EDITORIAL Caricatura Editorial Columna Astillero Sergio Sarmiento editoriales

Sobreaviso

A ritmo de marcha

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

A ritmo de marcha, aunque no sin tropiezos -unos nimios, otros cruciales- y sorteando a grupos de presión resistentes al cambio de reglas, pero con la dicha infinita de la nula oposición, el lopezobradorismo avanza hacia su meta, aun cuando no la tenga muy clara.

Lo apremian la prisa de anclar su proyecto, así como el propósito de confirmar su hegemonía en las elecciones. Así, en estos dos primeros meses y medio del año, por la vía ejecutiva, legislativa o partidista, esa fuerza descoordinada, indisciplinada y desorganizada, pero a fin de cuentas incontenible, ha emprendido acciones, aprobado reformas o encabezado causas de enorme calado y elevado costo, al tiempo de liarse absurdamente en pleitos de callejón o asumiendo actitudes insostenibles.

Tal ritmo, bamboleándose entre la audacia y la torpeza, exige al movimiento liderado por Andrés Manuel López Obrador revisar su dinámica, urgiéndolo a distinguir lo esencial de lo accidental, a fijar y jerarquizar prioridades, a asumir posturas mucho más claras, congruentes y firmes, además de hacer a un lado los fuegos de artificio que, si bien distraen y divierten, terminan por aburrir y enrarecer la atmósfera. No entenderlo y avanzar a ese ritmo y modo en un piso resbaloso como el de la realidad nacional, expuesto -como ya ocurrió- a calamidades imprevistas, puede conducirlo a un lugar distinto a donde quiere llegar.

Las manecillas del acelerado reloj y el atropellado paso de la autodenominada Cuarta Transformación marcan el momento de decidir claramente hasta dónde quiere y puede llegar, así como con quiénes quiere hacerlo.

***

Se dice fácil, pero -en el breve lapso señalado- el lopezobradorismo ha dado pasos de larga y corta zancada, trastabillando en algunos de ellos.

Emprendió la campaña de vacunación con una arritmia y desorganización inquietante, sólo atemperadas por el ansia de escapar al virus. Impulsó sin consulta ni efecto un acuerdo en favor de la democracia, incurriendo en contradicción. Sacó adelante con entusiasmo y de consuno la gratuidad de los estudios superiores, aunque sin recursos para garantizarla. Cambió las reglas de juego en la industria eléctrica en rescate de la empresa del Estado, poniendo en guardia o bajo amparo a inversores nacionales y extranjeros de ese y otros ramos. Avanzó en la regulación de la producción, comercio y consumo de mariguana, pero sin despenalizar el asunto. Confrontó absurda y torpemente al movimiento feminista, mostrando una insensibilidad y soberbia incapaz de advertir cómo los movimientos sociales cobran cada vez más fuerza. Respaldó candidaturas que, si bien prometen triunfos electorales, igual perfilan derrotas políticas. Fijó sin mucho tino ni consecuencia posturas diplomáticas. Emprendió acciones judiciales, hasta ahora, sin consecuencia y con tufo de artimaña política. Aprobó la reforma para establecer la igualdad salarial, marcando un acierto... y, sin duda, en los próximos días tendrá otros lances.

Todo sin asegurar el resultado de esas acciones, el aterrizaje de esas iniciativas, dándoles la misma importancia a todas, como si fueran iguales, sin discernir lo vacuo de lo trascendente.

***

La falta de una política de comunicación, útil al propósito de divulgar, explicar y destacar los motivos de fondo -incluso, los logros-, sostener la popularidad y encarar en serio, pero sin soberbia, la resistencia, borra los aciertos y subraya los errores. El protagonista de ella domina el foro, entusiasma e irrita a las audiencias hasta polarizar aplausos y rechiflas, pero no acaba de ubicar su centro ni encontrar su equilibrio.

El afán de concentrar micrófono y reflectores sólo sobre la figura presidencial convierte al mandatario en historiador de anécdotas y narrador de analogías, epidemiólogo de oídas, economista improvisado, radical con titubeos, sanador involuntario, creador de frases hechas, inagotable cuentacuentos, politólogo instantáneo, luchador siete por veinticuatro, beisbolista sin equipo, estadista incomprendido, escudero de barbajanes, standupero ocasional, diplomático espontáneo... Roles en cuya versatilidad se perfila un supuesto humanista, disfrazado a veces de héroe pendenciero o de mártir solitario con gran respaldo.

Comunica sin explicar y mucho menos informar sus propios logros, al tiempo de emprender acciones y asumir posturas sin salida. ¿Qué caso proponer un acuerdo en favor de la democracia, si luego a diario y desde la tribuna presidencial promueve y defiende la candidatura de uno de los suyos que, aún dándolo por inocente o, incluso, por víctima de una celada, es impresentable y constituye un agravio a las mujeres? ¿Qué caso reformar la ley de la industria eléctrica con el contenido del decreto declarado inconstitucional días atrás, en vez de buscar un acuerdo para rescatar la empresa productiva del Estado? ¿Qué caso vituperar y menospreciar la causa feminista, cuando es legítima y los movimientos sociales tienden a sacudir cada vez con más fuerza la política tradicional? ¿Qué caso entrar a los dimes y diretes sobre la correcta o incorrecta temperatura de un lote de vacunas, abriendo la puerta a la desconfianza del debido manejo de ellas?

Esa política de comunicación rinde fruto, sí, pero es de primer contacto y, a la postre, no sustentable si no reporta resultados o grados de avance.

***

El lopezobradorismo avanza, ansioso por anclar su proyecto y llegar a las elecciones en condición de ratificar su hegemonía. Sin embargo, ahora son más los tropiezos que las zancadillas. El reloj marca la hora de revisar si la dirección es la correcta, el ritmo indicado y evitar los imprevistos que pueden descarrilar esa fuerza que, paradójicamente, ha perdido movimiento.

[email protected]

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Sobreaviso

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1857760

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx