósfera y de la economía. Estamos, en efecto, al borde del abismo, como volvió a recordarnos el Secretario General de las Naciones Unidas. El cambio climático, sus causas y efectos globales tienen que ser tratados de forma multilateral, ya que ningún país, por sí solo, puede resolverlos. ¿Cómo lograr una eficaz cooperación internacional, precisamente como la que no ha habido en los esfuerzos para procurar una vacunación global equitativa para combatir la pandemia? China ha entendido esta cuestión, quizás mejor que ningún país, siendo el principal emisor de gases de efecto invernadero. De ahí la importancia y valor de haber alcanzado un acuerdo con los EUA, sólo días antes de la cumbre, lo que ha significado poner, por ahora, al margen, sus múltiples y complejas diferencias. China probablemente no realizará nuevos anuncios en la cumbre, pero participará activamente y ratificará casi seguro sus compromisos para alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2060.
México figura entre los países invitados y ya ha confirmado su participación en la cumbre. Sin embargo, persisten múltiples interrogantes sobre el sentido y alcance de lo que podría resultar mera presencia, habiendo marcadas diferencias de visión, de sentido de prioridad entre la nueva administración estadounidense y las posturas, decisiones, estilos de gobernar y maneras de actuar, así como las políticas públicas del gobierno encabezado por el presidente López Obrador. Hay también discrepancias respecto de las iniciativas y acciones del Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, sobre energías limpias. En América del Norte, en Europa y en otros países es motivo de preocupación la apuesta del gobierno de México en favor de los combustibles fósiles, más allá de la impugnada Ley de Energía Eléctrica y la actual iniciativa de Ley de Hidrocarburos, vistas como parte de un intento de recuperación nacionalista, respecto de la utilización y ampliación de las energías renovables, las cuales ponen en entredicho el cumplimiento efectivo de un conjunto de compromisos ambientales internacionales, contenidos en acuerdos multilaterales y tratados comerciales bilaterales.
Muy desconcertante resulta la cancelación del Fondo Nacional de Cambio Climático; la falta de resolución judicial de los distintos recursos interpuestos por grupos de jóvenes y organizaciones civiles ante el flagrante incumplimiento de la Ley General de Cambio Climático, o la notoria desatención de las múltiples aportaciones universitarias y del sector privado. Quizás una nota positiva en la cumbre termine siendo la participación de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, invitada ex profeso.
El gobierno mexicano va en sentido contrario a los esfuerzos de cooperación internacional para combatir el cambio climático. Seguro habrá más de un encontronazo o desencuentro, dadas las prioridades ambientales fijadas por la administración Biden en los planes y programas gubernamentales. Si el presidente López Obrador declara en la cumbre virtual que, para combatir el cambio climático tiene muy presentes a las futuras generaciones y que durante lo que resta de su administración, fijará un tope a la extracción de petróleo y mantendrá funcionando, en mejores condiciones, las plantas hidroeléctricas existentes, los demás líderes quedarán atónitos. Pero quizás comprenderán mejor la regresión autárquica que vive México y cómo, a pesar de la extrema urgencia y nuestra notoria vulnerabilidad al cambio climático, habrá que descontar los esfuerzos diplomáticos que sucesivos gobiernos mexicanos desplegaron en favor de preservar un mundo mejor.
@JAlvarezFuentes
