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Don Gato y Benito Bodoque

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros".— Anónimo

"Las mañaneras son un ejercicio de información y de transparencia y rendición de cuentas con los ciudadanos", afirma el señor presidente, nuestro faro, luz y guía.

Su voz, la única que parece escucharse, pontifica desde la autoridad conferida a quienes como él conocen a profundidad toda clase de temas.

Qué hubiera dado Diógenes con todo y su lámpara por poseer la pericia que caracteriza al titular del Ejecutivo en el fino arte de informar. Ni el afamado Filósofo de Güémez, personaje sabio y profundo conocedor de la condición humana y la psicología del mexicano, logró diseccionar tan acertadamente cuáles eran los males que aquejaban a la república.

Seamos francos. Gracias a las mañaneras hemos aprendido de todo. Además, destinar dos o tres horas diarias a atender el efluvio de conocimientos emanado de un estadista de tan amplias dimensiones fortalece nuestra capacidad de concentración. Los tiempos modernos eso reclaman de nuestros líderes: verbo, verbo y más verbo, porque sin la omnipresencia poco o nada somos.

Así hablaba Fidel, desde la emoción, y así mantuvo cautiva y absorta a la audiencia. Durante cincuenta años su voz condujo a la isla por la senda de la transformación y el progreso. Después, cuando dicha voz se apagó, el pueblo cubano cayó al más profundo de los abismos.

En vez de estar absortos en lo insulso e intrascendente, las mañaneras nos permiten ir conociendo, poco a poco, cómo funciona el mundo. Confieso que fue hasta esta semana cuando supimos que la ONU posee facultades jurídicas para exigirle a Facebook no censurar a Donald Trump.

Si no hubiera sido gracias a que el señor presidente tuvo a bien exigirle a Naciones Unidas que intervenga a efecto de dirimir tan grave conflicto, este humilde escribano jamás se habría enterado de que Naciones Unidas hoy goza de tan amplias facultades y puede intervenir en empresas privadas.

Gracias a las mañaneras, también aprendemos sobre cultura popular y de paso nos divertimos porque justo ahora, con ciento cuarenta mil muertos y millones de empleos perdidos, urge distraernos en otras cosas.

Ayer jueves hasta el secretario de Salud, Jorge Alcocer, salió de su letargo y despertó emocionado tras varios meses de siesta porque en la pantalla de la mañanera -la misma que se utiliza para señalar a columnistas incómodos- se proyectó un extracto de Don Gato y su Pandilla, emblemática caricatura que durante generaciones hizo las delicias en millones de hogares.

Y es que de entre los asuntos que apremian, había que rendir homenaje a Jorge "El Tata" Arvizu. Sin duda, las mañaneras son un ejercicio de información y transparencia fundamental para la buena marcha de la república y sus instituciones, pero también permiten que ya no vivamos bajo el yugo de la ignorancia al que generaciones neoliberales nos han sometido.

Esta semana, por ejemplo, mucho hemos conocido sobre literatura. Según tuvo a bien indicarnos el señor presidente, Mario Vargas Llosa es un intelectual de la realeza. Sigo sin entender si ello obedece a que se casó con Isabel Preysler, siempre cercana a la monarquía, o debido a que el nobel de Literatura afirmó que México era la dictadura perfecta. Quizá el gen priista que habita en el cuerpo de nuestro mandatario sigue sin perdonar tan funesto agravio proferido por el peruano. Nadie, óiganlo bien, ni Vargas Llosa, debe desafiar al sistema presidencialista mexicano porque justo eso reclama el futuro y las generaciones venideras: la concentración absoluta de poder en manos de un solo hombre.

Las mañaneras nos han permitido aprender de grandes reporteros y periodistas que sospechosamente siempre aparecen sentados en primera fila. Seguramente ello obedece a que los mejores llegan temprano porque en las mañaneras también se imparten clases de periodismo e indicaciones de cómo deben conducirse los medios de comunicación. Lamentablemente, de entre los periodistas que cubren la fuente en Palacio Nacional, esta semana hemos sufrido una dolorosa pérdida, por no llamarlo cambio de giro profesional. Cierto personaje que suele hacer preguntas agudas e incisivas -utiliza un parche- ya avisó que dejará el periodismo y habrá de competir por una diputación federal por Morena. Quizá habremos perdido al nuevo Julio Scherer, pero a mediano plazo y con la venida del gran elector, el país habrá ganado a un extraordinario legislador. Felicito.

Efectivamente, las mañaneras son fundamentales para el país y así deben continuar. Ante el amago de instituciones de fuerte tufo ciudadano e independiente como lo es INE, quien en un acto de perversidad infinita pide acotar su transmisión en tiempos electorales como lo indica la ley, el señor presidente ya avisó que de ser preciso también habrá mañaneras en la tarde y en la noche "aunque se enojen los conservadores". Faltaba más, apoyemos tal idea a efecto de seguir aprendiendo y cultivándonos.

Nada tan agradable como tener a un mandatario que aparece a todas horas. Porque no es propaganda, se trata de informar a un país que de otra suerte viviría en tinieblas. También eso aprendimos esta semana.

Vivamos pues agradecidos por las mañaneras y la acertada conducción de quien hoy encabeza los republicanos esfuerzos por transformarlo. México avanza increíblemente bien en todos los ámbitos. Tan es así que, en uno de sus últimos actos como presidente, Donald Trump reconoció la dimensión humana y profesional de su amigo.

Vaya tiempos, vaya líderes, vaya futuro. Alegrémonos.

Twitter @patoloquasto

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