Las rosas han sido desde siempre rosas, pero las que hay ahora en mi jardín son las más rosas de las rosas.
Ni Góngora ni sor Juana habrían podido describirlas, y desde luego yo no me atrevo a hacerlo. Con decir que son rosas ya no se necesita decir más.
Todas las flores, pienso, deberían tener nombre femenino. Gerania se llamaría el geranio, y clavela le diríamos al clavel. Y es que las flores tienen belleza femenina. De mujer son su aroma y su hermosura. No van con ellas la obviedad y simpleza de lo masculino.
Desde la amplia ventana de mi estudio miro esas rosas y me parece ver en cada una de ellas un poema y una canción. Esperaré la llegada de la primavera. Entonces mi jardín se llenará de geranias y clavelas.
¡Hasta mañana!...