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2020: Nada personal

EDGAR SALINAS URIBE

Fuera eufemismos: 2020 ha sido un año muy difícil y con mucho dolor esparcido en miles de familias. En La Laguna, al menos en dos mil hogares han sufrido el fallecimiento de un familiar a consecuencia del COVID-19. En México, oficialmente han sido poco más de 122 mil hogares con ese dolor directo, pero de acuerdo con las estimaciones de especialistas independientes, y con base en información pública, el exceso de mortalidad podría implicar ya más de 250 mil fallecimientos. En otras palabras, 250 mil hogares mexicanos habrían agregado a la puerta de su casa un moño negro producto de la catastrófica y atroz manifestación de la pandemia en el país.

A la par de su trágica presencia, el virus también ha dejado al desnudo prácticas individuales, sociales y de países que en circunstancias previas pasaban veladas. Como ningún ejercicio hipotético o análisis comparativo de escritorio pudo haberlo hecho, la pandemia ha revelado los resortes ideológicos que mueven el comportamiento real y las limitaciones y riesgos de los sofismas con que se justifican. Ejemplo de ello, no por excepcional sino por absurdo, es el asidero a la libertad individual con la cual un comunicador justificó su participación en una cena celebrada sin el menor apego a los protocolos determinados para el contexto de riesgo sanitario actual. Ese comunicador que tanto criticó el uso de estampitas religiosas para protección contra el virus defendió su imprudente y socialmente riesgosa celebración con la estampita de la libertad individual. Llevadas al extremo, ambas conductas pueden dar una idea del luto asociado a la catástrofe en México.

Para colmo, estos meses nos han mostrado lo imposible que luce el acuerdo político entre el gobierno federal y las entidades federativas, aun cuando lo que ha estado en riesgo ha sido la salud y la vida de la población de quien, constituciones en mano, juraron servir. No se les pedía ponerse de acuerdo por un diferendo de posiciones político-ideológicas o divergencias presupuestales. La circunstancia era y es mayor, y exigía acuerdo, coordinación eficaz y transparente frente a la amenaza en que se encuentra lo que posibilita y da sentido a toda organización comunitaria, es decir, a la política misma: la preservación de la vida. Ese comportamiento quedará en la historiografía de la pandemia. Cada actor tendrá su versión, pero la que en los hechos ha predominado es la deficiente coordinación a la hora de cuidar la vida de sus gobernados en una circunstancia de amenaza extraordinaria. Y, por desgracia, esa descoordinación, se observa también -al menos hasta el momento de escribir este texto- en el incipiente proceso de vacunación.

Otro aspecto dejado a la luz pública es cómo la propaganda ha sustituido a la transparencia y el espectáculo del ataque ad hominem ha suplantado a la rendición de cuentas. Frente a la realidad implacable y trágica una moral de la convicción autoexculpatoria desde el púlpito desplaza a la ética de la responsabilidad, y el discurso de la supuesta preparación que se tenía para enfrentar la situación fue derivando en una disolución de atribuciones hasta hacer del Fuenteovejuna contemporáneo -todos- al único responsable de los resultados atroces de la pandemia en el país, tal y como los calificó la oficina de la ONU en México. Por si no fuera suficiente, una narrativa cretina a fuerza de repetir la artificialidad pretende convertir al deber en un logro de proporciones históricas.

Poco se aprendió de los diez meses anteriores. La vacunación, una tarea que requiere optimización y sobre la que hay una enorme experiencia nacional y múltiples prácticas internacionales de las cuales tomar lo mejor se ha convertido en el tema más reciente de polarización. Como si hubiera una consigna de polarizar todos los asuntos nacionales, incluso uno en el que se pone en riesgo la vida de las personas y el deterioro todavía más profundo de la actividad económica. La ejecución deficiente busca respaldo en la andanada ideológica. La Babel se instala y la ejecución óptima de la tarea pasa a segundo plano.

La atroz catástrofe ha dejado dolor y debilitado fuentes de sustento para millones de personas. Ojalá el 2020 se lleve también lo peor que mostramos este año. Iniciemos el 2021 enfrentando con nuevas miras la amenaza común a la vida y a la salud, porque, como escribió Manzanero, al final del día este virus, no es nada personal.

@EdgarSalinasU

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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