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Historias de voto dividido

JORGE BUENDIA

La volatilidad electoral en México es evidente. El surgimiento de nuevos partidos y la agonía de otros son quizá sus manifestaciones más concretas. El voto dividido, cuando por ejemplo se vota por un partido para presidente y por otro para diputado o gobernador, es también una manifestación de la volatilidad electoral.

El voto unificado, respaldar al mismo partido en todo tipo de comicios, es una práctica en extinción.

Ante la ausencia de encuestas nacionales, algunas voces utilizan la preferencia electoral a nivel local para inferir la intención de voto para diputados federales. Si a Morena, o a cualquier otro partido, le va mal en lo local también le debe ir mal en lo federal. Si al PRI le va bien en lo local, también le debe ir bien en la pista federal. Como es evidente, esta lógica presupone la existencia de un voto unificado, el voto por el mismo partido en todas las elecciones concurrentes, y en consecuencia niega la posibilidad de un voto diferenciado.

Los ejemplos de voto dividido entre la pista federal y la local son abundantes en los comicios más recientes (2018). La brecha es más amplia entre el voto por AMLO y el voto por Morena a nivel alcalde. Hay estados como Guerrero, Sonora o Campeche donde el actual presidente recibe más del sesenta por ciento de los votos, pero los candidatos de Morena a presidente municipal obtienen la mitad o menos de esos votos (sumados a nivel estatal). En Chihuahua, otro caso, AMLO triunfa cómodamente pero Morena pierde la capital y Juárez.

Los comicios para gobernador reflejan también el voto diferenciado. Las brechas entre el respaldo a AMLO y el respaldo a Morena son de más de 30 puntos en Chiapas, Puebla y Morelos. En Jalisco gana AMLO con 43%, pero Lomelí obtiene solo 25% de los votos, y Alfaro se lleva la gubernatura con facilidad (40%). Estas diferencias en la votación agregada en realidad subestiman la magnitud del voto dividido a nivel individual. La encuesta de salida de Buendía&Márquez en Jalisco indica que poco más de la mitad del electorado de esa entidad dividió su voto y que un tercio de los sufragios por Alfaro provinieron de votantes lopezobradoristas. El voto diferenciado está más extendido de lo que reflejan las cifras oficiales (agregadas).

Por último, aun si la contienda para gobernador influyera significativamente en las elecciones para diputado, los 15 estados que en 2021 elegirán mandatario estatal se caracterizan por ser estados con una población relativamente pequeña. En conjunto, en estas entidades se elige a menos de una tercera parte de la Cámara (92 de 300 distritos uninominales). La mayoría de los ciudadanos en 2021 no elegirán mandatario estatal. Claro, siempre existe la posibilidad de que una elección a alcalde "arrastre" el voto para diputado federal, pero ello es más factible como excepción que como regla.

En síntesis, el voto dividido y el número reducido de comicios donde las elecciones de gobernador y de la Cámara Baja coinciden, sugieren evitar la tentación de inferir los resultados de la elección federal a partir de la intención de voto para gobernador o alcalde.

@jblaredo

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Escrito en: editorial JORGE BUENDÍA

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