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DÍA INTERNACIONAL DE LA FRATERNIDAD HUMANA

ARTURO MACÍAS PEDROZA

El pasado mes de diciembre la Asamblea General de las Naciones Unidas, declaró el 4 de febrero como Día Internacional de la Fraternidad Humana. La importancia que reviste actualmente este tema no ha sido aún suficientemente dado a conocer. ¿Por qué es importante?

La vida en el planeta pide a gritos una solución a los problemas globales que la amenazan, pero hasta ahora solo había encontrado murallas. Pero un nuevo sueño de fraternidad y amistad social ha surgido impulsando iniciativas concretas a las necesidades de comunión para enfrentar en forma efectiva las grandes problemáticas.

La pandemia actual puso a prueba la solidaridad internacional poniendo en evidencia la falta de estructuras internacionales sólidas: el manejo con criterios poco científicos; acciones nacionalistas en vez de globales; datos poco confiables o intencionalmente falsos; diagnosis, tratamientos y medicamentos cuestionados; políticas públicas ineficaces, imprecisas y poco confiables; acciones aisladas; información oficial contradictoria, con lenguaje inapropiado, incapaz de fundamentar la verdad, transmitirla y hacerla creíble…

Pero ya desde antes de la pandemia la problemática mundial requería la solidaridad internacional para resolver situaciones que sobrepasaban las fronteras nacionales: crisis ecológica que requiere políticas públicas y acciones globales; conflictos bélicos regionales e internacionales que exigen una autoridad superior con fuerza coercitiva y no sólo llamadas a la conciencia o a la buena voluntad; transnacionales con poder económico mayor que muchos países, que necesitan reglas claras y controles eficaces para limitar sus ambiciones destructivas y detener la explotación de recursos naturales y humanos; instituciones económicas internacionales con intereses y beneficios para unos cuantos, que requieren ser limitadas; control y combate de delitos del crimen internacional como el narcotráfico, la trata de blancas o el comercio de armas; limitación de armas de destrucción masiva; organización de ayuda internacional para desastres, calamidades o crisis económicas o emergencias sanitarias; control de la economía internacional más allá del falso juego de la oferta y la demanda; cooperación e intercambio de ciencia y tecnología en beneficio de todos y no sólo de unos pocos; soluciones globales a la pobreza, el hambre y las enfermedades; limitar crímenes de lesa humanidad; definición unívoca de conceptos que eviten manipulaciones y eufemismos según tendencias, modas, inclinaciones o ideologías.

Es tal la urgencia de expresiones efectivas de fraternidad humana para resolver las problemáticas mundiales, que corremos el riesgo de que surja un "Súper-Mesías" (grupo, personas o país) que ofrezca resolverlas prescindiendo de los valores de la fraternidad y del diálogo e invocando la necesidad de "mano dura" para justificar tiránicamente el arrasar con culturas, el no respetar autonomías, el no privilegiar el diálogo, el aceptar "daños colaterales", el actuar con criterios de unos pocos o con intereses de unos cuantos, el pasar sobre la razón, la inteligencia y la ciencia, e incluso la imponer violentamente una tiraníapara resolver una catástrofe, una gran hambruna o una crisis ecológica o bélica de dimensiones globales.

Es clara entonces la urgencia de una fraternidad humana que sea capaz de ser aceptada por todos, con criterios universales válidos y coherentes que satisfagan las exigencias de solidaridad, hermandad, respeto de individuos, culturas, tradiciones y religiones, dando así esperanza a la humanidad.

El Papa Francisco había también expresado esta necesidad en su tercera encíclica fechada el 3 de octubre del año pasado. Su nombre mismo, "Fratellitutti" (hermanos todos), es un programa que va más allá de ideas teológicas e invita a todos los hombres a derribar los muros que aún nos separan como humanos. La encíclica dota de sentido a esa fraternidad invocando al único Padre de todos y llamando al diálogo interreligioso, al ejercicio de la buena política, a la inutilidad de toda guerra y a la acción cotidiana para trabajar por la paz en todos los niveles. Es el Shalom que armoniza, pacifica y hermana.

Ante la mentalidad actual basada en el egoísmo, individualismo y subjetivismo, provenientes de un extravío antropológico, destructor de su identidad más profunda que es "ser-para-el-otro", se presenta una alternativa que ilumina el horizonte de una humanidad que sale de las tinieblas de una involución en riesgo de extinción. El ser humano no está hecho para vivir aislado y sólo encuentra su plenitud en la apertura y el amor sincero al otro (Gaudim et Spes 24).

La ONU por un lado y el Papa Francisco por otro, reconocen que necesitamos un ordenamiento mundial jurídico, político y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Respondamos a esta llamada y participemos ofreciendo el valioso servicio a este nuevo orden mundial, privilegiando el diálogo, la colaboración y la participación solidaria, orgánica y coordinada, en base a la coherencia, a la ciencia y a la verdad.

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