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Lenguas vivas

JUAN VILLORO

Nacida en la sierra mixe de Oaxaca, Yásnaya Elena A. Gil recibió un nombre ruso. En ese mundo de mezclas culturales, su abuela bautizó a su perro como Näp Top. Cuando su nieta le preguntó qué significaba, obtuvo esta peculiar respuesta: "Laptop pero en mixe. Le puse así porque espero que sea igual de ligerito e inteligente como esas máquinas que luego ustedes traen". Lo local nunca alejó a la abuela de lo global: atenta a las almas del mundo, pidió que rezaran por la de John Lennon. La sierra donde las luciérnagas brillan más que las luces es intensamente cosmopolita.

La escritora y lingüista Yásnaya Elena A. Gil se ha propuesto demostrar la modernidad y la capacidad de resistencia de una cultura sometida al despojo y la opresión. Con acierto señala que no hay lenguas minoritarias, sino minorizadas. Para sobrevivir, las comunidades han tenido que sobreponerse a las exigencias de un idioma impuesto: "La mayoría de la población mexicana es monolingüe en español, la mayoría de los indígenas somos bilingües". Esa pluralidad se encuentra amenazada. De manera absurda, olvidar el idioma vernáculo es visto como un camino de superación en un país donde no hay escuelas en lenguas originarias y donde los indígenas son arrestados y condenados sin tener intérpretes (en un giro kafkiano, van a la cárcel ignorando su culpa).

Yásnaya escribe con sentido del humor, sin el menor afán de revanchismo. Valora el español, que le sirve de instrumento y que contribuye a mejorar.

Su más reciente escala intelectual es el extraordinario libro Ää: manifiestos sobre la diversidad lingüística, con prólogo del historiador Federico Navarrete. Desde el diseño, que juega con el esplendor de las diéresis mixes, estamos ante una obra impar.

La historia de la dominación lingüística se remonta necesariamente a la Conquista. De manera emblemática, el viaje de Colón coincidió con la publicación de la gramática de Antonio de Nebrija. La exigencia de hablar conforme a una normatividad correcta facilitó la creación de jerarquías. Las lenguas originarias fueron sometidas, utilizando al náhuatl como vehículo de control. A propósito de este proceso escribió Ivan Illich: "El nuevo Estado le quita a la gente las palabras con las que subsiste". Pero el español también ha sido un recurso de protesta y liberación, según demuestra Ää.

El idioma es un hecho político. En 2019, Yásnaya pronunció un discurso en la Cámara de Diputados en el que recordó que cuando nació el México independiente, el 65 por ciento de la población hablaba una lengua indígena. Hoy la cifra se ha reducido a un exiguo 6.5 por ciento. El exterminio lingüístico es responsabilidad del México contemporáneo.

Y pese a todo, las lenguas perduran. Al respecto escribe Yásnaya: "Lo sorprendente no es que la diversidad lingüística esté desapareciendo, lo sorprendente es que siga existiendo". Actualmente se hablan más de sesenta lenguas originarias, algunas en peligro de extinción. Gabriel Zaid señala que para 2015 la comunidad de los paipai, pueblo de Baja California que ha elevado notables cantos poéticos al sol, tenía apenas 216 hablantes.

Ää insiste en la universalidad y diversidad de las lenguas indígenas. No estamos ante un bloque monolítico, sino ante una gran variedad de concepciones del mundo. No basta hablar de multiculturalidad para abarcar ese mosaico. Yásnaya prefiere referirse a un país plurinacional, constituido por distintos pueblos.

Las identidades son ilusiones provisionalmente compartidas. La idea de un México homogéneo es una ficción demagógica y empobrecedora: "Sacrificamos México en aras de crear la idea de México", escribe Yásnaya. En vez de aquilatar la riqueza que nos constituye, se erradican las diferencias en pos de una simplificadora unidad.

Umberto Eco señaló que el verdadero idioma de Europa es la traducción. Ese criterio debería imperar entre nosotros. Hemos cerrado los ojos ante un tesoro múltiple. Con una pasión nunca exenta de ironía, Yásnaya nos invita a abrirlos.

En 2021 se cumplirán 500 años de la caída de Tenochtitlan. La mejor forma de conmemorar esa fecha consiste en apreciar el inmenso legado indígena que subsiste entre nosotros. El ejercicio no atañe solo al pasado; es un acto de futuro.

Aunque diagnostica oprobios sin fin, Ää ofrece una gramática de la esperanza.

Sus páginas ya conjugan el amanecer.

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Escrito en: editorial JUAN VILLORO

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