"Acción de amar o querer bien. Inclinación o tendencia del hombre y de ciertos animales a volver al sitio en que se han criado o tienen costumbre de acudir."
Hace pocas décadas, en los campos de Argentina, los propietarios de las tierras no usaban cercas o alambrados, dado que las extensiones eran muy grandes. La hacienda pastaba libremente y se mezclaba, por lo que era imposible la clasificación.
Para evitar conflictos, los ganaderos encontraron un método antiguo y práctico, clavaban un poste grueso en un potrero y las vacas acudían a rascarse.
Como actuaban por hábito y respondían al estímulo, este sitio lograba aquerenciar a los animales y permitía separar las marcas.
Desde que nace, el hombre tiene dos tipos ancestrales de miedo: a caer y al abandono.
Todos los estudios demuestran los efectos negativos de las incubadoras sobre los recién nacidos por ausencia de contacto y aislamiento. También han surgido prácticas como la de los bebés canguro, con resultados benéficos y extraordinarios. Tal es la necesidad de los seres vivos.
Los mamíferos acarician a sus crías. El contacto es vital. Lo es también para las personas. Los seres vivos necesitan sentirse aquerenciados.
La querencia es una práctica. Cuando se lleva a cabo, tanto con los más próximos, como con desconocidos, produce un efecto instantáneo para quien la ejerce y para quien la recibe.
La querencia apela a las raíces, al arraigo, a la seguridad del regazo. Es una forma de protección, de reconocimiento.
Pequeñas demostraciones realizan grandes milagros.
¿Cuál es una forma de aquerenciar que inspira a las personas?
-Acudir a un lugar de referencia.
-Darle una connotación a un espacio.
-Recobrar hábitos y costumbres.
-La identidad y el reconocimiento.
-Mantener la mística fundacional.
-Ser quienes éramos, actuar como entonces.
Solemos volver como esos animales al sitio donde nos han aquerenciado.