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¿Dónde está el piloto?

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"Creo que el odio es un sentimiento que solo puede existir en la ausencia de toda inteligencia".— Tennesse Williams

¿Dónde está el piloto?, se preguntan muchos, al enfrentar turbulencias que superan toda proporción. Preocupados, no distinguimos si se trata de turbulencias leves, moderadas o fuertes. El mareo resulta insoportable, atroz el hastío, entendible la angustia, eterno el vuelo. Su final es de pronóstico reservado.

Parece que en nuestra desesperación por llegar más rápido a quién sabe dónde, de nueva cuenta elegimos una muy mala aerolínea. Será de bajo costo, pero en ocasiones lo barato termina saliendo carísimo. Eso nos pasa por confiados, desidiosos y por no haber leído las letras chiquitas cuando compramos el boleto. ¿Acaso nada hemos aprendido de aviación? Cada seis años, al viajar, nuestras elecciones aéreas parecen ir de mal en peor.

¿Y qué decir de la tripulación de la aerolínea de bajo costo en la que actualmente volamos? Es un verdadero relajo, a algunos de sus integrantes les falta pericia, otros actúan como si estuvieran en el aire por primera ocasión. No se coordinan ni saben anticipar amenazas y peligros durante el vuelo.

¿Hay piloto? Sí, a medias, pero vive eternamente en el cielo, lejanos los días donde tuvo los pies en la tierra y sabía tomar decisiones sensatas. Hace tiempo, el aviador recorrió todo el territorio porque alguna vez fue sensible y cercano a las necesidades ajenas. Tanto caminó que ello le permitió conocer, quizá como nadie, los distintos rostros y facetas de un entorno complejo, rico y diverso, maravilloso, desigual e injusto a la vez.

Fueron 18 años de trayecto constante en el piso, luego emprendió el vuelo y lo perdimos. Nos prometió que volaría muy alto, tan alto que alcanzaríamos la Luna o quizá otras galaxias. De emoción no cabíamos; admitamos que fue capaz de ilusionar a millones con la promesa de cielos despejados y un trayecto inenarrable.

Hoy pocos lo reconocen, volar tan alto le ha hecho mucho daño. De ególatra y terco no lo bajan sus malquerientes. También afirman que jamás evolucionó y que su entendimiento de la aviación es sumamente limitado y data de 1970. Tan es así, que en las contadas ocasiones donde baja al piso, el aviador pregunta por los módulos de Aeronaves de México, Mexicana de Aviación, TWA y Pan Am.

Por diversas razones, el piloto sigue siendo muy popular no obstante que su avión parece ir en caída libre. Engolosinado, quiere seguir en las nubes hasta que en 2024 las circunstancias y la edad lo obliguen al descenso. En el ínter, mientras dure el viaje, hace lo que le viene en gana y no escucha a otros.

¿De qué sirven tantas horas de vuelo si no se ponen en práctica? Distintos controladores aéreos le suplican hasta el cansancio que corrija el rumbo, pero el comandante, mareado por las alturas, hace como que no escucha, aunque vaya en ruta de colisión.

Embelesado por el sonido de su voz y la tortuosa eternidad de soliloquios que nadie entiende y a miles adormecen, los aterrizajes del capitán son infrecuentes, les huye, lo aterran. Aterrizar supondría toparse con la cruda realidad, por eso ahí, desde las alturas, habla y pontifica.

Según cuenta la leyenda que muchos ponen en duda, el aviador enfermó, cosa que genuinamente lamentamos. Dicen que se contagió de un virus que ha cobrado la vida de millones de personas. Qué fastidiosos y angustiantes le habrán resultado quince días de encierro sin poder salir, para retomar el viaje de la fantasía y seguir hablando del paraíso y los avances de una saga aérea que solo existe en su imaginación.

Hoy el aviador está de vuelta, sin cubrebocas, porque nunca dimensionó la importancia de predicar con el ejemplo. Fue tal su desesperación de no poder salir a volar durante dos semanas que invitó a su tripulación, abyecta, sumisa y temerosa de contrariarlo y provocar la ira de los dioses, a acompañarlo en un vuelo de 11 minutos.

¿Y qué tal, si en lugar de haber sido piloto, se hubiera dedicado al cine? Porque de otra suerte no se explica tal ansia por los reflectores, por ser escuchado, eterno, etéreo, presente.

11 minutos de vuelo. La aeronave despegó desde un enorme aeropuerto rebasado, como tantas cosas, por las circunstancias. Transcurrido el trayecto, el piloto realizó su descenso sobre una pista terregosa que data de 1940. Para sorpresa de la tripulación y algunos pasajeros que fueron casi obligados a subirse a la aeronave, desde el altoparlante el capitán dijo que habría de aterrizar en uno de los mejores aeropuertos del mundo.

Y en efecto, el avión tocó base, pero en una pista donde hay más polvo que en el Desierto del Sahara. Varios pasajeros quisieron reír, pero no lo hicieron por miedo al capitán. Y claro, el piloto bajó jubiloso y triunfante porque en el fondo para lo que ha resultado buenísimo es vender aire, puestas en escena, viajes inconclusos a la Luna y un montón de sueños guajiros que bien cabrían en una novela de José Agustín.

Twitter @patoloquasto

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