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Deforestación

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YAMIL DARWICH

Durante el mes de marzo del 2021, un enorme incendio forestal en la Sierra de Arteaga, en el centro del Estado de Coahuila, nos mantuvo expectantes e impresionados gracias a la difusión de imágenes en los medios de comunicación y por "los benditos o malditos" de la internet -según convenga- que nos bombardearon con información de la catástrofe.

Para el 3 de marzo, se contabilizaban más de 3,600 hectáreas quemadas en Coahuila y otras más en el Estado de Nuevo León.

El incendio aporta más destrucción de vegetación planetaria, que suma 1 millón trescientos mil kilómetros cuadrados perdidos desde 1990, según datos aportados por el Banco Mundial.

También se calcula que, en 2020, se liberaron gases invernadero en aproximadamente 49,000 millones de toneladas y, de esas, 19% fueron por la deforestación. Nosotros estamos contribuyendo con el incendio de Arteaga.

Al parecer, las llamas iniciaron por la estúpida negligencia de paseantes que abandonaron brasas de carbón sin apagar. Las corrientes de aire hicieron el resto.

Desafortunadamente, la deforestación mundial no es suficientemente atendida por los líderes mundiales, aún conociendo los efectos que produce en los ciclos biológicos de vidas animal y vegetal.

Deforestar ha sido recurso utilizado a través de la historia para producir carbón vegetal que, a su vez, provee energía calórica para las actividades humanas en actividades diversas: desde producir electricidad, siderurgia, calentar, transportarse y hasta cocinar.

Lo que algunos no dimensionamos es la gravedad del proceso de quemar madera o carbón, liberando gases tóxicos, principalmente CO2. En México ¡Lo promovemos!

Este gas, junto con el metano, son los principales causantes del llamado "efecto invernadero", que se presenta al impedir el escape de calor de la tierra a la atmósfera -inversiones térmicas-, siendo sus consecuencias altamente dañinas para las actividades humanas, calidad de vida y hasta la muerte.

Otra causa de deforestación es la pobreza: los habitantes del bosque encuentran beneficios económicos al destruirlo: desde la obtención de madera para su venta, producir carbón o desmontar para sembrar.

En casi todos los casos del daño forestal están presentes, aunque ocultos, los voraces mercaderes e intermediarios de ventas; esos rufianes sin escrúpulos pagan para que los campesinos y ejidatarios destruyan su patrimonio y ellos aceptan por su pobreza.

Le comparto datos: a la fecha, Nigeria ha perdido el 60% de su cubierta vegetal; Indonesia ocupa el cuarto lugar como productor de gases tóxicos debido a la deforestación intencional para sembrar palmas que produzcan aceite de coco; Brasil ha destruido el 10% de su selva del Amazonas y según SEMARNAT, México, pierde anualmente desde 155 mil hasta 776 mil hectáreas de bosque -cifras inciertas- y tan solo en el Estado de Durango, se calculan 40 mil hectáreas depredadas cada año.

El daño a la alteración del ciclo del agua es otro ejemplo de la gravedad del caso y en México, es de suma gravedad, mal atendido y politizado. Recuerde que el agua rodada para La Laguna proviene de tal sierra.

En la combustión de madera se genera carbono, que es enviado a la atmósfera en forma de bióxido de carbono; pero ahí no termina el ciclo negativo: al remover la tierra y el retiro de raíces, también se libera más CO2. Dato: la corteza fértil de la tierra contiene más carbono que la atmósfera y vegetación juntas.

Sin embargo -nada nuevo- la principal causa de la destrucción de bosques es por la negligencia y desinterés de las autoridades, la pobre aplicación de recursos de los países para vigilar y sancionar a los taladores y la corrupción, que no solamente la permite, sino que la favorece.

Debo reconocer el esfuerzo por reforestar del Gobierno Federal, apoyado por el Ejército Nacional, aunque su posterior cuidado y regado no sea el suficiente.

Le escribo mi experiencia: en mis primeros semestres de estudios universitarios, trabajé como "montero provisional temporal" durante los fines de semana, pudiendo comprobar cómo los guardas forestales recibían "mordidas" para hacerse de la vista gorda. Quedaba el destrozo de los bosques, causados por taladores y transportistas ilegales amparados en las mordidas dadas a los supuestos vigilantes.

Se que el daño también es consecuencia de la pobreza de campesinos, ejidatarios e indígenas, a quienes los pocos pesos les representan comida, salud y vestido, para ellos y sus familias; aún así, la ineficiencia en la atención del ecocidio no está justificado.

El daño provocado por la deforestación puede ser irreparable y las consecuencias tan extremas que ya interfieren importantemente con la vida animal y vegetal del planeta.

A menor vegetación más contaminación; mayor contaminación acidifica a la tierra y favorece la aridez; esa sequedad también provoca más calor liberado y menor productividad agrícola.

Esperemos que las autoridades reaccionen y actúen de manera efectiva; en tanto, le invito a que nosotros hagamos lo nuestro desde nuestro micronicho. 

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