Tengo un querido amigo con el que hablo -por teléfono nada más- sólo una vez al año. Sin embargo nuestra amistad es entrañable.
Es el hermano Juan Lázaro, y pertenece a una orden religiosa que viste hábito gris. Podría ser sacerdote: es hombre culto y sabio en teologías, pero dice que no se considera digno de consagran el pan y el vino que se convierten en el cuerpo y la sangre del Señor.
Llegó hace más de 20 años a la estación de radio cultural que mi familia y yo sostenemos en Saltillo, e hizo durante una década un programa de canto gregoriano que en la quietud de las altas horas de la noche oían miles de radioescuchas.
En el convivio navideño que ofrecíamos a nuestro personal y colaboradores, antes de la llegada del coronavirus, yo le pedía al hermano Juan Lázaro que bendijera la mesa. Lo hacía cantando un Gratias agimus tibi. Lo cantaba hermosamente, pues antes de entrar en la vida religiosa fue cantante de ópera.
Guardo como tesoro la amistad de este hombre bueno que pasó por Radio Concierto como un hálito de sabiduría y de bondad. Nos encontraremos alguna vez, y nuevamente le pediré que cante una acción de gracias.
¡Hasta mañana!...