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Señales de cáncer linfático

SILVIA OJANGUREN

La aparición de protuberancias en las anginas que resisten el ataque con medicamentos puede ser síntoma de cáncer linfático.

Hay poca gente que da importancia a la aparición y crecimiento de uno o varios ganglios (pequeñas bolitas) en el cuello, que no ceden al tratamiento con antibióticos y antiinflamatorios, pero hay que estar alerta porque esa puede ser la señal de la presencia de un cáncer linfático.

De acuerdo con especialistas en cuestiones oncológicas, lo más común es que broten como de la nada en las anginas, pero también pueden aparecer en axilas, ingle, pecho o cualquier zona del cuerpo, ya que en todo el organismo hay ganglios. Es frecuente, dicen, que su nacimiento esté acompañado por fiebre que predomina por la tarde y noche, exceso de sudor y comezón en la piel, y pérdida de peso de manera inexplicable.

Presencia maligna

Este es uno de los cánceres de mayor recurrencia en México, pues se ubica entre las primeras 10 causas de mortalidad de todos los tumores malignos, afirma la doctora María de Jesús Nambo Lucio, del IMSS.

La jefa de la Unidad de Transplantes de Médula Osea y del Servicio de Hematología del Hospital de Oncología del Centro Médico Nacional Siglo XXI explica que cuando se inflaman las amígdalas, por lo general se relaciona el hecho con una infección de garganta.

Pero si este padecimiento no mejora con antibióticos y antiinflamatorios quiere decir que se requiere hacer una biopsia para descartar o confirmar la presencia de cáncer linfático. La guardia debe mantenerse en alto siempre, pues este tipo de cáncer se registra a cualquier edad, pero la mayor incidencia se da en personas de entre 20 y 60 años.

El mejor pronóstico se da en la edad pediátrica, ya que incluso puede curarse. La mayoría de los pacientes adultos llega en estado avanzado, cuando el pronóstico es muy malo, pues tienen mucho tiempo de evolución. Si se diagnostica en fase uno y dos puede curarse o lograr una sobrevida de 10 a 20 años, dependiendo de cada caso. Por ello, la especialistas del IMSS insiste en que se debe acudir al médico si aparecen y persisten las "amígdalas crecidas", pues muchas veces se acude cuando el tumor ya mide de 10 a 20 centímetros.

Tipos

El cáncer linfático se divide en dos tipos: la enfermedad de Hodgkin y la de no Hodgkin, que se diferencian por la agresividad de los linfomas.

Los primeros son menos malignos que los segundos, aunque ambos pueden ser mortales. El cáncer de Hodgkin se trata y responde muy bien a las sesiones de quimio y radioterapia, por lo que el pronóstico es más favorable, pues 80% de los pacientes quedan libres del cáncer hasta por cinco años y en algunos casos hasta por 10 y 20 años.

Aquellos que recaen en los primeros años (segunda remisión) necesitan transplante de médula ósea. En el linfoma no Hodgkin es más desfavorable el pronóstico y su tratamiento es mucho más agresivo, pues además de quimioterapia y la inmunoterapia, si el paciente llega muy grave, requieren de un trasplante de médula.

Para que un enfermo reciba un transplante de médula ósea, precisa la doctora, es importante que sea quimiosensible, es decir, que responda bien a las sesiones de quimioterapia.

Implantes

Existen dos tipos de implantes: el del donador compatible, que con frecuencia es un familiar, y el autólogo, cuando el tejido se obtiene del mismo paciente en momentos en los que no hay presencia de cáncer.

Tratamientos

Se utilizan diversos tratamientos para la enfermedad de Hodgkin, entre ellos: La radioterapia, la quimioterapia, el trasplante de medula ósea (de la misma especie), trasplante de célula madre periférica (del mismo individuo).

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