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Afecta a mujeres y hombres

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Cada 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, por lo que es una conmemoración ya programada. El año pasado se promovió desde movimientos feministas aquello de "un día sin mujeres" para llevarse a cabo un día después (9 de marzo). La convocatoria consistía en que todas las féminas que tienen actividades laborales en cualquier campo, estudiantiles o de cualquier otra índole que las coloque dentro de alguna organización que requiere de su participación para funcionar, no se presentaran ese día a cumplir con sus encomiendas.

El objetivo de ese movimiento era claro: dar una muestra tangible de lo fundamental que resulta el rol de la mujer en casi todos los campos de la actividad humana (excepto aquellos que continúan reducidos por especiales características a mera costumbre a los varones, por la razón que sea).

Aquella iniciativa por supuesto que generó controversia. El Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador lo tomó como un lance de grupos contrarios a su régimen que se aprovechaban de la legítima irritación de las mexicanas por los cientos de feminicidios impunes que se cometen anualmente en nuestro país y también de los recurrentes abusos que sufren las mujeres en distintos ámbitos de la vida simplemente por la cultura retrógrada machista que desafortunadamente aún persiste en nuestra sociedad.

Por otro lado, contrario a lo que el presidente y su Gobierno pensaban, que el día sin mujeres afectaría de alguna manera a su administración, muchas empresas, instituciones educativas, Gobiernos estatales y municipales, entre otros, supieron entender que permitir o hasta fomentar aquella iniciativa de la ausencia femenil en todos lados si bien por supuesto que afectaría muchas cosas, serviría para seguir presionando a las autoridades y en general a la sociedad entera en que es urgente detener cualquier abuso o discriminación al género que incluso es mayoría numérica entre la población mexicana; valdría la pena.

Un día antes, en pleno Día Internacional de la Mujer, particularmente en la Ciudad de México, se vivieron violentas protestas por grupos feministas fundamentando su rabia provocada por las miles y miles de historias de abuso cometidas contra su género, que van desde acoso psicológico y físico hasta las injustificables violaciones o, peor aún, asesinatos.

El resultante de esas manifestaciones polemizó aún más a la sociedad sobre el tema de las circunstancias en que se debe atacar esta inadmisible lacra de la sociedad como lo es el machismo en todas sus facetas. Si bien hay un consenso aunque sea en el discurso de que se debe actuar para erradicar toda práctica abusiva contra una mujer solo por el hecho de serlo, el mirar o vivir escenas en las que las violentas manifestantes destruían monumentos, comercios y en general cometían destrozos dañando el patrimonio histórico de todos los mexicanos o lastimando los bienes de terceros que tuvieron el infortunio de estar al paso de la manifestación también generó indignación.

La justificación de las quejosas para los actos vandálicos era poner sobre la balanza qué era más importante: una estatua, una fuente, una obra de arte o una violación impune.

Más allá de resolver esta dicotomía, que sucedió hace más de un año, lo que fue una verdadera desgracia es que el tema de fondo, que es el combate al abuso y discriminación sistematizada hacia el género femenino por el solo hecho de serlo, quedó relegado porque justo estaba en México estallando formalmente la pandemia que generó el COVID.

Un año después y lejos de superar los estragos que ha generado el coronavirus, nuevamente se llegó el 8 de marzo y la novedad fue que el Gobierno federal instaló vallas alrededor de Palacio Nacional, sede del poder ejecutivo, recinto donde mora el presidente de la república.

Los críticos y sobre todo los detractores de López Obrador trataron de aprovechar para señalar al mandatario como contrario a las causas feministas. Se atrevieron a decir que el muro metálico provisional era una afrenta y una clara muestra de cerrazón de la 4T hacia la injusticia que miles de mujeres sufren cada día.

La realidad es que pasaron los días de tempestad y aunque por supuesto hubo manifestaciones que otra vez quisieron dar visos de clara violencia o acciones destructivas, este año la temperatura de los embates y choques entre las protestantes y las fuerzas del orden fueron menores.

Es impostergable la inmensa necesidad de que el Estado mexicano ponga manos a la obra en erradicar la violencia de género, el machismo y la misoginia; estas prácticas retrógradas deben ser combatidas ya, pero ya. Por ello es importante desde la sociedad pugnar por que la agenda feminista se sobreponga a la infinita contienda por el poder político que por ahora quieren incluso abanderar esta causa solo para sacar raja. Desafortunadamente nuestro presidente, jefe del Estado mexicano, no termina de entender o simplemente no está en su prioridad atender este delicado tema de agresión, machismo y misoginia que afecta a las mexicanas, y que como hombres de alguna u otra forma nos denigra por permitirlo pasiva o activamente.

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