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¿Cederías tu vacuna a un desconocido?

JORGE RAMOS

Sálvese quien pueda. Esa es la estrategia que ha adoptado la mayoría de los países en el mundo respecto a las vacunas contra la COVID-19 que actualmente están disponibles. La realidad es muy sencilla: no hay suficientes vacunas -y menos si se requieren dos dosis- para los casi 8000 millones de habitantes del planeta. Y los países más ricos están acaparando las vacunas disponibles.

De los 193 países que forman parte de Naciones Unidas, solo alrededor de 70 países han reportado algún tipo de vacunación, según el registro de The New York Times. Esto quiere decir que hay más de un centenar de naciones en el mundo sin vacunas y sin esperanza a corto plazo. Esto es lo que se ha llamado vacunalismo.

El término conjuga, por supuesto, las palabras vacuna y nacionalismo. Y básicamente significa: yo y los míos primero. Es el nacionalismo de las vacunas que revela, además de una carencia de solidaridad global, el viejo problema de la desigualdad: los gobiernos que pueden pagar las inoculaciones contra el coronavirus a las principales compañías farmacéuticas del orbe están tratando de conseguir las más posibles. Países como Estados Unidos, Canadá y los miembros de la Unión Europea ya han comprado 3,800 millones de dosis de vacunas mientras que otros, como Haití, Camboya y Uganda, no han recibido una sola. Y en América Latina sólo nueve países -Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá y Perú- han anunciado ya sus programas de vacunación. No hay un acceso equitativo a las vacunas.

Ese fenómeno será uno de los grandes obstáculos para que 2021 sea el año en que todo regrese a la normalidad. Y, más grave, el obstáculo para que los casos y muertes se detengan, especialmente en los lugares más vulnerables. "Sin acceso de todos los países a la vacuna, no vamos a controlar la transmisión de la COVID-19", me dijo en una entrevista el doctor Jarbas Barbosa, subdirector de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). "Vacunar al menos al 70 por ciento de la población [mundial], que es la expectativa para alcanzar la inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño […], e interrumpir la transmisión va a tomar muchos meses. Estamos hablando que quizás a principios de 2022".

Sin embargo, hay pronósticos aún más desalentadores. "La mayoría de las personas en los países pobres van a tener que esperar hasta 2024 para vacunarse contra la COVID si los países ricos siguen practicando el vacunalismo", concluyó un reporte del Duke Global Health Institute.

¿Deberían los países ricos dar parte de sus vacunas a los países más pobres?, le pregunté al doctor Barbosa de la OPS. "Es moralmente, y también desde el punto de vista sanitario, lo correcto", me contestó.

Pero que sea lo moralmente correcto no significa, desde luego, que sea lo que los políticos están proponiendo. Yo no he escuchado a ningún presidente decir que va a suspender la vacunación de sus ciudadanos para enviar esas vacunas a otra nación con un sistema médico menos eficiente. Sería, como dice Barbosa, lo moralmente correcto. Pero también lo más estratégico si el mundo quisiera superar de la pandemia.

El vacunalismo va a generar algunos países burbuja -con poblaciones vacunadas y relativamente protegidas de la COVID-19- en un entorno donde el resto de la población mundial siga expuesta al coronavirus. No, 2021 no será el año de la salvación ni de la normalidad. Más de 2,3 millones de personas han muerto en el planeta por esta enfermedad y las nuevas variantes del virus matarán a miles más antes de que tengan acceso a una vacuna.

Pero hasta ahora la historia de las inmunizaciones ha sido esta: si un gobierno tiene dinero para pagar por las vacunas, planeó con tiempo y cuenta con buenos negociadores, seguramente ya empezó a vacunar a su población. Pero los países más pobres siguen esperando.

Ante esta patente desigualdad e injusticia de salud ha surgido un grupo internacional llamado COVAX. Es una sociedad pública y privada que, junto con la Organización Mundial de la Salud, tiene como objetivo conseguir 2000 millones de vacunas gratis de COVID-19 para 92 de los países más pobres del planeta.

COVAX negocia directamente con los fabricantes de vacunas y acepta donaciones de países. Por ejemplo, es posible que Francia y Canadá tengan más vacunas de las que necesitan y su plan es donarlas a COVAX. Diez países de América Latina y el Caribe recibirían vacunas de COVAX.

La realidad es que, en este momento, no hay suficientes vacunas para todos. Ni las habrá en un buen tiempo. Las vacunas, idealmente, las deberían recibir primero las naciones que más las necesitan. Pero, como hemos visto, el mundo está estructurado de otra manera.

Por eso tendríamos que buscar los modos de fortalecer el mecanismo COVAX. Y, mientras se logra, quizás lo que ahora nos toca hacer es trasladar el dilema moral y estratégico a nosotros mismos. ¿Tú estarías dispuesto a cederle tu vacuna a alguien que no conoces en otro país? Las cosas se complican éticamente si quisieras donar la vacuna que le toca a tus padres o a tus hijos. Es, desde luego, una pregunta hipotética, ya que no existe ningún mecanismo que le permita a una persona ceder la vacuna que le corresponde a otro individuo más allá de sus fronteras.

El vacunalismo es real y también nos permite ver con claridad las estructuras que ahondan la desigualdad entre los países y entre los individuos. Quizás es momento de examinar nuestros privilegios y preguntarnos cómo queremos que funcione el mundo después de que superemos la pandemia.

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Escrito en: Editorial Jorge Ramos

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