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Hagamos nuestra la agenda del agua (I)

JORGE ALVAREZ FUENTES

Pareciera una obviedad, pero no lo es. El agua importa mucho y nos incumbe a todos: individuos, comunidades, gobiernos, pueblos originarios, empresas, organizaciones, ciudades, instituciones, centros de investigación, medios de comunicación. Hay una problemática global y local respecto del agua. Fue un gran acierto enfatizar el valor multidimensional del agua en el Día Mundial del Agua. Sin ese reconocimiento explícito, si no se insiste en los desequilibrios existentes, quizás resulte imposible ir más allá del lugar común de que "el agua es vida". Y dejaremos de actuar en consecuencia, con la diligencia que exigen las circunstancias presentes, anteponiendo en valor de un recurso que atañe a la humanidad entera, en todos los ámbitos de la vida. Uno que entraña, asimismo, un sentido de responsabilidad individual y colectivo. Por ende, los avances y propósitos podrían ser insuficientes; estériles podrían ser también las discusiones, inocuos los debates internacionales y pobres las iniciativas y propuestas locales de qué hacer. Todo ello, cuando hay una mayor conciencia de prioridad y urgencia. Es cierto: necesitamos agua para todos, agua para la vida; asegurar el derecho humano al agua y su saneamiento, a su uso racional y equitativo, base fundamental de la sustentabilidad planetaria presente y futura. Sin embargo, corremos el riesgo de quedar atrapados en torno a la gestión de los recursos hídricos, al régimen de concesiones, al juego de los grandes intereses locales, nacionales y transnacionales, a la sobreexplotación de los mantos freáticos, a la contaminación de las cuencas, a las dificultades y limitaciones de la actual legislación nacional e internacional, al peligro de las frecuentes inundaciones, a las disputas entre distritos de riesgo, a las negociaciones transfronterizas, al peso de los grandes productores agropecuarios, al suministro en menoscabo de los acuíferos, al uso extensivo de agua en las grandes industrias, al control de las presas y de la infraestructura hidráulica.

De ahí, que, de tan estrecha perspectiva, no haya más que un paso para parlotear de que "todos" debemos "cuidar" el agua, que es necesario y urgente "moderar el consumo", "poner orden", ya que, de continuar así en el mundo habrá guerras y en el país problemas más graves, mayores conflictos entre comunidades, sectores, autoridades e individuos en disputa por el agua. ¿Cómo entonces llamarnos a sorpresa ante los intentos de mercantilización del agua en los mercados de futuros, como lo estamos viendo, empezando por California, o ciertas decisiones para privatizar, concentrar o acaparar un bien común?

Hoy, casi un tercio de la población mundial no tiene acceso al agua potable, a pesar de ser uno de objetivos fundamentales de desarrollo sustentable acordados. Uno que difícilmente se cumplirá en 2030. Estimaciones recientes señalan que, en México, 35 millones de personas carecen de agua potable, a pesar de tener acceso a este servicio público. Más de 8 millones que no están conectados a la red hidráulica. Con el correr de los años, las dificultades para la CONAGUA continúan acumulándose y agravándose las situaciones de crisis en torno a la escasez, acceso, calidad, manejo y mala distribución de los recursos hídricos. Por ello, resulta de capital importancia que los mexicanos asumamos con firmeza y claridad los retos que enfrentamos, haciendo nuestra la agenda del agua, tornándola en una ocupación y preocupación personal, en una agenda transversal y compartida, para trabajar e incidir en ella todos los días.

La reciente visita del presidente López Obrador a Coahuila puso de manifiesto la gravedad y complejidad de los escenarios en La Laguna, pero también en la Ciudad de México, en Guadalajara, en Monterrey, en Puebla y en otros estados, para ciudades grandes y medianas y en numerosos municipios. También hizo evidente la necesidad impostergable de ampliar la visión y de trazar una estrategia nacional, regional y local, con políticas públicas oportunas y acciones eficaces. ¿Cómo lograr avanzar para que la legislación en los tres niveles de gobierno considere la gestión comunitaria del agua, la participación social en la prestación de los servicios públicos de agua potable, drenaje y alcantarillado? ¿Cómo proceder a revisar sin politizar, los más de 270 millones de metros cúbicos concesionados para abasto público, esto es, casi el 15%, cuando más del 75% del agua se destina a las actividades agrícolas y menos del 5% a la industria y a la generación de electricidad?

El proyecto de Agua Saludable para la Laguna, con 8 mil millones de pesos de inversión en beneficio de 1.6 millones de habitantes, requerirá una mejor comunicación política y gestión técnica. También, de la activa participación de los sectores público y privado, así como del uso de nuevas herramientas técnicas, científicas y tecnológicas para transformar la recolección natural del agua, su almacenamiento y tratamiento, a fin de disminuir la sobreexplotación de los acuíferos y optimizar el uso del agua residual destinada a la agricultura y a satisfacer las necesidades de las grandes concentraciones urbanas. El Plan Nacional Hidráulico no es sólo asunto del gobierno. Tampoco el mantenimiento y capacidad del sistema Cutzamala o la conclusión de la presa del Zapotillo. El uso sustentable del agua en las ciudades, en las áreas rurales, destinada a las actividades económicas y a los servicios es una responsabilidad colectiva. El 83 % del territorio nacional registra algún grado de sequía, lo que se acentuará con el cambio climático. En los próximos años el agua será un recurso cada vez escaso en México y el mundo. Debemos actuar.

@JAlvarezFuentes

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Escrito en: Editorial Jorge Álvarez Fuentes

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